La ganzúa de los corazones

4 May

He vivido un año en Galway (Irlanda). Llevaba en coche todos los días a mi hija al Colegio. Para llegar desde la casa hasta la puerta de entrada teníamos que incorporarnos desde una pequeña calle adyacente a una arteria principal. A esa crítica hora (ocho y media de la mañana) había diariamente un importante atasco.

La cortesía es la ganzúa de los corazones

Me resultaba chocante que al llegar al cruce en el que teníamos que entrar en la vía principal, la amabilidad de los conductores y conductoras facilitara al máximo la rapidez de la incorporación. Veías con agrado el gesto amable del conductor o conductora que se detenía y parecía decirte de forma inequívoca:

– Pase usted, por favor.

Hace unos días, al salir del complejo de ocio malagueño Plaza Mayor, había un gran atasco. Era la hora de salida. Me costó casi cinco minutos entrar en la riada de coches. Nadie se detenía y te invitaba a pasar. Todos se arrimaban al coche que iba delante para impedirte el paso. Hasta que cambié la espera por otra inevitable estrategia: ir metiendo el morro del coche poquito a poco hasta poder entrar. Con el consiguiente pitido del que venía detrás.

Este hecho, que no es casual, me hizo pensar. Porque creo que se trata de una constante. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no somos más amables, más corteses, más amigables? No solo en el coche, sino en general, en la vida.

En Irlanda apenas se oye el sonido del claxon. Mi hija, que tenía entonces siete años, me lo hizo notar.

– Papá, aquí nadie toca el claxon.

Aquí, basta que te detengas una décima de segundo en un semáforo que se pone verde, para que te piten cinco coches, te hagan un corte de mangas si te adelantan o te sueltan un exabrupto bajando la ventanilla.

– Imbécil, te gritan mirándote como si hubieras cometido un delito.

Alguien me ha contado que un conductor se había olvidado de quitar el intermitente de la derecha. El que iba detrás, al ver que se trataba de un olvido y no del aviso de un giro inmediato, le dio varias señales con las luces, para avisarlo. Al comprobar que no se daba cuenta, se puso a su altura, bajó la ventanilla y le avisó:

– Oiga, que se le ha olvidado quitar la luz del intermitente derecho.

Al ver que el conductor le hablaba desde el coche vecino, bajó con rabia el cristal de la ventanilla y le espetó:

– ¡No me sale de los cojones!

El conductor que le seguía quiso hacer un favor al supuesto olvidadizo, y el beneficiario se lo agradeció con un bofetón.

Creo que debemos cuidar más las formas de convivencia. Ya sé que estos pequeños detalles, al lado de los casos de corrupción y de los atropellos de los que somos víctimas hoy día, pueden parecernos una cuestión intrascendente e, incluso hipócrita. No lo creo. Pienso que el respeto a la dignidad de las personas exige el cuidado de las formas, de los pequeños detalles. Se insiste poco en ello tanto en las familias como en la escuela.

En la familia, además de con el ejemplo, hay que insistir con la palabra en que es necesario mostrarse amable, ser educado en el sentido más profundo de la palabra. En la escuela es necesario practicar, exigir e insistir en la necesidad de cuidar las formas, de ser exquisitos en los detalles.

Creo que este cuidado de los detalles llevará y propiciará los comportamientos éticos en cuestiones de más envergadura. No comparto la idea de que estando la sociedad viciada por hechos horribles estas pequeñas muestras de respeto carezcan de importancia.

La cultura de los detalles se puede practicar a todas horas, con conocidos y con desconocidos. Hay quien se muestra encantador con los extraños mientras trata a baqueta a los que tiene cerca. A otros les sucede lo contrario: solo les importan los amigos y familiares. Mi postura es que hay que practicar la amabilidad con todo el mundo.

Esa amabilidad reiteradamente manifestada nos hará mejores. Las muestras de afecto nacen de un corazón generoso pero, s su vez, lo ennoblecen y agrandan. Por eso la amabilidad causa efectos positivos en quien la recibe y en quien la practica.

Saludar, ceder el asiento. dar las gracias, sonreír a quien te ayuda, orientar amablemente a quien pide información, no ensuciar las calles, ceder el paso… En definitiva, convertirnos en profesionales de la amabilidad. Dice Joseph Joubert que “la cortesía es la flor de la humanidad. El que no es bastante cortés no es suficientemente humano”.

