Lo que nos da la experiencia a todos, inexorablemente, son años. Pero no nos da automáticamente sabiduría. Un cosa es lo que nos sucede y otra lo que pensamos y sentimos acerca de eso que nos sucede. Hechos similares hunden a algunas personas y a otras las fortalecen.
Las personas inteligentes aprenden siempre. Las otras pasan por la vida sin enterarse de nada e, incluso, tratando de enseñar a todo el mundo. Todos conocemos a personas mayores que han ido haciéndose cada día más sabias a través de la experiencia. Y a otras que se han ido progresivamente cerrando al aprendizaje. Para que la experiencia se convierta en sabiduría hacen falta, a mi juicio, algunas exigencias:
Querer aprender. Para poder aprender hace falta partir del presupuesto de que se puede hacerlo. En parte porque no lo sabemos todo y, en parte, porque hay otras personas y situaciones de las que podemos aprender. No sé donde he leído un pensamiento del gran pintor Miguel Angel Buonarroti, cuando ya era un consumado y afamado artista: “Todavía estoy aprendiendo”.
Saber observar. Todos conocemos personas que pasan por la vida sin ver nada. Todo habla, pero ellas no escuchan. Para observar hace falta abrir los ojos y ver. Pero hace falta algo más: tener teorías que ayuden a interpretar. Si veo un partido de cricquet y no conozco las reglas que lo rigen, no entenderé nada de lo que sucede, aunque lo esté viendo desde una posición privilegiada.
Saber escuchar. Para aprender hay que escuchar. No es fácil hacerlo, aunque lo parezca. Es una tarea que, para hacerla bien, nos puede ocupar la vida entera. A la persona a quien vi escuchar con más perfección fue a Carl Rogers. El decía: “si un ser humano te escucha, estás salvado como persona”. Hay que aprender a escuchar.
Hacerse preguntas. Solo cuando se formulan preguntas se pueden buscar respuestas. Hay que hacerse preguntas constantemente. Hay que poner en tela de juicio lo que hacemos. Hay que cuestionarse lo que parece claro e indiscutible.
Reconocer los errores. Se puede aprender de los errores. Hay quien lo sabe hacer y hay quien no. La primera exigencia es reconocer el error. Si pensamos que estamos exentos de cometerlos, si creemos que no podemos equivocarnos, nunca aprenderemos. En segundo lugar hay que saber por qué se ha cometido, cuál ha sido la causa del mismo. Y en tener lugar, hay que tener voluntad de no repetirlo. No es humillante reconocer los errores. Lo triste es ignorarlos o negarlos y empecinarse en ellos.
Hacer autocrítica. No hay aprendizaje sin autocrítica. Existe una peligrosa utilización de la lógica. Llamo a este mecanismo lógica de autoservicio. Se trata de una forma de manejar los hechos y su interpretación con el fin de defender aquellas ideas y comportamientos que nos interesan. Hay que romper esa lógica para poder aprender.
Abrirse a las críticas. Las críticas suelen ser un excelente camino para el aprendizaje. Las críticas requieren del poder la generación de un clima en el que se pueda expresar libremente la opinión. No toas las críticas son certeras y bienintencionadas. Hay que saber valorar. Criticar no es demoler, es discernir.
Leer incesantemente. Y leer con criterio y actitud crítica. Hay que leer sobre historia, sobre cultura, sobre política. Es muy importante saber seleccionar las lecturas. Casi es más importante saber qué es lo que no hay que leer que lo que hay que leer. Digo esto porque hay profusión de escritos de calidad muy diversa. Hay que asomarse con perseverancia a la prensa escrita, sin actitud papanata, sabiendo discernir.
Compartir la experiencia. Explicar y compartir la experiencia propia y escuchar y analizar las experiencias ajenas. Ese es un buen camino para el aprendizaje. Podemos cruzarnos en la vida con personas excepcionales de las que podemos aprender. Y con otras que también nos pueden enseñar. Nadie es tan pobre que no tenga nada que dar y nadie tan rico que no tenga nada que recibir.
Pensar, analizar, argumentar con rigor. “Piensa, es gratis”, reza el título de un sugerente libro escrito por Joaquín Lorente y publicado por la Editorial Planeta. Dice el autor: “Pensar es nuestra energía suprema, y nuestros pensamientos, ajustados a cada circunstancias, son determinantes en la conducción de nuestras vida. Sin pensar seríamos simples vegetales; sin tratar de utilizar un mínimo de nuestra calidad pensante, puros animales”
Hay muchos intereses en juego, muchas trampas, muchas mentiras. Desde el poder, desde el comercio, desde la publicidad… se lanzan mensajes tramposos. Es obligado pensar para descubrir esos hilos que se tienden de manera, a veces, sibilina. Esos hilos no están ahí porque sí, porque Dios lo quiera o el azar lo haya dispuesto así. Están ahí porque interesa que estén ahí en ese momento. Muchas personas creen que a pie juntillas lo que se les dice, sin pensar que pueden ser errores o, o que es peor, mentiras.
