La evaluación de los alumnos y de las alumnas es un fenómeno fundamental del proceso de enseñanza y aprendizaje. Una evaluación pobre hace que el aprendizaje sea pobre. Una evaluación nefasta hace que el proceso de aprendizaje sea nefasto. Lo digo porque, para alcanzar el éxito en el sistema educativo, hace falta superar los procesos de evaluación. Es decir, que es preciso conocer cuáles son las exigencias del mismo. Si esas exigencias son valiosas, el aprendizaje también lo será. Si son pobres o estúpidas, el aprendizaje se empobrece. Por eso vuelvo recurrentemente a esta cuestión en mi columna sabatina.
En una de mis últimas clases del master de mi Departamento en el que imparto la asignatura “La evaluación como aprendizaje”, una alumna contó que, cuando era estudiante de Secundaria, una profesora calificó un examen suyo con la siguiente nota: -1.17.
Es decir, que tuvo menos de cero, Ella sacó la conclusión de que no solo era inútil para el aprendizaje sino menos que inútil. Lo dice ahora sonriendo con la madurez de sus años, pero hay que pensar en lo que eso pudo suponer para una chica que tenía como referente de su valía y de su capacidad aquello que le decía su profesora. Porque le asignó esa calificación una profesional que supuestamente tenía todas las claves para calificar con rigor.
La cifra con decimales, parece ser fruto de la ciencia, de la precisión, de la más estricta justicia. No digo que no tenga que haber calificaciones bajas, no digo que no tenga que haber exigencia, no digo que todos tengan que aprobar aunque no sepan, pero es difícil imaginarse qué es lo que no hay que saber de un tema para obtener una puntuación inferior a cero. Tener un cero es ya significativo. El alumno (la alumna en este caso) no sabe nada de lo que tiene que saber. Pero, ¿ qué quiere decir menos de cero?
Existe otro factor que agrava la repercusión de las calificaciones. Es la comparación que se establece con los compañeros. Al lado de esta chica que obtiene un -1.17 está otra calificada con un 9.75 y otro que obtuvo un 8.67. Se establece una escala comparativa en la que algunos o algunas pueden quedar dañados.
Ella habla de la repercusión psicológica que tuvo esa nota. Años después, lo recuerda con amargura. Dice textualmente en un texto en que habla de sus experiencias con la evaluación: “Todo esto hizo que estuviera días sin querer ir a clase y le dijera a mi familia que yo no era tonta, era más que tonta, porque no llegaba ni al cero”.
No me sorprende que la calificación tuviera esos efectos devastadores que la alumna comenta en su escrito. Son efectos secundarios que no se buscan, pero que están ahí. Efectos que, en ocasiones, son más importantes que los pretendidos. Alguna vez he puesto el ejemplo de los efectos secundarios de los medicamentos: te curan una dolencia pero te producen unos daños que, a veces, son incomparablemente más graves.
Hace unos años tuve un pequeño eccema en el cuello. Le pregunté a un amigo médico si tenía importancia y me respondió con palabras tranquilizadoras.
– ¿Me vendría bien aplicar algún remedio, alguna pomada, por ejemplo?
– Sinceramente, no hace falta pero, si quieres, puedes comprar “Gelidina”, una pomada que es muy suave y puede aliviarte y propiciar la rapidez de la curación.
Compré la “Gelidina” en una farmacia. Y, más por entretenerme que por otra cosa, leí en el prospecto las contraindicaciones de la pomada. Me llevé un susto. Porque leí lo siguiente: En caso de aplicación reiterada de corticoides tópicos se ha descrito la aparición de los siguientes efectos secundarios locales: quemazón, picor, irritación, sequedad, foliculitis, hipertricosis, hipopigmentación, dermatitis perioral, dermatitis alérgica ce contacto, maceración dérmica, infección secundaria, atrofia cutánea, estrías, miliaria”.
Tiré la pomada a la papelera. Prefiero seguir con mi eccema hasta la vejez antes que arriesgarme a que me pasen estas cosas que ni sé lo que son. Lo que pasa es que los alumnos tienen que aplicarse la Gelidina quieran o no y arriesgarse a padecer los efectos secundarios.
Por eso insisto tanto y tantas veces en la necesidad de que la formación y la selección de los docentes sean buenas. Es decir, exigentes y rigurosas. Los profesionales de la enseñanza no van a trabajar con productos sino con personas en fases delicadas de su desarrollo.
Esa puntuación de -1-17 tiene que ver más con el ensañamiento que con la justicia. Más con el sadismo que con el rigor. Más con el castigo que con la exigencia. Cuesta imaginar de dónde salen esos números negativos con los que algunos docentes califican los trabajos. ¿Es consecuencia de los errores?, ¿de la ignorancia supina?, ¿de las faltas de ortografía?, ¿de la mala letra?, ¿de la mala actitud?, ¿de no poner el nombre y ,la fecha del examen?, ¿de los intentos fallidos o exitosos de copia? En el caso de esta alumna tenían que ver , al parecer, con las faltas de ortografía. En cualquier caso: ¿no hubiera sido más que suficiente un cero?
