Hay que conocer a John

3 Sep

¿A través de qué datos hacemos la valoración de las personas? ¿Qué información tenemos para formarnos una opinión sobre ellas? Observamos lo que hacen, leemos lo que escriben, escuchamos a esas personas hablar de sí mismas y a otras que nos hablan sobre ellas. ¿Es rigurosa la conclusión que obtenemos después de pasar toda esa información por el filtro de nuestra subjetividad? ¿Por qué la misma persona le parece a uno adorable y a otro odiosa?

“Para enseñar latín a John, más importante que conocer latín, es conocer a John”.

Es muy conocida la teoría de la Ventana de Johari. (John y Jarry son sus autores, de ahí el nombre de la Ventana) hablan de cuatro zonas de la comunicación entre las personas. Se trata de una ventana dividida en cuatro partes. En la primera se halla la información que cada uno conoce de sí mismo y que los demás conocen de él. No suele ser muy grande. Es mayor la segunda: contiene la información que cada uno conoce de sí mismo y los demás desconocen. Hay una tercera parte que incluye la información que no conoce el individuo sobre sí mismo, pero sí los demás y una cuarta que desconocen ambos. Las dos rejillas que dividen la ventana (una vertical y otra horizontal) son movibles.

¿Qué conocemos de los demás? ¿A través de qué medios hemos obtenido esa información? ¿Qué calidad tienen esos datos?A pesar de la complejidad, forjamos fácil y rápidamente una imagen de los demás y actuamos conforme a ese diagnóstico apresurado. ¿Cuántas veces nos hemos equivocado al juzgar a una persona por solamente algunos indicios? Es más, muchas veces, el conocimiento no es directo. No hemos visto a esa persona, no nos ha dicho nada personalmente. Sólo tenemos noticias a través de terceros.

Otras veces conocemos el comportamiento, pero no tenemos noticias de las opiniones y de los sentimientos del protagonista.

Leo en el libro de Javier Urra “¿Qué se le puede pedir a la vida? que, en un curso con enfermeros y enfermeras, el profesor propuso a sus alumnos y alumnas realizar el siguiente ejercicio. Quiso saber cómo se sentirían y cómo intervendrían ante el siguiente cuadro de una paciente. La prueba, según nos cuenta el autor, está adaptada de un colega apellidado Ruskin.

Este el cuadro que describe a los estudiantes para que expliquen cuál sería su estado de ánimo y para que realicen su protocolo de intervención:

“Se trata de una paciente que aparenta su edad cronológica. No se comunica verbalmente ni comprende la palabra hablada. Balbucea de modo incoherente durante tres horas, parece desorientada, al espacio y al tiempo, aunque da la impresión de que reconoce su propio nombre. No se interesa ni coopera con su aseo personal. Hay que darle de comer alimentos blandos, pues no tiene piezas dentarias. Presenta incontinencia de heces y orina, por lo que hay que cambiarla y bañarla a menudo. Babea de horma continua y su ropa está siempre manchada. No es capaz de caminar. Su patrón de sueño es errático, se despierta con frecuencia por la noche y con sus gritos despierta a los demás aunque la mayor parte del tiempo parece tranquila y amable. Varias veces al día y sin causa aparente se pone agitada y presenta crisis de llanto involuntario”.

Tras propiciar las respuestas termina haciendo circular entre los estudiantes la fotografía de la paciente referida: una preciosa criatura de seis meses.

Es fácil suponer la estupefacción de los estudiantes de enfermería. Y es fácil suponer que muchos de los lectores hayan pasado por situaciones similares, no en ejercicios didácticos como el descrito, sino en el decurso de la realidad. ¿Cuántas veces hemos reaccionado de forma equivocada porque no hemos comprendido bien los mensajes de las personas y de las situaciones?

Hace tiempo que oí contar una historia en la que una persona que está intentando conciliar el sueño, oye unos pasos acelerados en la habitación del piso superior. Grita pidiendo que acaben los ruidos. Nervioso y enfadado, golpea el techo con un objeto contundente. Los pasos siguen. En una y otra dirección. No sabe ya qué hacer. Tiene que madrugar y los pasos le impiden dormir. No puede más. Se levanta. Se vista y sube las escaleras de dos en dos. Golpea violentamente la puerta y, cuando el vecino del piso superior abre, le lanza una sarta de insultos. El vecino, que tiene la cara descompuesta y en sus brazos a un niño de pocos años, le dice llorando:

– Perdóneme. Mi hijo ha muerto. No puedo controlar los nervios a la espera de que llegue una ambulancia.