Es preciso, como decía, abrir los ojos, ver debajo de la superficie, sospechar, recelar. Las abuelas de cuando yo era niño decían, cuando algo podía tener un doble fondo, una doble intención, una oscura trampas:
– ¡Lagarto, lagarto!
Creo que ese es un buen lema para la vida. Un lema que, practicado con inteligencia nos protegerá de muchos engaños. Hay que repetirse sin cesar:
– ¡Lagarto, lagarto!
Me preocupa el hecho de que las personas digan que acaban “quemadas”, que la vida es una porquería y que todo es una miseria. Y, sobre todo, que realmente acaben “quemados”. Cuando eso sucede hay que pensar qué es lo que ha pasado.
Hemos de ser aprendices crónicos. Porque de todo y de todos se puede aprender. Cuando veo un coche con la letra L en la parte trasera pienso que todos y todas deberíamos llevar esa letra de aprendices. Todos y todas con la L.
Es evidente, señor Santos.
Muchas gracias por este magnífico artículo.
Un saludo, y sigamos aprendiendo lo que podamos.
Buen artículo.
Lo afea la cita ,que se presupone literal ,de Miguel Angel Buenarotti (italiano) en ingles. Cámbielo usted y borre este comentario. 🙂
Enhorabuena por el artículo. Efectivamente, para poder aprender hay que querer hacerlo. Algunos creen que ya se lo saben todo. Esos no pueden aprender.
Saludos y buen sábado.
Que bien expresado. Los años dan experiencia… no necesariamente sabiduría. Gracias por transmitirlo.
Pili Biarge
http://www.cuadernodemaestra.com
¿Y si además de aprender de nuestra experiencia conseguimos aprender de la de los demás? Permitame la referencia a este otra entrada http://deducacionfisica.blogspot.com.es/2012/07/lo-que-nos-afecta.html que creo que complementa lo escrito. Buen verano para reflexionar.
Por supuesto! y de los errores de los demás también se aprende, además de aprender de los nuestros.
Me gusta el artículo. Un saludo!!
Como siempre, Miguel Ángel, un excelente artículo, en el que se unen la claridad de exposición, la capacidad de síntesis y el compromiso con unos sólidos valores humanistas.
Si hubiera que hacer alguna observación la realizaría en el sentido de que los apartados que describes no tienen todos el mismo significado o las mismas dificultades. En ese que expones como “Abrirse a las críticas” creo que haces referencia a una de las mayores dificultades que tenemos los seres humanos: aceptar las críticas que se nos puedan realizar.
Por mi parte, son contadas las personas que he conocido en mi vida que eran capaces de aceptarlas sin que supusiera un conflicto o la aparición de una barrera con mil justificaciones o acusaciones a quien las había hecho.
Por cierto, en la larga lista de artículos que has escrito ¿hay alguno de ellos en los que abordes esta temática?
Un abrazo desde Córdoba.
Una obviedad el artículo, pero con matices. En el terreno profesional, es precisamente la experiencia (inseparable de la pofesionalidad) el factor imprescindible para la mejora, para el perfecconamento. Ótra cosa distinta es la experiencia, o el transcurrir vital de los años, a efectos de “conocimiento”. Habría que preguntarse qué significa esta palabra; quizas nunca encontraríamos una definición ajustada. Cuando hablo con mi abuelo, con más de ochenta años, deduzco infinidad de matices propios de una existencia que han dejado de tener vigencia, pero que inevitablemente forman parte de su vida. No sólo la religión, sino todo un abanico de usos y costumbres más propios de décadas ya lejanas en el tiempo. Un abanico que es conocimiento, que es experiencia, pero los tiempos cambian. Una generación apenas tiene puntos tangenciales con la siguiente. Y la siguiente, como la actual de jóvenes adolescentes, a su vez, habla de la vida como si ésta tuviera que acudir a jóven y no al revés. Dichosa sociedad neoliberalista española. En defintiva, no hay “conocimiento” absoluto, todos somos fruto de experiencias ligadas al momento, al contexto, a una situación social e histórica que va a convertir dichos conocimentos y por añadidura toda nuestra ideología, a muy corto plazo, en obsoletos. Veáse por ejemplo las ideologías políticas. Inútiles, salvo broza nostálgica, en sociedades capitalistas, donde cualquier partido político es una organización con un solo objetivo:el poder. ¿Hay algo inmutable? Por supuesto. Gran parte de los conocimientos; y fundamentalmente la sensibilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad… los valores universales que nos hacen ser personas. Pero me temo, volviendo al concepto de sociedad neoliberalista, como la español,que incluso estos valores universales están perdiendo a su vez, vigencia. Saludos.
Cierto. Del todo cierto. Hay quien pasa por la vida sin aprender nada, confirmando sus aprioris y sus errores. Sin cuestionarse nada. Estupendas y certeras las estrategias que se nos apuntan en el artículo.
