Hace unos años, la Editorial Graó nos pidió a un grupo de docentes (éramos once, si mal no recuerdo) que escribiéramos algo sobre los trucos que utilizábamos en la enseñanza. Había en ese grupo profesores y profesoras de todos los niveles del sistema educativo: desde Infantil hasta Universidad. El conjunto de los textos se convirtió en el libro “Los trucos del formador”, que tiene su correspondiente edición catalana.
No sé si fue muy certero el título. Porque la palabra truco conlleva un toquecito de engaño. Quizá debiéremos haber hablado de las estrategias en lugar de los trucos. Pero bueno, ahí están los testimonios. Uno de los autores dijo que contaría algunos de sus trucos, pero no todos. No sé cuáles consideró irrevelables, pero evidenció la idea de que un buen mago no los descubre todos.
Voy a compartir con el lector lo que conté en aquel texto que titulé “Epistemología genética y numismática de las organizaciones escolares o el absurdo arte de la copia”. Siempre me ha llamado la atención la profusión de copia que existe en la enseñanza universitaria. Si se entregasen los apuntes (o se colgasen los textos en la red) se ahorraría el tiempo y gasto del desplazamiento, no se necesitarían aulas para ese menester, se eliminarían los errores de la transcripción y, sobre todo, se evitaría el aburrimiento.
Al grano. Primer día de curso. La clase comienzaba a las 12. Permanezco en el despacho hasta las 12.10. No más, porque los alumnos, si el profesor no llega puntualmente, se van presurosos para “librarse” de la amenaza tantas veces confirmada de aburrimiento. Curiosa práctica la de los alumnos instándose mutuamente a marchar. Siempre que esto sucede me interpelo sobre el interés de nuestras clases, no sobre la inteligencia de nuestros alumnos.
Al avanzar por el pasillo, siento docenas de flashes invisibles. procedentes de las miradas de mis alumnos, arremolinados ante la puerta. Flashes que dan lugar a la identificación:
– ¡Ya viene! ¡Él esl!
Entran en la clase sin que les pida que lo hagan. Se sientan y esperan en silencio. Subo a la tarima y, con cierta solemnidad, comienzo a dictar el contenido de la primera lección, advirtiendo de que se trata de colocar los cimientos de toda la asignatura. Escribo con caracteres capitales en el encerado: Epistemología genética y numismática (sic) de las organizaciones escolares. Y avanzo diciendo que dividiré el tema en dos grandes apartados. Vertiente diacrónica y vertiente sincrónica. Entre paréntesis anoto en caracteres griegos la etimología de ambos conceptos temporales.
Todos copian. Bueno, todos menos cinco o seis que me miran con asombro. Y entonces hago el siguiente paréntesis: este tema siempre es objeto de evaluación, no hay nada escrito sobre el mismo y el libro que publicaré sobre el tema aparecerá después de los exámenes. Sigue un breve tiempo de dictado. Todos copian, algunos en sus ordenadores.
Entonces anuncio causando un total desconcierto:
– Punto final de los apuntes por este cuatrimestre.
Si no hay apuntes, ¿qué habrá entonces?, piensan. Están acostumbrados a copiar y a copiar. Alguna vez he definido, un tanto sarcásticamente, la enseñanza universitaria como un proceso mediante el cual lo que está escrito en los papeles de los profesores pasa a los papeles de los alumnos sin pasar por la cabeza de ninguno de los dos. Se comprenderá fácilmente la estupidez del proceso. (Sé que hay excelentes profesores y profesoras en la Universidad: espero que nadie se sienta ofendido).
Bajo de la tarima. Les pedo que, cuando lleguen a casa, pongan un marco a la hoja de la copia y, debajo, el siguiente título: La estupidez de la enseñanza universitaria. Seguidamente les pido que analicen lo que había pasado en la clase desde que llegué. Hay un largo silencio, Claro, les estoy pidiendo que piensen y que hablen. Eso no lo saben hacer. Esas son tareas del profesor. Copiar, sí. Eso es más fácil. Al final, una alumna levanta la mano y dice:
– Yo no entendía nada.