No es difícil imaginar la reacción del indignado vecino. No es difícil suponer cómo se tragó la rabia, los golpes y los insultos. No había interpretado bien aquellos estímulos auditivos que le llegaban del piso superior. Incluso pensó que los ruidos estaban intencionalmente destinados a romper su sueño.

¿Cuántas reacciones hacia los demás están asentadas en meras conjeturas, en falsas apreciaciones, en informaciones erróneas o malintencionadas?

Como profesor, no puedo por menos de llevar la reflexión al terreno educativo. ¿Qué conocemos de nuestros alumnos y alumnas? ¿Qué sabemos de ellos y de ellas? ¿Nuestra observación es suficientemente rigurosa? ¿Sus manifestaciones son libres y sinceras? Hay que educar los ojos para ver, hay que tener teorías para interpretar y hay que avivar el corazón para acoger.

Algunas veces los estereotipos, las etiquetas, los prejuicios se mantienen de un año a otro sin que las evidencias más claras puedan romperlas. Un informe superficial de un colega sobre un chico, lleva a que otro se forje una idea que no hay forma de modificar mediante manifestaciones reiteradas del interesado.

El conocimiento de los alumnos y alumnas es fundamental para que los procesos de aprendizaje sean efectivos. Lo decía de forma elocuente un pedagogo italiano: “Para enseñar latín a John, más importante que conocer latín, es conocer a John”.

22 respuestas a «Hay que conocer a John»

  1. Quien conoce la complejidad del ser humano sabe lo difícil que es llegar a descifrar las claves de la identidad de cada persona. Solo el ignorante se considera un psicólogo nato. El que ha estudiado mucha psicología sabe que el ser humano es insondable. Por eso, como profesores, debemos esforzarnos en observar, escuchar, preguntar… Hay muchas trampas que dificultan el conocimiento riguroso.

  2. Estupendo este artículo. Siempre se me ha reprochado mis prejuicios hacia las personas y situaciones, seguramente algo de autodefensa mal entendida con un origen oscuro, sin duda, que no me atrevo a descubrir. Sus palabras me hacen pensar y voy a tratar de ver y oir mejor, seguro que estará más serena. Gracias

  3. Gracias maestro, por otro gran artículo, siempre es un placer leerle. Sin duda alguna, en el ámbito de la educación y concretamente en las escuelas se suelen colocar etiquetas de este tipo sobre todo a alumnos/as y maestros/as. Muchas veces catalogamos a alumnos/as con la etiqueta de “rebelde, chulito/a, revoltoso/a” y dichos alumnos/as tienen que soportar dicha etiqueta a lo largo de toda su escolarización, cuando la realidad puede ser bien distinta si nos adentramos en la vida de ese chiquillo o chiquilla (problemas en el ámbito familiar, falta de cariño, intento de llamar la atención) por ello hay que tener cuidado con estas cosas y siempre intentar conocer el porqué de las cosas. Por ello es fundamental observar, preguntar, escuchar, educar y sobre todo tener paciencia con aquellos alumnos/as que pueden presentar este tipo de conductas, voy a hacer una referencia a una anecdota que me ha pasado en estos dos últimos años con un niño que presentaba el perfíl de “complicado”, este niño llegó a clase hecho un “salvaje”, ¿que hicimos? ser constantes, ser firmes en las normas, atenderlo, prestarle atención, recompensarlo cuando trabajaba bien, destacarlo cuando realizaba una buena acción…..así fuimos moldeandolo, hasta convertirse en uno de mis alumnos preferidos y sobre todo en uno de mis mejores alumnos en mis clases.
    El alumno en cuestión tenía la “etiqueta” de problemático hasta para la clase, sus propios compañeros lo rechazaban en un principio, decían:¡que era muy malo!, al final de los dos años este niño ha pasado de ser rechazado a convertirse en uno de los alumnos líderes de la clase.
    Hay que tener paciencia y no darse nunca por perdido, porque pienso que todos, todos, todos nos merecemos una oportunidad, por mucha etiqueta que tengamos. Un saludo y un abrazo a todos.