Esa puntuación me ha llevado a pensar en las numerosas, curiosas y hasta pintorescas claves que utilizamos los profesores en la evaluación de nuestros alumnos: “Un diez solo le corresponde a Dios que lo sabe todo: yo solo puntúo de nueve para abajo”, “no todos pueden pasar la asignatura con buena nota: para algo está la campana de Gauss”, “yo, con tal de que vengan a clase considero que merecen el aprobado”, ”ellos se ponen la nota pues saben lo que han aprendido” …
Se ha reflexionado mucho sobre el rigor de las calificaciones, pero poco sobre la repercusión que éstas tienen sobre sus receptores. ¿Cómo son percibidas?, ¿qué efectos tienen sobre la autoestima y el autoconcepto?, ¿qué sentimientos provocan?, ¿a qué tipo de comportamientos dan lugar? …
Está claro que la evaluación tiene efectos pragmáticos: se pasa o no se pasa curso, se puede o no se puede solicitar una beca, se obtiene una matrícula gratuita… Y tiene efectos psicológicos: deprime o entusiasma, entristece o llena de alegría, anima o desanima…
Es conveniente relativizar la importancia de las calificaciones. A esa tarea pueden contribuir los padres y las madres. Lo hacen a veces de forma sensata y positiva, pero en otras ocasiones contribuyen a la dramatización. Sucede cuando exigen a sus hijos las máximas calificaciones y los castigan si tienen puntaciones bajas o inferiores a quienes consideran rivales.
Deberíamos dialogar más con nuestros alumnos y alumnas sobre esos efectos. Algunos se desaniman hasta el punto de no querer seguir estudiando. Otros acaban con su autoconcepto y su autoestima pensando que no son capaces de aprender lo necesitan saber. Otros se sienten humillados por comparaciones injustas. He visto reacciones de una gravedad extrema que han propiciado tentativas de suicidio. No podemos dar la espalda a tanto dolor.
Estimado maestro:
Soy un profesor de instituto que ayer tuvo el placer de escucharle en la conferencia-lección que impartió en Burgos y no puedo por menos que felicitarle. Estoy de acuerdo con usted plenamente, pero ya lo estaba antes de concerle personalmente a través de su extensa producción bibliográfica, la cual he citado en varias ocasiones en algunos de los libros y artículos que he escrito en relación con esa pasión compartida que es la educación. Enhorabuena
Estimado Joaquín:
Fue un placer compartir ayer con los asistentes algunas ideas, algunos sentimientos y algunas propuestas.
Muchas gracias por estar allí y por dedicar la tarde un viernes a reflexionar sobre la importancia decisiva de nuestra tarea.
Gracias también por tus generosas palabras del comentario que has escrito y por haber leído previamente el artículo.
Un gran abrazo.
MAS
Estimado Miguel Ángel, muchas gracias por las interesantes lecturas que cada sábado nos aporta.
Esta semana me he decidido a participar en los comentarios porque me siento muy identificada con la chica del -1,17.
En la actualidad soy maestra, pero yo pude vivir como mis calificaciones en lengua bajaban constantemente hasta mi llegada a la universidad por mis faltas de ortografía, y también recuerdo haber obtenido alguna calificación negativa en exámenes.
En la actualidad, tengo muchos alumnos que tienen los mismos problemas que yo he tenido con la ortografía y el haber vivido en carne propia estas dificultades me ha ayudado a ponerme más en su situación.
Creo que el problema no son las calificaciones en sí, sino el modo en que se enfoquen dichas calificaciones, me explico, cuando yo cursaba quinto de EGB, mi profesora de lengua consideraba que yo no debía promocionar curso por mis dificultades ortográficas, esta idea era transmitida a mi madre que se reunía cuando era convocada por dicha docente y posteriormente yo tras formularle varias preguntas a mi madre sabía cual era la opinión de mi tutora sobre mi persona. Es decir, las expectativas de mi maestra, eran transmitidas a mi madre que a día de hoy sigue considerando que soy nefasta en ortografía a pesar de haber obtenido muy buenas calificaciones en redacciones de adulta; y sobre mi, pues consideraba muy importante la valoración que tenía mi maestra. Sin embargo, tengo muy buenos recuerdos de dicha docente y no creo que obrara en ningún momento con mala intención.
En la actualidad hay tres cosas que considero fundamentales en cuanto a las calificaciones y que me gustaría compartir:
– La primera es la idea de LAS EXPECTATIVAS, pues es necesario tener mucho cuidado con las expectativas que podemos llegar a tener con respecto a nuestros alumnos, evitando la profecía autocumplida y el efecto pigmalión. Estas expectativas es necesario cuidarlas tanto en nuestro desempeño en el aula, como con las familias quienes en algunos casos son los que tienen bajas expectativas de sus hijos, así como con nuestros compañeros de profesión. Desde esta perspectiva, en ocasiones a pesar de ver la realidad del niño en todo momento me confieso pedagígicamente optimista y esta perspectiva me ha llevado a conseguir que mis alumnos me sorprendan día a día, demostrándome que ellos son capaces de superarse mucho más de lo uno pudiese imaginarse al principio.