Me cuentan de un trabajador de la Volvo que llegaba todos los días a la empresa y aparcaba en el lugar más apartado del parking. Al ser preguntado por ese extraño proceder, respondió que quienes llegaban tarde tenían más prisa que él y necesitaban aparcar en los lugares más próximos. Hermoso gsto.

La convivencia es la piedra angular de la democracia. La convivencia se construye sobre grandes actitudes y sobre pequeños detalles. La cultura de los detalles es el alma de la democracia. No tendremos probablemente en la vida la ocasión de hacer algo heroico por el prójimo, pero tenemos la posibilidad a cada hora de hacer la vida un poquito más llevadera, más amable, más hermosa.

La sociedad sería más habitable si todos y todas nos mostrásemos amables con las demás personas. “Palabra cortés significa amable pensamiento”, dice Ramón LLul. Respetar al otro. Tratarlo bien. Hacer fácil la vida de todos y de todas. No me gustan los individuos que son capaces de entrar después de ti por una puerta giratoria y salir antes.

Los antiguos tratados de urbanidad insistían en el cuidado de las formas. José Luis Carandell escribió en el año 2000 un libro de encargo titulado “La familia Cortés. Manual de la vieja urbanidad”. Dice en la introducción que fue coleccionado libros sobre el tema hasta conseguir la friolera de 300 ejemplares. Con tino habla de “ vieja urbanidad”. Y hace bien porque creo que hay que distinguirla de la moderna urbanidad. Creo que la urbanidad de hace años tenía un mucho de cursilería y un poco de falsedad.

Las formas debían respetarse, aunque los hechos importantes fueran atroces. El dueño trataba con exquisitez al criado, aunque le estuviera explotando de forma miserable. Y, si se planificaba un asesinato durante una comida de gala, había que guardar las formas para no importunar a los comensales. Véase este texto de Leonardo da Vinci:

“Después de que el cadáver, y las manchas de sangre, de haberlas, haya sido retirado por los servidores, es costumbre que el asesino también se retire de la mesa, pues su presencia puede, en ocasiones, perturbar la digestión de las personas que se encuentren sentadas a su lado; y, en ese punto, un buen anfitrión tendrá siempre preparado un nuevo invitado, quien habrá esperado fuera, dispuesto a sentarse a la mesa en ese momento”.

Es lo que sucedía con la mujer, que la normas de cortesía le daban prioridad para pasar primero, aunque en la vida estuviesen discrimina hasta extremos inverosímiles.

Yo me refiero a la urbanidad que nace y acaba en la dignidad de las personas. Hablo del cultivo de unas formas nacidas del respeto. Hablo de una vida en común asentada en la amabilidad y la consideración del otro, sea quien sea, como depositario de la máxima dignidad. Dice Alfonso de Ulloa que las palabras corteses son las ganzúas de los corazones Se trata de alejarnos, en la forma y en el fondo de la ley de la selva. Se trata de hacer de este mundo una casa habitable.

20 respuestas a «La ganzúa de los corazones»

    • Claro que he tocado el claxon. ¿Se trata de si yo lo hago o no?
      No es esta la cuestión.
      Sí te digo que procuro no hacerlo. Y que mi estancia en Irlanda me persuadió de que se vive mejor sin tanto ruido y tanta agresión.
      De lo que se trata es de caer en la cuenta de la importancia de las pequeñas cosas y de tener el propósito de cultivarlas para hacer una sociedad más habitable.