  4. Una frase maravillosa que he escuchado alguna vez por parte de (esos grandes) profesionales de educación infantil es “los niños siguen, los adultos se quedan”, referida a la gran capacidad de los niños para convivir unos con otros a través de un conocimiento progresivo y profundo, más allá de dimes y diretes cotidianos. Dos niños se pelean, pongamos por caso. Al día siguiente, es evidente que estarán jugando de nuevo. Sin embargo, los padres respectivos discutirán entre sí día tras día, quién comenzó la pelea, que si tu hijo o hija, que qué clase de educación se le da, etc., etc., profesándose en el peor de los casos ese típico odio irracional tan característico de las sociedades modernas. Creo que el problema es la contaminación que vamos asesorando según van pasando los años. A mayor grado de “civilización”, más prejuicios y aún más posturas viscerales vamos adquiriendo. Recuerdo El mundo de Sofía, donde el autor proponía una bella anécdota: si un niño entra a una habitación y ve a un adulto volando por el techo su actitud será de aplaudir y de unirse a él en busca de una experiencia maravillosa. Si el adulto entra en esa habitación, se horrorizará, no dará crédito a lo que ve, no podrá aceptar que alguien vuele, en definitiva nadie lo hace: nuestra experiencia nos delimita, nos impide tener una mente abierta a lo que ocurre a nuestro alrededor y para con los demás. Os recomiendo dos libros que hablan también de estas cuestiones y que tiene que ver con ese dichoso endocentrismo del que ninguno estamos a salvo: Los Papalagi (lo editó la editorial Integral: un viaje a la Europa “civilizada” del jefe de una tribu aborigen australiana) y otro libro editado por la UNED de recopilación de textos de antropología (Honorio Velasco). En el primero, resulta muy divertido leer el diario del protagonista, en el que acaba por compadecerse del modo de vida de los europeos. En el segundo, en una de los textos, una antropóloga experimentada comete el error de creer que una tragedia de Shakespeare es un texto universal, de cara a intentar contar un relato que captara el interés de una tribu (¿un fantasma? ¿qué es eso?; ¿la madre de Hamlet se volvió a casar con un familiar? ¿Y por qué no?). En definitiva, miramos al mundo, a los demás, tomándonos a nosotros mismos como referencia y sobre todo a esa estructura social que forma parte de nuestra vida. Es por ello que los prejuicios nos acompañan desde que perdemos la inocencia (desde que dejamos atrás a la infancia) y nos impiden ver a las personas poniéndonos simplemente en su lugar. Es necesario un relativismo cultural y humano, continuo, constante, tal como nos proponía Jacques Delors en La educación encierra un tesoro. La responsabilidad capital recae sobre los padres y sobre los docentes. Y espero algún día que parte de esa responsabilidad recaiga también sobre nuestros gobernantes, quizás en el momento que vuelvan a ser estadistas y dejen de jugar a aprendices vociferantes de brujo; ya no hay ideologías, solo debe contar la mejor gestión siempre al servicio del ciudadano. Reconstruyamos, pues, la mejor de las sociedades, dejemos atrás lo absoluto, tomemos la perspectiva, lo relativo, como guía de todas nuestras acciones, conozcámonos finalmente trabajando a diario en un proyecto social y de vida común. Saludos.

    P.D.: ¿Qué opinión os merece la reforma constitucional sin consulta a los ciudadanos?

  5. Estimada compañera Pepa Banderas, su comentario me parece “simplemente” genial, un saludo….la anecdota de El mundo de sofía es fantástica. Un saludo.

  6. Para conocer profundamente hace falta un largo ejercicio de observación y un profundo deseo de comprensión de la persona. Es fácil dejarse llevar por estereotipos y por prejuicios.
    Cuando se etiqueta a un alumno resulta muy difícil levantar esa etiqueta, por muchas evidencias que la pongan en entredicho. Saludos a todos los lectores y comentaristas del blog.

  7. Cada año cuando los recibo y reconozco algún apellido familiar les hago la misma pregunta: “¿…de los Pérez Pérez de toda la vida?” Algunos sonríen: el anterior pérez fue bueno… Y algunos suspiran… el pérez mayor fue de los malos… jaja… A continuación añado: “…mmmm pues no lo recuerdo…” “Sea como fuere su hermano mayor… no me acuerdo… ustedes son únicos ahora mismo en mi vida” Les doy con ello la posibilidad de no tener de antemano prejuicio alguno. Y normalmente les alivia. ¡Es tan fácil preguntar! Lo aprendí de un gran maestro mío, y lo sigo practicando…
    Gracias por el artículo.
    😉

  8. Cuanta razón, quienes transitamos las aulas diariamente desconocemos tanto a nuestros alumnos/as, aveces es también una manera de defendernos porque la realidad es tan fuerte que muchas veces no sabemos que hacer.
    Tengo un alumno que con siete años trabaja, para colaborar en su casa y la escuela es el único lugar donde puede ser lo que es un “niño”, al que le gusta jugar y pelear con sus compañeros con sus manitos partidas por el trabajo esta aprendiendo a poner su nombre. Cuando vuelvo camino a casa sus ojos negros brillantes son lo último que recuerdo.