– La segunda idea es la de que la CALIFICACIÓN HA DE IR ACOMPAÑADA DE UN INSTRUMENTO O ESTRATEGIA que le sirva al alumno o alumna para superar esa dificultad. Es decir, son ellos los que tienen que superar dicha dificultad pero tienen que saber que confiamos en que las superen y por ello les exigimos y les proporcionamos aquello que pueda facilitar dicha superación. En mi caso, me proporcionaron un diccionario en la universidad. Yo suspendí de nuevo por faltas de ortografía la asignatura de lingüística y, mi profesora en ese momento me propuso como examen de recuperación hacer una redacción sobre mi historia académica relacionada con la ortografía. Recuerdo como si fuera hoy, que al lado de la hoja en blanco me dejó un diccionario y a continuación me dijo que en adelante tendría que comprar uno y estudiar con el. Nunca antes había utilizado uno para estudiar y hoy en día lo consulto incluso delante de mis alumnos en clase.
– Por último, también creo necesario destacar en cuanto a las calificaciones, la importancia de trabajar en el aula la superación de la frustración, la resiliencia y la inteligencia emocional, siempre enfocado desde la superación de uno mismo y nunca en términos comparativos con los demás
Las actitudes sádicas son muy dañinas en educación.,
No sé cómo puede dedicarse a esta tarea una persona que disfruta haciendo sufrir a los alumnos.
El caso de esta chica es paradigmático.
(Perdón que antes se me cortó el comentario, sin haberlo terminado, en el momento lo estaba intentando corregir)
– También considero importante DEMOSTRARLES A LOS ALUMNOS QUE SON BUENOS EN ALGO, es posible que se les den mal las matemáticas o el lenguaje, pero también es posible que destaquen en música o psicomotrizmente, etc. Desde esta perspectiva creo necesario formarse mucho en la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner, a mí al menos, me ayudaría a conseguir que mis alumnos sean conscientes de sus fortalezas para que puedan aceptar mejor sus dificultades. Soy de la opinión de que todo el mundo es bueno en algo, yo tuve suerte porque en mi caso era muy buena en matemáticas, y la asignatura de matemáticas es importante en la escuela. Pero, ¿cuántos genios, músicos, naturalistas, etc brillantes perdemos por no saber valorar su potencial?
Un saludo desde Asturias y que tengan todos un buen sábado. Un abrazo.
Estimada Susana:
Gracias por tu comentario (en dos partes igualmente interesantes).
Comparto contigo en que hay que trabajar las repercusiones psicológicas que tiene la evaluación.
Precisamente estoy terminando de escribir un artículo sobre esta cuestión. Se titula CORAZONES, NO SOLO CABEZAS EN L UNIVERSIDAD.
Tú lo dices muy bien: «trabajar en el aula la superación de la frustración, la resiliencia y la inteligencia emocional, siempre enfocado desde la superación de uno mismo y nunca en términos comparativos con los demás».
Muchos besos.
Muchas gracias.
MAS
Querido Maestro!
Ni que decir tiene que estoy totalmente de acuerdo con las reflexiones que hace sobre lo que yo llamo descalificaciones inoportunas ,dañinas, que provocan en la persona destrucción o superación según la fortaleza de la persona en quien recaen esas notas.
Lo compara con la vida en otros ámbitos.Hay quíén destruye a las personas en los temas afectivos utilizando con toda clase de artimaña y las premisas de la destrucción y el miedo.
Son seres malvados de baja autoestima que perciben la ingenuidad y la bondad de las personas y las utilizan para hacerles creer que son seres sin recursos sin valias y sin criterios.
Es el ciclo de los malos tratos psíquicos que destruyen lo mismo en la enseñanza que en la vida cotidiana.
Un lastre que se lleva en el corazón en un periodo largo del tiempo.
Las personas deberían avivar las capacidades empáticas y ponerse en el lugar de las personas que sufren esta clase de maltrato.
La experiencia personal avalan mis pensamientos y lo duro que ha sido sobrevivir a esa clase de calvario.
Sin embargo a lo largo del tiempo las experiencias negativas evolucionan a positivas y te hacen ser mejores personas, tener el alma generosa y el corazón grande.
El trabajo, la resiliencia, el entusiasmo, la generosidad,el esfuerzo, la voluntad y las ganas de vivir son mis banderas.
Se puede salir de ese laberinto, sin duda alguna, con tesón y esperanzas.
Sin más con un afectuoso saludo me despido,tenga una buena semana!
Yo cosidero la evaluación un tema muy complicado. Parece ser que la evaluación es inevitable. Hay que evaluar. El problema es qué es lo que hay que evaluar y cómo llevar a cabo ese proceso para que sea lo más justo posible. La mayor parte de evaluaciones son sólo de conocimientos, como si nuestro cerebro fuera el disco duro de un ordenador. La evaluación continua, abarcando lo más posible toda la personalidad del sujeto, me parece lo más adecuado. Si se hace una evaluación continua, ¿a qué vienen después los tormentos de reválidas y pruebas parecidas impuestas de fuera y que no son más que una desconfianza en la labor del profesor?