  1. Pienso que el aprendizaje de estos buenos modales a los que te refieres, está en la CONVIVENCIA, tanto a escala pequeña (con un hermano/a, compañero/a de clase…) como a escala mayor (grupo de amigos/as, reuniones familiares…). No nos olvidemos que estas dos escalas tienen un escenario fundamental dentro de la ESCUELA, ¡claro! El docente debe de cuidar siempre esos pequeños detalles de los que nos hablas, de darle la oportunidad a los alumnos/as para que los practiquen (las formas de convivencia), ya que, de acuerdo contigo, Miguel Ángel, la cuna de este aprendizaje está en el hogar de cada alumno/a.
    Hablando desde mi experiencia, mi padre es propietario de un bar, y ya desde chico (con 12-13 años), solía “echarle una mano durante los fines de semana, aunque fuese solo para secar los vasos. Esto me hizo tratar con clientes desde edad muy temprana y coger el ejemplo de mi padre (el cual lleva 33 años con el bar) aprendiendo de él diferentes estrategias de tratamiento con personas sobre todo adultas (sin darme cuenta). Unido a esto, también empecé a jugar desde que tenía 9 años en el equipo de balonmano de mi pueblo, que además de crecer como deportista, me hizo crecer como persona gracias a la CONVIVENCIA con mis compañeros y entrenadores. En estos contextos es donde aprendí a adoptar las “buenas formas de convivencia” hasta llegar a pulir los pequeños detalles que hoy me caracterizan como una persona agradable (siempre lo intente hacer lo mejor que puedo).
    Respecto a la situación geográfica, estoy también de acuerdo contigo. Este año me encuentro de Erasmus en Wroclaw (Polonia), y de lo primero que me sorprendió al llegar aquí fue el trato hospitalario que recibí por la mayor parte de los polacos/as. Es un país que vive mucho más “despacio” y con menos agobios que con los que vivimos nosotros (al menos en Andalucía). Aquí también es extraño escuchar el sonido del claxon, aunque resaltando que la red de transporte público es bastante buena con la ayuda de los tranvías, pero no se respiran esas “prisas” que probablemente sean la causa en muchas ocasiones de nuestros malos modales dentro de la convivencia. Un ejemplo claro, al que también quedé sorprendido, fue la espera de los peatones a que el semáforo se ponga en verde (para dar paso al peatón) aunque vean que no viene ningún coche. Pude observar un frío día de invierno, a las 2 de la madrugada, como en una gran avenida principal de la ciudad, había parados más de 10 jóvenes esperando la emisión de la señal del semáforo para poder cruzar, mientras no se observaba ningún coche a más de 200 metros. Mi intención era adelantarlos y cruzar aunque el semáforo estuviese en rojo, pero el simple hecho de observar que ellos no lo hacían, decidí esperar. Digo que me sorprendió porque quizás en Andalucía no andaba acostumbrado a verlo con normalidad.
    Quizás este es alguno de los pequeños detalles que hacen una convivencia más humana.
    Como dije anteriormente, el nacimiento de estos buenas formas está en la convivencia y qué mejor lugar para cultivarlo y pulirlo que en los hogares y en la escuela.

    Un saludo

  2. Totalmente de acuerdo, Miguel Ángel.
    El tema que tratas no es de menor importancia. Personalmente lo veo básico.
    La falta de urbanidad la podemos ver ahora hasta en la Universidad, donde la ausencia de formas de respeto básicas están a la orden del día, no solo en los estudiantes sino también en el profesorado.
    Te puedo decir que la última persona que conocí con una educación exquisita era una alumna de Guinea Ecuatorial; hoy gran amiga y directora de la Facultad de Educación de Malabo.

  3. Querido Maestro!
    Siempre sorprendente en sus relatos y que a esta personita en particular le viene como anillo al dedo.
    Llevo toda mi vida y ya tengo algunos años, practicando lo que usted llama la urbanidad,que para mi no es más que una fuerza interna brutal de amor hacía los semejantes, hacerlo no me resulta nada difícil y le aseguro que la recompensa es grande.Cuando ayudo siento un chute de adrenalina buena en el cuerpo, una sensación inmejorable de estabilidad emocional, un deseo de mejorar y aumentar mis actuaciones.
    No hay nada mejor que ser amable y humano con los demás.
    Siempre he dicho que las luchas individuales provocaran la mejora en el mundo en que vivimos y en eso me afano día a día.Usted me lanza las riendas.
    Agradecida por ello me despido con un cordial saludo.

  4. Totalmente de acuerdo en el planteamiento que hace el autor en este nuevo texto. La gran importancia de los detalles.
    Si fallamos en estas pequeñas cosas, ¿cómo vamos a responder en las grandes?
    Hay que entrenarse cada día.

  5. Es bueno y provechoso andar por otros lugares del mundo y observar que hay otros modos de hacer mejores y más respetuosos, y otros peores que debemos evitar.
    De acuerdo con el planteamiento de Miguel Ángel, más de una vez me ha emocionado la amabilidad de ciertos conductores, también he recibido lo contrario; personalmente, a veces me paso por un lado y otras veces por el otro.
    Buenas reflexiones las del artículo para pensar y mejorarnos. Gracias por ello.

  6. Es a la vez sencillo y dificil. Bastaría penar cómo nos gusts que nos traten a nosotros. Y hacerlo así nosotros con todos los demás.
    Todo el mundo sabe que si fuésemos asmables y afectuosos con los demás este mundo sería muy distinto.
    Hace falta esfuerzo, eso sí. Es más fácil abanodnarse a la comididad y a la pereza.
    A la larga, todos salríamos ganando.