Ante la pregunta de por qué, si no entendía, no había preguntado, explica:
– Pensé: ya lo estudiaré yo sola cuando llegue a casa…
Van levantando la mano hasta completar 35 ideas que fueron anotadas en el encerado. Cuando se acaban las intervenciones pregunto quién ha copiado lo que yo había escrito en el encerado. Todos., Y pregunto también quién ha copiado las 35 ideas que habían aportado en el análisis. Tres o cuatro, ¿Por qué esa diferencia? Supuestamente, porque la primera parte iba a ser objeto de examen. De donde se deduce que lo que importa es aprobar, no aprender.
Les pregunto a continuación si quieren seguír como habíamos empezado. Porque lo malo de este pequeño experimento (por el que les las necesarias disculpas) no es que dure cinco minutos. Lo grave es que puede durar hasta el final de las clases. Con un abandono progresivo de sufridores, claro está. Contestan casi gritando:
– ¡No!
Y a partir de ahí comenzó la experiencia de construcción de un proyecto de aprendizaje compartido, En pequeños grupos contestaron a estas preguntas: ¿qué debemos y queremos aprender en esta asignatura?, ¿cómo lo podemos aprender?, ¿cómo vamos a saber si lo hemos aprendido?, ¿qué normas van a guiar nuestra experiencia?
Algunos piensan que no va a ser capaces de hacer un programa porque no dominan la asignatura. Incluso algunos colegas me preguntan por lo que sucedería si un grupo de estudiantes de anatomía no quisiese estudiar el corazón. Es difícil imaginar un grupo con el cien por cien de estudiantes imbéciles. Pero, si lo hubiera, yo también estoy allí como profesor. Y si no soy capaz de persuadir a un grupo que quiere saber anatomía de que el corazón es importante, me tengo que dedicar a otra cosa.
De las respuestas surgió un proyecto de aprendizaje construido por todos y todas. Habían participado de manera decisiva en la elaboración del diseño desarrollo, evaluación y organización del proyecto. Era el proyecto de todos y de todas. Una comisión redactó conmigo el documento que serviría de guía.
Alguno me decía que cuando explicaban a compañeros de otras carreras que trabajaban aunque no estuviera el profesor, les decían que eran imbéciles. Y ellos respondían:
– Es que nosotros queremos aprender.
Claro que quieren. Cuando le ven sentido a lo que estudian. Cuando participan. Cuando no se aburren. Cuando se les tiene en cuenta… Muchas faltas de atención nacen del desinterés. “Is not an attention deficiti; it is that I am not interested”, rezaba la camiseta de uno de los alumnos del experto en educación Marc Prenky.
En el día último del curso, alguien escribió en el papel continuo en el que se recogían sus emociones e ideas: “Algunas personas se dedican a la enseñanza para sentirse importantes; nosotros queremos agradecerte que nos hayas hecho sentir importantes a nosotros”. Esta es un profesión apasionante.
Creo que hay en el aula muchas actividades intelectuales más potentes que la copia: se puede debatir, preguntar, exponer, resolver problemas, planificar investigación, compartir experiencias… Yo he sido testigo de muchas horas de aburrimiento, copiando lo que ya estaba escrito en algún libro.
Me sorprende mucho cómo los alumnos se callan y se limitan a pedir los requisitos que se necesitan para aprobar con la mayor facilidad posible. Y no pasa nada si para aprobar lo que hace falta es repetir aquello que se ha copiado.
Habría que negociar otras formar de trabajar en las aulas.
¿Y lo que se puede aprender del alumnado cuando se le escucha y se le facilita la participación?
Después de muchos años de haber sido su alumna recuerdo este primer día de clase con todo detalle. Leer hoy su punto de vista de aquel momento, que yo guardo en mi memoria con tanto cariño y que tantas veces he comentado con mis compañeras y compañeros de colegio, me ha trasladado a aquel mismo día en el que cuando estabamos a punto de marcharnos porque el profesor no venía ¡¡nos íbamos antes a casa!! nos quedamos perplejos al verlo llegar cargado de libros y sin apenas un saludo se puso a dictar y nosotros a copiar. Muchas gracias por todo lo que me enseñó y por el artículo que me hizo rememorar toda una época que ahora veo muy lejana.
Creo, con José Angel, que la participación activa de los estudiantes en su proceso de aprendizaje enseña mucho a los profesores.