Las evaluaciones siempre llevan consigo la comparación. No sé cómo se puede evitar eso, pero es nefasto. Eso crea una impronta en los alumnos que no la sacudirán en toda su vida: yo soy inferior a la mayoría…, yo soy superior, pobrecitos los otros…No digo nada de la época de los cuadros de honor en los colegios.q
Hoy la evaluación se ha extendido al mundo laboral, llamada curriculum con sus entrevistas evacuatorias. Otro tormento que no sirve para nada hasta que uno no demuestre sus capacidades en la realización de un trabajo.
Finalmente si se evalúa,¿para qué es? ¿Para quedarnos en que éste es tonto y el otro listo o cosas así? Una evaluación si no va acompañada de un programa de recuperación de las deficiencias,¿qué objetivo tiene educativamente?
Personalmente pienso que en primaria no debía de haber notas sino una acción del profesor tratando de sacar lo mejor de cada alumno.
Gracias Miguel Ángel por tus reflexiones semanales.
Amigo Miguel Ángel: tratas en esta semana, de nuevo, un tema que considero crucial en el ámbito educativo como es el sistema de evaluación.
Desde que era estudiante de Arquitectura en la Universidad de Sevilla, y entre mis ilusiones era dedicarme también a la docencia, entendía que tenía que existir un sistema de evaluación y calificación distinto al que conocíamos los que estudiábamos en una carrera tan dura.
En el artículo comentas un caso que en cierto modo es surrealista, pues en los criterios cuantitativos la valoración más baja es el cero.
Yo te voy a contar otra experiencia que sufrí y que te vacuna para siempre contra las injusticias y arbitrariedades.
Tras haber superado con enormes esfuerzos los dos primeros cursos, dado que era selectivos y si tenías alguna asignatura pendiente no podías matricularte en el siguiente, llegué a tercero. Pues bien, en la asignatura de Física y en el examen final, dado que no había parciales, el titular de la misma nos pide que antes de hacerlo le presentemos el carné de estudiante universitario para poder realizarlo.
¡El carné universitario! ¡Nadie, nunca, se nos había pedido!
Que tenga constancia, no perdí ninguna clase en todo el curso, por lo que no entiendo cuándo pudo haberlo dicho algo relacionado con ello en clase.
El profesor, lisiado de la Guerra Civil, me conocía dado que éramos unos 30 estudiantes y yo asistía siempre en clase.
Le pedí por favor que me lo dejara hacer y que al día siguiente se lo presentaría. ¡No, de ningún modo!
Salí del aula todo alterado; cogí un taxi para casa; estuve buscando el dichoso carné hasta que lo pude encontrar; volví a la calle para buscar a otro taxi; me incorporé con hora y media de atraso; hice el examen muy bien hasta que el profesor dijo que se había terminado el tiempo; le pedí, por favor, que me dejara un poco más… pero su respuesta: ¡No!
Resultado: suspenso. Consecuencia: todo el verano para estudiar y “disfrutar” del calor de Sevilla.
Hoy llevo casi cuarenta años en la Universidad de Córdoba, y desde el primer día, contra viento y marea, he llevado un sistema de evaluación continua y formativa, a pesar de que eso suponga mucho trabajo (bastante más que los exámenes en forma de test que ha impuesto una parte del profesorado de la Facultad, para dedicarse a temas que, según algunos interesados, les son “más rentables”).
Bueno, no importa que sigas insistiendo en la evaluación, en la que eres un experto, pues siempre habrá que volver al mismo.
Un abrazo desde Córdoba en un esplendido día.
Querido Aureliano:
Sé de tu integridad profesional y de tu coherencia extrema. Siempre me he sentido orgulloso de conocerte y de saber que cuento con tu amistad.
Ojalá hubiera muchos profesores como tú en la Universidad.
El hecho que comentas muestra de forma palmaria que la evaluación encierra poder y que el poder se puede utilizar de forma arbitraria y cruel.
Qué sensación de impotencia.
Hay que seguir en la brecha cada día.
Un gran abrazo.
MAS
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Hola a Miguel Angel Santos y a todos los que le seguís.
Una vez leído el artículo de esta semana, mi cabeza ya no pudo parar de maquinar; qué complejo,qué vital, el inicio y el final de todo acto humano.Me apasiona, me cabrea, me procupa.
He salido a caminar, no pasear, hasta llegar a la Playa de Riazor; pero, Galicia y primavera, se ha puesto a llover un poquito, y he tenido que dar por terminada la caminata-reflexión con la Torre de Hécules a la vista, y clasificaciones, calificaciones,opiniones, críticas, justicias e injusticias,VALORACIONES, cuantificaciones, cualificaciones. Qué lío todo. Las notas, aprobar, supender; no quiero entrar en lo escolar, en lo que hay que aprender; no quiero entrar en responder a las preguntas del periodista, (qué, quién, cuándo,…).