  7. Querido Raúl:
    Gracias por tu testimonio, que comparto plenamente.
    Dices algo que, a mi juicio, tiene mucha lógica. Probablemente si hubieras estado en otro sitio esperando la luz verde y los peotones, antes de aparecer, hubiesen cruzado, tú les habrías acompañado. Pero ese grupo de diez jóvenes no lo hizo y tú tampoco lo hciciste. Está claro que en tu caso, como en muchos otros, la fuerza del contexto te arrastra.
    Es casi impensable que alguien tire al suelo una botella de plástico en la terminal 4 de Barajas. El suelo está reluciente y tan limpio que nadie se atreve. Digamos que ese ambiente de pulcrituz te invita a mantener el suelo limpio. Sin embargo, un bar que tiene el sueo sembrado de serrín, de cáscarás de mejillones y de huesos de aceitunas, invita a que dejes caer una servilleta.
    También coincido contigo en que las prisas son malas consejeras y son la causa de algunos malos modos.
    Una vez más, gracias por tu comentario.

  8. De nada, Miguel Ángel. Es un placer leer tus publicaciones cada sábado. Soy un gran admirador de tu trabajo ya que me siento muy identificado contigo.
    Gracias a ti.

  9. Aliño mi comentario con una anécdota real (está sacada del periódico escolar de mi cole en aquel año):

    “Un día del 2006. Salida del cole.

    Un joven circula con la ventanilla abierta. Los altavoces de su coche a todo volumen. La música realmente molesta a todo el mundo (también a él, aunque no parece darse cuenta… en pocos años padecerá una sordera entre leve y media). Le hago un gesto (me tapo los oídos cuando pasa a mi lado…). Para el coche. Eleva el mentón desafiante.

    – ¡Qué pasa!

    – La música -replico-. Algunos padecemos de los oídos y nos molesta…

    – ¡Pues a mí me mola…!

    Y se marcha acelerando a modo de provocación.”

    http://periodicole.blogspot.com.es/2007/05/ruidos-es-que-no-nos-importa-quedarnos.html

    Hay un grado patológico de autismo, de falta de empatía, en esas actuaciones (más frecuentes de lo que se supone)… ¿No pudo imaginar ese individuo el hecho cierto de que padecía una enfermedad en el oído que me hacía particularmente sensible a los ruidos? ¿Cómo se sentiría él si yo pasara a su lado enfocándole a los ojos y disparando con un flash, sin venir a cuento? ¿Aceptaría como argumento el que yo aliviara a gusto mis gases en su presencia alegando lo a gusto que me he quedado?…

    A esas elementales faltas de educación, que a veces se confunden con “libertades”, no se las da la importancia que tienen. Ya muchos comentaristas del blog han ahondado en este punto.

    Yo aliento la lucha diaria en “la buena educación”, todos esos minutos de conversación, de análisis en el aula, de valoración de los pequeños detalles (que se hacen grandes poco a poco). Y ¡todos! manos a la obra. Ya lo dice un refrán africano: “Hace falta una tribu entera para educar a un niño”. Y pongo en valor los tiempos y técnicas empleados en “comprender al otro”: habilidades sociales, role playing, expresión de emociones… ¡Sí que sirven, aunque muchos se empeñen en afirmar lo contrario… y así nos va!

    Y, en un guiño personal al autor de este blog, os sugiero la lectura la entrada que enlazo aquí:
    http://imagenx1000palabras.blogspot.com.es/2013/05/mocion-de-orden.html

    Miguel Ángel era, precisamente, el moderador en aquellas asambleas (y el gestor de la idea de la ciudad juvenil). El tema viene como anillo al dedo.

  10. Querido Jesús Marcial Grande:
    He leído de un tirón tus entradas. No he podido levantar la mirada, atrapado por tantos recuerdos, por tantas emociones.
    Cómo me alegro de que aquellos proyectos, aquellas ilusiones, hayan calado al menos en alguno de sus protagonistas.
    Tengo que decir que yo disfruté mucho, que puse en todo ello toda la ilusión y el empeño. Y que con vosotros todo era fácil y hermoso. Vosotros érais lo mejor que había en el proyecto.
    Me has emocionado con tu relato, con tus textos, con tus valoraciones y con tus atinados análisis.
    Me gustaría conocer todo lo que publiques sobre Walden 3 y sobre Edelweis.
    Yo conservo con cariño algunas revistas de aquella época.
    Un abrazo enorme y muchas gracias.