Pero, sobre todo, la participación en el diseño, desarrollo, evaluación y organización del curriculum es altamente motivadora para los alumnos.
He leído un comentario de Vanesa López dirigido a mí con respecto a un tema que usted expuso en otro artículo; la violencia de género. Esta mujer ha dicho que sólo unas cuantas pueden rehuirla y la prueba es que hay un gran número de ellas víctimas aún de malos tratos de sus maridos. Y, dígame, señora, ¿No será que han elegido mal a sus maridos? A un maltratador, a un machista se le huele antes de dar el Sí, quiero, lo que ocurra luego se podría haber intuido…
A punto de comenzar el año lectivo este escrito es un gran aliento en mis prácticas docentes. Pensar que desde Nivel Inicial se trabaja con el “emergente” con el interés del alumno y se pierde con el avance de los mismos en el sistema educativo. Lo que me preocupa a veces es que en Profesorados se enseñan las nuevas teorías y cuando los alumnos van a observar se encuentran con “viejas maneras de hacer”. Sé que todo vale, pero parecen discursos encontrados. Entonces terminan “copiando” pero no apuntes sino maneras de hacer, reproduciendo-según Bourdie- En el tema de la copia a veces lo que mas preocupa, es el modelo!
Muchas Gracias por su esfuerzo de cada semana!!
Pues sí, ése es el mundo universitario, que retrata Miguel Ángel. Todos lo hemos vivido: apuntes, libros, fotocopias, resúmenes, esquemas y clases magistrales, una detrás de otra. Y con mucha frecuencia, una mediocridad aplastante por parte del titular, catedrático, adjunto, etc. La misma mediocridad en la que la Universidad española lleva instalada desde sus orígenes. Creo recordar que alguien ha mencionado en este blog que no somos referencia alguna, ni en el ámbito europeo ni aún menos de la OCDE. El problema, igual que en la enseñanzas obligatorias, postobligatorias y del ámbito superior no universitario es el profesorado. Los que acceden a la universidad lo hacen en virtud de comisiones donde, al menos hasta hace poco, corregidme si esto ha cambiado, los elegidos eran “uno de los suyos”. ¿Consecuencias? Recuerdo haber probado a teclear el nombre de algunos de mis profesores, en el buscador correspondiente. Lo lógico sería acceder a una inabarcable referencia múltiple de artículos, bibliografía y en el caso de las carreras técnicas y científicas, a un amplio registro de patentes. En su lugar… apenas nada. Alguna colaboración esporádica con universidades de habla hispana. Siempre recordaré a un catedrático de física, bata que conoció mejores tiempos y un humor de tintes negros que quizás jamás conoció otras tonalidades, cometiendo mil y un errores matemáticos desde una concepto “muy físico” de las matemáticas en el que no quiero incidir, me comprenderán algunos que me lean. ¿Está cambiando la Universidad española? El ministro de educación ya ha hecho referencia a la misma, con el objetivo de situar al menos una entre las universidades de excelencia. Pero por todas las noticias que tengo, ni Bolonia ni Europa; mientras la selección del profesorado siga siendo la que es, nada que hacer. Bueno, saludos.
Yo también he vivido esta experiencia inolvidable. Como nos habían dicho que se trataba de un profesor innovador, el primer cuarto de hora me llevé una enorme sopresa. Estaba decidida a cambiar de asginatura o de profesor (ya era una mataia troncal). Pronto pude ver de lo que se trataba aquella experiencia. Era algo que unca hbía vivido ni he vuelto a vivir. Gracias por lo que supuso vivir un rpoceso de aprendizaje tan singular. Me ayudó mucho como futura maestra.
Pues nada nuevo bajo el sol.
Todo el que haya pasado por la universidad con dos dedos de frente se ha percatado que básicamente (según que titulación podrá variar algo) el 99% de alumnos vienen a copiar y vomitar en un examen contenidos de dudosa calidad. Adoctrinados de pequeños en que la nota de los exámenes es lo que demuestra el grado de tu conocimiento.