Mi hijo de 8 años me dice-pregunta: si Dios hizo todo el universo, quién hizo a Dios.
Mi bisabuela, hace años, llevándola yo en coche por unos pueblos no muy lejos del nuestro, comenta: cánto mundo hai por ahí arriba, refiriéndose a la cantidad de sitios y gente que existe y ella no conoce.
Todos estamos condenados a valorar gente,actos, cosas, vida.Y también somos valorados.
¿Estamos todos igual de preparados para criticar-valorar según lo qué?
¿Disponemos todas de las mismas armas-medios-formación para valorar qué cosas?
Como decían Tip y Coll, hablemos del gobieno, hablemos de política, hablemos de la vida diaria.
Poque las estructuras dentro de las que todo se mueve nos vienen dadas por lo que nadie quiere; a mí de política no me hables, no me interesa, soy apolítico, yo no voto. No votes, otros lo harán por ti.
¿En dónde está la toma de decisiones?¿Quién decide cuánto vale mi trabajo?¿Hay democracia en España? Esperad. ¿Qué es la democracia?¿Qué deben saber los alumnos?
El lenguaje. Crecimiento negativo. Todo cambia para que todo siga igual. Hay que llegar rico a la política para estar vacunado contra el robo. Estoy en política para servir al pueblo,no cobro demasiado pues en lo privado podría ganar más. NI DIOS DEJA EL SILLON, aunque lloren y sufran, y se insulten. Esto lo arreglamos con una ley. Debemos apretarnos el cinturón todos, ser patriotas.
¿Cómo cambiar unas estructuras? ¿Desde dentro o desde fuera? O ambas.¿Y si entro y la estructura me come, me cambia? Adiós cambio.
Llega al final la película de Robert Redfor con toda la maquinaria del partido cansada, y dice: bien, hemos ganado y estamos aquí;¿ y ahora qué?
Se ganan elecciones como campañas publicitarias, o para promocionar una película; qué pena. ¿Y LAS IDEAS? ¿Y EL PROGRAMA? ¿LA CONFRONTACION DE CANDIDATOS CON LO QUE LOS DIFERENCIA?
El que era sigue siendo.Los otros en su sitio.La clasificación escolar tiene éxito.Lo conseguido perdido.
¿Somos ciudadanos? No veo diferencia entre los trabajadores hoy y los esclavos en tiempo de los romanos. Un circo amplio en donde nos batimos para complacencia de nuestros amos.¿Qué es mejor cobrar 300 euros o nada? Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Pidamos perdón y paguemos nuestra penitencia.A penas nos mantienen vivos para poder seguir trabajando en sus dominios y bajo sus normas.
¿Qué desearías para tus hijo? Que sean felices.
¿Eres racista? No
¿Somos sinceros con nosotros mismos o nos hacemos trampas queriendo o sin darnos cuenta?
La evaluación, la vida misma. Compleja y siempre queriendo simplificarla. Si no lo puedo medir, no lo puedo evaluar. Sino entra en la evaluación, no es importante.Para mí, lo importante en educacion no es cuantificable, sí valorable; pero con pesas y metros hasta podemos sacar decimales.Los alumnos esto lo aprenden muy rápido. No van al cole a «aprender»,van a hacer cosas para superar exámenes, para superar cursos y ver hasta dónde llegan; rango de esclavo, rango de emprendedor; rango de universitario emigrado,…
Un abrazo a todos, en especial a los compañeros en huelga por una valoración justa de su trabajo, por su defensa de los abusos, por la defensa del futuro de sus hijos. Qué mala es la avaricia.Veremos si somos ciudadanos o esclavos.Decía uno que no es lo mismo el cambio que el recambio.Decía otro, no os voy a defraudar. Y uno de al lado: el capitalismo ya nunca volverá a ser lo que era.
Déjenme que le haga otro agujero al cinturón.
Estimado profesor:
He leído el artículo y me parece muy interesante, más abajo daré mi opinión sobre él. Primero quería compartir con usted lo que sentí ayer en la charla que dio en Burgos.
No pare de reírme y de disfrutar de las palabras que compartió con nosotros. Era la primera vez que tenía la oportunidad de verle y me lleve una grata sorpresa. Me pareció fascinante la como comunicaba sus opiniones, como hizo que pareciera fácil algo que supone un gran esfuerzo, y la forma de llegar a la gente y de trasmitir ilusión aparte de otras cosas.
Me ha hecho recuperar una pasión que tengo un poco aparcada, no tanto por deseo sino por las circunstancias. Enhorabuena por la conferencia y gracias por el regalo que nos hizo, -nos comimos su caja de galletas haciéndola nuestra sin saber que realmente era suya-.