De acuerdo, estimado lectoro. Agradezco tu advertencia. El “error” o la imprecisión o como lo queramos llamar, se debíó a que leí la frase en inglés, me llamó la atención y no tuve la necesaria claridad para citar en el idioma original o, sencillamente, en castellano. Voy a dejar tu comentario, si lo tienes a bien, porque me parece que ese tipo de aportaciones son de agradecer.
Magnífico artículo. Para pensar y actuar.
Yo creo que es muy importante pasar por la vida con los ojos, los oídos y, sobre todo, con la mente abierta. Se puede aprender siempre. Gracias por explicar, de forma tan clara y sencilla, cómo se puede hacer.
La tesis del autor es evidente. Pero me quedo con los comentarios de Pepa Banderas, bastantes más realistas. No son tiempos para la lírica, sino para decir las cosas en voz alta y sin ambiguedades.
Laura: tú no estarás para la lírica. Pero deja que otros que queremos estarlo, estemos. Si decir que se puede aprender y cómo se puede hacerlo no te parece realista…, qué le vamos a hacer. Por cierto, ¿qué entiendes por realista? Porque no te entiendo. A algunos les parece bien lo que dicen otras personas, sea lo que sea lo que dicen. Y les parece “poco realista” lo que dicen otras, sea lo que sea lo que dicen. Mucho rigor. Mucho respeto. Qué bonito. Quédate con lo que quieras, que es con lo que siempre te quedas. Así aprenderás mucho. Pero mucho, mucho.
Es un artículo que invita a la reflexión, al análisis, a la introspección. Un artículo que, si lo entiendes y llevas a la práctica lo que dice, te puede ayudar a mejorar, a madurar, a aprender.
Me he preguntado muchas veces por qué hay personas que aprenden de la vida, de la experiencia, de lo que pasa y otras no. Y aquí he descubierto algunas claves.
Lo bueno es que cada uno se lo aplique.
Trato de hacer algunas cosas que se comentan en el artículo. Me gusta observar y escuchar. Creo que así se aprende.
Además, creo quer está bien reflexionar por escrito. Así se aprende también. Gracias por el artículo.
A mí me parece un magnífico artículo. Todo un programa para andar despierto por la vida desde niño hasta la vejez. Personalmente lo que más me cuesta en la vida es escuchar y la razón es porque voy con mis prejuicios y con mi personal modo de ver la vida; sin embargo, hay muchas maneras de enfocar las cosas, como si fuera un objeto, lo podemos ver por arriba, por abajo, de perfil, etc. Pues lo mismo en cuestiones de política, religión y de cualquier hecho cotidiano.
Pieso que mentalmente somos tan diferentes como físicamente. La diversidad es lo normal.
Saludos.
Voces libres quedan pocas, Laura. Es el caso de Pérez Reverte, que alza la voz, cuando es necesario, contra cualquier poder fáctico, independientemente de su color político. Ventajas de las objetividad y en el fondo, una cuestión de personalidad. Ello no significa que otros estilos poéticos, metafóricos, amables en definitiva sean del todo desdeñables, porque también tiene su público, sean o no especialistas en el tema. No obstante de todo ello, comparto la idea de que los tiempos requieren voces objetivas, por pocas que sean (si son objetivas, serán muy escasas), que hablen fuerte y claro, sin tapujos. Aquel refranero popular, maravilloso, absolutamente extinguido por desgracia: “al pan, pan; y al vino, vino”.
Laura ffelicita a Pepeshote y Pepeshote felicita a Laura.Claro, para hacer lo que hace Arturo Pérez Reverte.
Estupendo.
Es claro que la experiencia se obtiene a través de los años, pero sobre todo a través de las viencias y las ganas de aprender, cuenta mucho la actitud y la disposición, pues de nada sirve vivir en los años sin adquirir experiencia
Cuando se habla de aprender, no se trata solo de datos, fechas y conceptos. Creo que ese aprendizaje se referirá también a saber estar en el mundo, a relacionarse con otros y a vivir felizmente (que es la principal señal de sabiduría).
Así que textos y comentarios como estos (me refiero al artículo y a los comentarios de Aurelinao, joaquín Alvarez, Gabriela Mondragón, María Consuelo…) les parecen a a algunos “lírica” y que es mejor el enfoque de Arturo Pérez Rdverte. Lø que hay que leer.
Aprender es muy importante. Hay que querer hacerlo, lo primero. Y lo segundo, hay que esforzarse para conseguirlo. No se aprende de forma automática, como si se tratase de ciencia infusa. Y, después, en tercer lugar, hay que saber hacerlo Para eso está muy buen lo que se dice en el artículo. Por eso, gracias.
Creo que meree la pensar en la prupuesta que nos hace Miguel A. Se trata de todo un programa para no pasar por la vida como una silla, un banco o una mesa. Para atravesarla como personas pensantes tenemos que tener una actitud que nos permita aprender. Lo importante no es lo que nos sucede sino cómo entendemos, interpretamos y vivimos aquello que nos sucede.