Que algunos profesores son los primeros que hacen un mal trabajo en ese área, y quieren escaquearse de trabajar y aplican la ley del mínimo esfuerzo. Sin renovar el temario, sin actualizar sus conocimientos, proponiendo que no se vaya a clase en determinados días, proponiendo ejercicios para “prácticas” aburridos y sin sentido, etc…
Que los “gestores” (léase rectores, decanos o lo que se aplique. Desconozco quienes gestionan la contratación del profesorado) van a la zaga de los primeros. En mis propias carnes he vivido como asignaturas se han quedado sin impartir durante varios meses porque “no se había contratado al profesor”. El 99% de los alumnos celebran esto (que no haya clase), el 1% pensamos, ¿y no nos devuelven el dinero que hemos pagado para que haya un profesional que nos guie en nuestro aprendizaje? ¿Qué estafa es esta?
Igualmente también he vivido profesores que sólo podían dar la mitad de las horas porque se solapaban con otras materias que impartian.
Que la “performance” que narras como ejemplo, está graciosa, pero innovar como propones y esa experiencia educativa tampoco es nada nuevo, sin irte más lejos en Málaga hace años que gente como Kiko Murrillo, y un par más de profesores que no recuerdo sus nombre (en Ciencias de la Educación, por ejemplo un tipo joven que daba Teorías e instituciones contemporáneas) trabajan con propuestas educativas innovadoras y haciendo experimentos didácticos sobre el tema. En resumen intentando que los alumnos piensen por sí mismos y creen su propio conocimiento.
Pero vamos que el problema es de base del sistema educativo, con muchísimos factores, entre que el 95% de la gente no quiere estudiar pero su familia le obliga, y que estos problemas no hay quien los arregle, etc, etc, etc…
Un saludo!
Inevitablemente me ha venido a la cabeza este verso de Walt Whitman que se escucha en “El club de los poetas muertos” película estadounidense dirigida por Peter Weir en 1989 con guión de Tom Schulman. La prensentación en la primera clase es parecida, el espíritu que debe imperar en la enseñanza idéntico, la valentía de hacerlo así la misma.
Mis felicitaciones a Miguel Ángel. Yo también fui alumno suyo (pero yo copié bastante…). Era una clase de bachillerato, pero el latido de esa revolución pedagógica ya estaba allí.
¡Oh, capitán, mi capitán!
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Cuando viví la experiencia que cuenta Miguel Angel, al salir de la clase, mandé a la sección de Cartas al Director del peridódico SUR una carta contando lo que había sucedido y cómo me había impresionado. No me la publicaron, pero ese hecho demuestra lo sorprendente y novedoso que resultó para mí. Y luego pude ver que aquel proyecto que habíamos elaborado con el profesor se llevaba a la práctica de forma exigente. Fue una suerte enorme vivir esa experiencia, como maestra y como persona.
un día uno de mis profesores viendo lo mismo en la clase, dijo irritado: “no copiéis, si lo entendéis, ya lo sabéis”. Pensé que tenía razón. Para mi desdicha, pocos han sido los profesores que me han pedido reflexión e interpretación del tema o de la materia. La demanda para obtener una titulación no es que aportes, sino que repitas lo que está en el libro, o lo que se dijo en clase. (el plan 92 y Bolonia exigen asistencia, por ejemplo).
No podremos implantar el arte de pensar mientras el reconocimiento, el bienestar,el privilegio lo alcancen los corruptos, los impostores, los ignorantes o los mediocres. Y mucho me temo que la mayoría da por bueno el sistema que permite que esto sea así. La desidia, la laxitud y el corporativismo de ayer se refleja en la falta del valor de la comunidad, la escacez de ideas o falta de valor para ponerlas en marcha y la necesidad de líderes, que nunca está satisfecha (las opciones políticas carecen de ideología, sólo tienen costumbres, que no consiguen adaptar a los cambios. La crisis no es financiera, es humanista.
Redundancia
La pregunta es para comprobar que soy un ser humano (?)
Cuando escribí “transparente” como respuesta(el color que tien cuando miro a través de él) la rechazó porque no puse el color que el mar refleja y que al parecer es el “correcto”.
Pues yo, más que criticar el sistema educativo actual quiero aprovechar este momento para agradecer a todos los buenos y buenas maestras que he tenido y que me han enseñado a pensar y a confiar en mi misma, a esforzarme y a luchar por aquello en que creo.