En relación con el artículo; me parece que a veces el profesor puede caer en olvidarse de la enorme responsabilidad que hay en sus manos y las consecuencias que tiene como actúa, como habla y lo que trasmite a los alumnos. Es una pena que a veces se entienda la profesión docente como un puesto de trabajo más que garantiza un sueldo todos los meses. No creo que pueda calificarse con menos nada cualquier tarea sino hay intención de menospreciar al otro. El profesor tiene la oportunidad de trasmitir la pasión por la enseñanza y de poner en las manos del alumno el disfrute del aprendizaje.
En mi caso los ceros eran una calificación con la que tenía gran afinidad y que me acompañaron mi etapa educativa formal. Estas puntuaciones reflejan mi falta de interés por la escuela, sentido por mí y no transmitida por los maestros. Esta desconexión con el exterior que hacía patente las notas y mi actitud en el aula me llevo tener una visión de la realidad bastante sesgada. Algo que desemboco en tener contacto con legiones, calabozos y algún tiempo apartado de la sociedad.
En este momento me planteo doctorarme y disfruto de seguir aprendiendo. Como la compañera del menos uno, no fue suficiente que la valoración de los profesores para llegar a pensar que uno es valioso. Su exposición me hizo volver a ver la alegría y la ilusión por la enseñanza que en la actualidad está algo olvidada por las quejas.
¡Enhorabuena por la charla!!!! y muchas gracias de nuevo.
Querido Jesús:
Muchas gracias por tus generosas palabras.
No sabes cuánto me alegro de que mis palabras te hayan hecho recuperar la ilusión. Ningún regalo o pago podría ser más valioso para mí que tu comentario.
Adivino detrás de un palabras un magnífico corazón de un educador que en su momento fue herido pero que ha sabido restañar esas heridas a base de fuerza, de bondad y de compromiso.
Ojalá disfrutes compartiendo tu saber, tu optimismo y tu amor.
Un gran abrazo.
MAS
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Buenas a todos:
Simplemente y paradójicamente, «evaluar para aprender»,
«evaluación para el aprendizaje»,
La evaluación encierra poder y, por consiguiente, es peligrosa. Así lo muestra el texto de hoy.
Una alumna que es calificada así queda marcada por esse estigma cruel que encierra el hecho de poner menos de cero en la calificación.
Ella lo expressa muy bien. Claro, le há psado. Y por consiguiente sabe muy bien en qué consiste el dolor.
No sé lo que hicieron sus padres, pero era como para ir a las autoridades educativas pidiendo responsabilidades. Digo esto no solo por ella, sino porque quien actúa com una persona así, es fácil que lo haga sempre com quien se le antoje. Y no hay derecho.
Qué bien traer a consideración de los lectores el tema de la evaluación. Porque el professor es rey de horca y cuchillo. Los alumnos participan poco en las decisiones, Les toca ver, oír, callar y aguantar. Porque si se quejan es peor.
No debería ser así.
La evaluación podría utilizarse oara ayudar y no para machacar como sucedió en el caso de la protagonista de la historia de hoy.
Ya sé que la evaluación es un processo difícil y arriesgado.
Yo tengo mucho temor a causar problemas a mis alumnos y por eso procuro hablar com ellos sobre su percepción de las calificaciones.
Creo que hay que preocuparse más por los efectos que estas acarrean en el autoconcepto y la autoestima, en la esfera de los se4ntgimientos y en los comportamentos que siguen a la información.
Una nota mala no quiere decir que el alumno sea tonto, pero él puede concluir que es así. No lo sabremos si no hablamos com ellos.
Querida Marta:
Creo que hay mucha pasividad en los alumnos y en los padres. Hay poco diálogo y poca exigencia.
Deberían ser mayores y mejores los canales de comunicación de los alumnos y de las familias con el profesorado.
Una comunicación respetuosa pero exigente. Nos vendría bien a los docentes para reflexionar y para mejorar.
En mi libro LA EVALUACION COMO APRENDIZAJE (Narcea, 2015) hay un capítulo que se titula: La evaluación de los alumnos, un proceso de aprendizaje para los profesores.
Claro, si la sabemos utilizar.
Hola, buenas tardes!!No puedo estar más de acuerdo con esta crítica sobre esta calificación, o mas bien debería decir sobre este/a docente.
Soy estudiante de pedagogía y hay un término que nos explicaron en una asignatura de la carrera que viene acorde con esta situación, el efecto pigmaleón, que es la creencia que tiene una persona y puede influir en el rendimiento de otra. Esto es justo lo que ha pasado en este caso, el profesor /a le ha hecho ver a esta alumna que no vale nada y ella se lo ha creído hasta tal punto de encontrarse en una situación dramática. Muy mal por parte del docente, actitud destructiva y desinteresada por la formación de sus alumnos.
Yo creo que este/a docente no ama su profesión y no es consciente del poder que tiene, el poder de influencia. ¡¡Enhorabuena por la entrada!!Un saludo.
Muchas gracias, Rubén.
Me preocupa que los estudiantes de Pedagogía y Magisterio que veis las cosas claras como tú, que hacéis críticas sagaces como la tuya y que -algunas veces- habéis vivido en la carne experiencias negativas, las repitas en vuestras prácticas cuando seáis profesores.