  11. Hace mucha falta eso que plantea el artículo. No se cuidan las formas, no se cuida eldetalle, no se tiene en cuenta que hay cosas que molestan a los demás.
    Yo difiendo las formas no porque se amante del protocolo sino del rspeto. Lo que hay que tener en cuenta es aquello que molesta al prójimo.

  12. Considero que una misma persona puede cambiar de un año a otro, incluso de una semana a otra su forma de ver la cosas, todo en relación de si las influencias externas hacen verle a una la vida de una forma u otra. Lo interesante sería conocer ambas culturas y costumbres profundamente, valorarlas de forma global…ya que no hay formas mejores que otras, pero si intenciones mejores que otras. Las formas de expresárse de una cultura a otra tienen significados distintos. Y lo que para una persona puede ser poco amable puede ser un síntoma de simpatía y alegría para otro.

  13. Las cosas pequeñas son, a la postre, grandes.
    Los pequeños detalles resultan imprescindibles para la convivencia.
    Pocas veces hay ocasión de hacer grandes actos en favor del prójimo pero los pequeños detalles podemos hacerlos a cualquier hora y con cualquier persona.
    Desarrollar la cultura de los detalles es un modo de perfeccionar la democracia.

  14. Hoy es un día de huelga en educación.
    Un día en el que hemos de levantarnos y gritar: ¡Basta ya! ¿Como es posible que quien hace una ley que pretende mejorar la calidad empeore las condiciones para alcanzarla?…
    Pero quiero decir algo sobre el artículo, los detalles y la educación. En Irlanda lepedían a los niños que diesen las gracias a los profesores por la clase. Se trata a mi juicio, de una hermosa costumbte, de un precioso detalle. Yo se lo preguntaba todos los días a mi hija: ¿has dado las gracias a tu profesora por la clase, por lo que te ha enseñado?
    Pienso que se se trata de una forma sencilla y precisa de valorar la tarea de los maestros y de la smaestras.
    ¿Por qué no la extendemos aquí, entre nosotros?
    Gracias.

  15. Me ha gustado mucho su artículo porque ha utilizado como metáfora el tema de la conducción para hacer referencia a la educación que tenemos en este país, ya que si no cuidamos y respetamos las normas de convivencia desde lo más básico, está claro que no podremos actuar con respeto y educación en nuestra vida diaria, como puede ser en ser capaz de ceder el paso a otro vehículo, o pararte en un paso de peatones cuando ves que algún peatón quiere cruzar la calle.
    ¿Por qué las personas del norte de Europa, de países como Finlandia e Irlanda, son educadas y respetuosas con el resto de ciudadanos? ¿Por qué en España no somos así? Pues la respuesta está clara, la educación. Si desde pequeños no nos han enseñado valores, no nos han enseñado a convivir con el resto de personas, no nos han enseñado a tratar a los demás con respeto y sólo nos han enseñado que en esta vida si quieres conseguir algo tienes que pisotear al otro, está claro el porqué de la actitud de unos y de otros, aunque también puede ser que la cultura de un país y otro también influya ante situaciones así.
    Con lo fácil que sería la convivencia si todos tuviéramos valores humanos, como el respeto y la solidaridad.
    Gracias por este artículo.

  16. Saludar
    Pedir por favor
    Dar las gracias
    Ceder el paso
    Ceder el asiento
    Sonreir
    Despedirse
    Hacer un favor
    Dar la mano
    Decir que aproveche
    No hacer ruido
    No hablar alto
    Ir limpio y aseado
    Decir que aproveche
    Felicitar el cumpleaños
    Hacer regalos
    Ayudar
    Estas son asignturas que debemos aprobar o, mejor que debemos terminar con nota sobresaliente.

  17. Recuerdo un libro que leí hace tiempo y que tenái el siguiente título “Lo pequeño es hermoso”. Me vale el título para glosar este artículo.
    El mundo sería otra cosa si cultivásemos los detalles, las pequeñas cosas de la convivencia.
    Es un ejercicio que podemos perfecccionar cada día.
    Se me dirá que habiendo problemas tan grandes detenerse en estas cuestiones es una pérdida de tiempò.
    No lo veo así. Pienso, más bien, que esta es la basa de la buna convivencia.

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