Yo creo que la educación recae en todos, por ello considero también maestros en cierta medida a mis padres o a mi abuela por ejemplo, o a personas concretas que he encontrado a lo largo de la vida.
A usted no lo he conocido en persona, pero he tenido muy buenos maestros y maestras como alumna y como compañeros de profesión, y no solo creo que me han ayudado y ayudan a ser mejor profesional y a reflexionar sobre mi trabajo sino también a ser mejor persona. Un millón de gracias a todos ellos.
Creo que la respuesta estereotipada a la pregunta de qué color es el mar no pretende recortar la creatividad sino que es un filtro parfa evitar la invasión de spam en el blog. LO sabrá mejor el administrador del blog, pero creo que es así. Perdón por meterme donde no me llamana.
Efectivamente, no tiene mucho sentido pasarse horas y horas copiando lo que está escrito (y bien escrito) en las revistas y en los libros.
Lo que pasa es que, si a algunos profesores se les prohibiera dictar apuntes, no sabrían qué hacer. Otra vez el tema de que para ser profesor no basta con dominar una asignatura, Hacen falta otras cosas que algunos no tienen. Cosas relcionadas con el saber, con el saber hcer y con el querer.
Hola Prof. Miguel Angel, siempre me preocupó el “absurdo arte de la copia”. Sabe que estuve leyendo a Juan Pozo en “Nuevas formas de pensar la enseñanza y el aprendizaje”(2006), él sostiene de que somos “herederos de una cultura, pues enseñamos en gran medida reproduciendo el modelo que vivimos cuando éramos alumnos”; entonces, lo que el docente hace en el aula es consecuencia de lo que “piensa”, o sea, tiene su propia teoría de los que es “aprender y enseñar”, que son las teorías implícitas, éstas guían las acciones de su propia conducta. Al respecto, le cita a Ortega y Gasset:
“Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre el que acontece. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas vivimos, nos movemos y somos. No solemos tener conciencia expresa de ellas, no las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos, cuando creemos de verdad en una cosa no tenemos la “idea” de esa cosa, sino que simplemente, “contamos con ella”. Ortega y Gasset, 1940, p. 29, ed.1999, citado por Pozo et al, 2006.
Por lo tanto, creo que los profesores deben conocer los referentes que orientan el sentido de sus enseñanzas para repensarla y modificarla, si es necesario, pero para ello, hay que modificar esas teorías implícitas profundamente arraigadas en la mentalidad del docente; y hay muchos profesores que se resisten a cambiar, es otro problema existente. Pero muchos hemos cambiado e intentamos hacer las cosas de manera diferente. ¿Qué cree usted profesor acerca de las teorías implícitas?
El proceso de Bolonia no estaba mal pensado, pero era una reforma jerárquica, nacida desxde arriba. Todo sin tocar la formación pedagógica de los profesores. Pero, sobre todo, sin poner dinero. No se pueden hacer prácticas, grupos pequeños, metodologías activas sin gastar dinero. Así que mucho se ha quedado en agua de borrrajas. Es saludable pensar que algunas personas, como francotiradores, lo intentes con experiencias participativas (aunque sean grupos tan enormes).
Creo que la participación de los alumnos es fundamental en el proceso de aprendizaje porque solo aprende el que quiere aprender. He visto cómo, en los últimos años, se han encorsetado demasiado los programas y se ha unificado tanto la manera de enseñar que apenas cabe espacio para la innovación. NO me gusta el rumbo que han tomado las cosas. Por eso me parece interesante que haya personas que quieren hacer cosas innovadoras y movilizadoras.
La enseñanza directiva del profesor/a suele conducir a eso, a que el alumno sea el agente paciente de la misma, a la copia de pensamientos e ideas y a la reproducción de las mismas en el correspondiente examen. Es una enseñanza cómoda para el profesor…
Construir aprendizajes conlleva la participación del alumno en dicho proceso, que ellos construyan sus pensamientos e ideas a través de la confrontación de ideas con sus iguales y con su profesor/a. El maestro se tiene que calentar la cabeza…
En definitiva lo que nos dice nuestra normativa educativa que hagamos en base a autores ligados al aprendizaje significativo y constructivismo: Ausubel, Vigostky, Bruner,…
Lo malo es que el profesorado no está formado para ello o bien se busca una enseñanza más cómoda.