¡En cuántas clases he visto críticas acercas contra los exámenes! Pero he visto luego que algunos de esos críticos han hecho exámenes del mismo tipo que los que criticaron tan pertinentemente. Creo que es muy importante aprender de la experiencia.
Un abrazo.
MAS
Dolorosa experiencia la de la alumna protagonista, por parte doble, o triple, por la profe decimal, por la incomprensión familiar, ¡que duro!, y por la convivencia entre iguales. Y gran fortaleza, ¡admirable!, para poder superarlo.
Enhorabuena por no caer donde te querían tirar, y saberte levantar para mostrarnos que es posible levantarse, restañar las heridas y salir fortalecido/as de los despropósitos de los burocratas con poder que nos rondan, y a veces, nos pisotean.
Gracias, Maestro, por sus sabias reflexiones, que a todos nos enseña. Cada sábado una gran lección, sin desaliento y con alegría. Muchas gracias.
También fuí sufridor en mis tiempos escolares de algunas experiencias similares. He recordado algunas con esta lectura. También pude superarlas. Algunas forman parte de mis batallitas para mis hijas y sus amigos. Pero siempre procuro comunicarles fortaleza para resistir, con calma y seriedad, y capacidad para sobreponerse a todos los obstáculos.
Mi mensaje favorito es el de que lo importante no es lo que les hagan o quiénes se los hagan, sino que su esfuerzo por estudiar, ¡que lo es y mucho!, (casí nada más de diez años de escolarización obligatoria, más los 2 de bachillerato, y los que se suman de Universidad, y ahora 2 más de Master, ¡Díos bendito!, más de media vida en la escuela, ¿es que nadíe se está dando cuenta de todo esto?), es para aprender, que eso es lo más importante. Que cada día es una gran oportunidad para saber más, que esa es la gran meta.
Los resultados han sido positivos. Van bien, tan bien, que en la última visita de padres por la segunda evaluación de la más pequeña, una profe, muy buena persona por cierto, comentó algunas quejas de comportamiento que le parecían muy serías, pero luego trató de quedar bien señalando que así y todo era la mejor alumna que tenía en su grupo, donde está este año por primera vez y en una materia tan compleja como la Física y Química, y que seguro que era por las clases particulares, pero se quedó de piedra cuando se le informó que no, que ella no está en clases particulares, y que en casa tampoco es que nos pregunte demasiado, aunque cuando lo hace procuramos ayudarle según nuestras posibilidades.
Es una tarea muy compleja el evaluar cualquier cosa, pero en la docencia, como nos indica este precioso artículo, además hay que hacerlo con mucho cariño, para no dañar sentimientos infantiles o juveniles, que puede derivar en una aversión u odio al aprendizaje y al conocimiento, que es sin duda, el mayor fracaso posible que puede sufrir la Educación.
Me parece triste la experiencia de esta alumna, y considero que como bien dice el autor, no todas las personas tienen el don de dar clase. Los profesores deben tener las habilidades y los valores necesarios para enseñar de manera que no perjudiquen a los alumnos, sobre todo en edades tempranas, ya que los alumnos están en pleno desarrollo.
Actualmente estoy cursando 3º de Pedagogía, y como estudiante universitaria, decir que la evaluación sí que tiene efectos pragmáticos, ya que tanto yo como muchas otras personas vivimos con cierta ansiedad el hecho de conseguir la nota adecuada para obtener la beca, ya que sin beca no podemos estudiar.
Pienso que ni siquiera un 0 se debe poner si se ha intentado hacer algo, no lo veo necesario, ya que un 0 significaría que no has hecho absolutamente nada. El hecho de calificar con un -1,17 me parece una barbaridad y totalmente negativo para la alumna, ya que esa calificación significa fracaso total. Por otro lado, estoy de acuerdo en que nada más por asistir a clase y poner esfuerzo, las notas deberían ser superiores a 5. No todos tenemos las mismas capacidades a la hora de aprender, y por ello, creo que ayudaría mucho hacer una evaluación individualizada de acuerdo con las necesidades educativas que tenga cada alumno.
Soy un alumno de educación infantil que ha tenido la suerte de asistir a una de sus conferencias en la Universidad de Málaga recientemente (en mi clase en particular). Me gustaría felicitarle, porque su conferencia me ha inspirado para seguir en esta carrera, ya que según el trato de los profesores no me inspiraba a ir a clase, junto a diversos problemas familiares que me han surgido durante el curso.
Comentándole acerca de su artículo, las calificaciones no solo dependen de los conocimientos del alumno, ya que los profesores no se preocupan de como se sienten los alumnos en sus clases.
En mi caso, no me siento a gusto ser el único chico de clase; es decir, recibo un trato distinto tanto por profesores como con el resto de alumnos. Me explico:
– Al ser el único chico, los profesores generalizan y al hablar a la clase dicen: ¡Chicas, prestar atención!, cosa que me molesta bastante y considero falta de educación.
– En segundo lugar, destacaría lo controlado que me tiene los profesores al destacar físicamente por ser chico: control de asistencia, «discriminación´´ (por así decirlo), etc. Una anécdota de este curso en una asignatura es: En un principio éramos tres personas en un grupo de trabajo, del cual una alumna ha dejado la asignatura por diversos motivos, y los dos alumnos restantes del grupo estábamos a expensas de que la profesora nos colocase en otro grupo (hecho que tardó un mes sin realizar). Mientras tanto, los demás grupos avanzaban con las prácticas y actividades que mandaba la profesora, mientras que mi compañera y yo no pudimos hacer al no tener grupo. Al comunicarle de nuevo a la profesora que no teníamos grupo (cosa que ya debería de haber resuelto ella) nos dijo que estábamos muy perdidos y que deberíamos ponernos al día (bien visto por ella y su retraso en la organización que dijo que tendría). En consecuencia, hemos tenido que entregar varias actividades con retraso (cosa que no se si repercutirá en la evaluación final, que seguramente influya por su culpa; pero en fin).
– En tercer lugar, destacar lo apartado que me siento en la clase en la que me han asignado. No solo por el trato que recibo de la gran parte de las alumnas, si no también de profesores. Me siento sólo en clase, como aislado. Todas mis compañeras tienen un grupo con el que juntarse, yo no. Y lo he intentado, pero por el simple hecho de no ser mujer, creo que no me toman igual.
Ya ve que no solo la calificación es lo que importa en una evaluación, sino también el estado de ánimo que los alumnos tiene en las diferentes clases que se imparten, y la comprensión que tiene los profesores con sus alumnos. Hablan mucho de si se debe evitar la discriminación, cuando yo la percibo «en cierto modo´´ hacia mi persona en una clase ya universitaria.
Me gustaría saber que opina al respecto.
Gracias por su atención y perdone las molestias.
Le dejo mi e-mail por si desea responderme: brunococh95@hotmail.com
Un cordial saludo.
Querido Bruno:
Te contesto a través de tu correo particular.
Un abrazo, gracias por tus palabras y mucho ánimo.
MAS
Estoy totalmente de acuerdo, hay que pensar antes de poner una nota. No podemos herir de esa manera a un alumno, cuando suceden este tipo de calificaciones lo correcto es reunirse con el alumno y ver que ha pasado, pero no ponerle un -1.17. Me parece humillante para el alumno. A veces el docente también tiene que ponerse en el lugar del alumno. Un docente que no hace eso, no es bueno en su profesión o hace ver que no le gusta, ya que para educar hay que amar la educación y amar el enseñar y el aprender de nuestros alumnos.
¿Y dónde queda la evaluación continua? Ésa que permite al profesorado evaluar el ritmo de aprendizaje de sus alumnos, la adecuada adquisición de los contenidos transmitidos y, además, proporciona información valiosa para (en caso de ser necesario) modificar aspectos metodológicos e incluso reforzar los aspectos no aprehendidos.
Una evaluación rigurosa no sólo ha de estar presente en la corrección de un examen escrito, sino en el propio día a día de la realidad educativa.
Por otra parte, si la calificación habitual viene siendo de 0 a 10, ¿cómo puede justificarse esta calificación (negativa)?
Es muy interesante la idea que expresa en este post, estoy totalmente de acuerdo en que la evaluación puede influir de muchas maneras en los alumnos, tanto positiva como negativamente según la calificación que reciban. No obstante, por mi experiencia como alumno, una mala calificación no siempre implica un impacto negativo en el alumno, sino que en ocasiones esta calificación más que reducir la autoestima (que también) provoca un efecto totalmente contrario, ya que el alumno despierta un espíritu renovado a lo hora de enfrentarse a una futura calificación, ya sea por el hecho de no decepcionar a sus seres queridos o bien por “dar en la boca” al profesor.
Por supuesto, todo depende de cómo se lo tome cada uno, de la estabilidad emocional que tenga el alumno, de su auto concepto… y muchísimos más factores que pueden influir en la reacción de cada persona.
En mi opinión, algunos profesores han olvidado la verdadera esencia de la evaluación, lo que significa realmente evaluar, utilizándola para recompensar o para castigar al alumno.
Un saludo, Jesús Vicente alumno de 3º de Pedagogía.
La evaluación forma parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, por lo que no puede concebirse como una acción final aislada de éste. Asimismo, la evaluación conlleva múltiples repercusiones en la persona evaluada, por lo que se debe tomar consciencia de la importancia de realizar la evaluación con rigurosidad y objetividad, sin olvidar la importancia de una evaluación cualitativa, puesto que es tan útil y necesaria como una evaluación cuantitativa.
Me ha resultado escalofriante ese -1.17 que se le otorgó a aquella alumna, pues considero que es una calificación innecesaria, cruel y desproporcionada, independientemente de los fallos que hubiera cometido. De hecho, me parece una actitud desoladora por parte del docente, aniquilando, muy probablemente, el interés por mejorar y seguir aprendiendo que, a fin de cuentas, es el principal cometido.
Cristina G.