  9. Buenas Maestro Miguel Angel:

    Ante todo, un saludo cordial.

    Creo existen elementos que favorecen positivamente el juicio que nos formamos de las personas, a la vez, que la restringen negativamente, ahí lo delicado de tener una idea clara de las personas.
    En educación, la experiencia laboral me ha llevado a observar múltiples acciones de profesores que forman grupos, hablan, comentan de otros, otros se aislan, otros cumplen horarios irrestrictos y no hacen mas aporte, …,genera descontentos, en la balanza, esta se inclina más hacia el juicio despectivo, hacia el celo, hacia no puede ser mejor que yo, al no sabe, hacia está equivocado. Sin embargo, veo y lo percibo con mayor grado de falencias, el que se disponga de una gran oreja, y una escasa visión, si bien es importante el oír, lo es más el saber escuchar, hay personas muy hábiles en seducir un discurso a su propia conveniencia, a su ganancia, lamentablemente esto es muy recurrente y genera conflictos interpersonales, ¿es condición humana? ¿se han formado así profesionalmente? ¿la formación académica no ha resuelto o no es tema importante esta actitud o condición?
    eso, va de la mano con la envidia tóxica, desafortunadamente esto lleva a formarse juicios permanentes, puesto que no atendemos a esa Ventana del conocer, como la carta de presentación, uno de los aspectos que se debe mejorar en educación es justamente el planteado, pero creo que los chicos no tienen responsabilidad de como el maestro le ve, sino cómo el conjunto de maestros trabajan unidos para mejorar día a día, pero deben partir de ellos.
    ____
    un PC, con un eficiente antivirus, pone en alerta sobre algo que pueda dañar el equipo, irónico, creado por los humanos, y los humanos no somos capaces de ponernos en alerta, claro, el pc funciona con un razonamiento lógico-matemático, nosotros; con las emociones, con el corazón. Las emociones nos hacen amar, y también odiar.

    Saludos desde este enlutado Chile por la tragedia aérea en Juan Fernández.

  10. Absolutamente de acuerdo contigo Pepa Banderas y permíteme felicitarte por tu aportación, absolutamente brillante, como es habitual en ti. Estoy con Esteban, la metáfora extraida de El mundo de Sofía ilustra magníficamente el tema que nos ocupa: si es dificil conocer a una persona, al mismo tiempo que complicado lo tenemos, tantos son los prejuicios “culturales” que a lo largo de toda la vida vamos adquiriendo. Y dejarlos atrás no es tarea fácil, inconscientemente nos volvemos el centro de referencia para con todo lo que nos rodea y tendemos a rechazar aquello que no se ajusta a nuestro particular universo, personas incluidas. Por desgracia, estamos imbuidos de ideología, no podemos remediarlo, llámese religiosa, política ode cualquier otra índole.

    En cuanto al tema de la reforma constitucional creo que la mayoría de los que aquí intervienen son de otros países. Mi opinión es tajante: para los políticos, los ciudadanos contamos lo menos posible. Estoy de acuerdo contigo, las ideologías políticas no tienen ya razón de ser, se utilizan como artimaña electoral, destinada al público con menos competencias culturales. Cruzo los dedos para que aparezcan gestores brillantes y cualificados en nuestro maltrecho escenario político. Un saludo.

  11. Estoy francamente sorprendida de la genialidad que algunos y algunas veis en los comentarios de Pepa Banderas. Me huele a chamusquina, ciertamente. Porque veréis:
    – La frase inicial de “los niños se quedan y los adultos siguen” (que, por cierto, yo no le he oído a nadie), a mi juicio, nada tiene que ver con la interpretación que ella le da. O, por lo menos, yo no le veo ninguna relación.
    – Por otra parte, hablar de “ese típico odio irracional que caracteriza a las sociedades modernas” me parece de una falta de rigor alarmante.
    – La anécdota del libro de Sofía poco o nada tiene que ver con el texto que comenta. Y si es “fantástica” lo será por su autor, no por quien la trae a cuento.
    – Y ¿qué pensar de la redacción? ¿Qué quiere decir “la contaminación que vamos asesorando según van pasando los años? ¿Querrá decir acumulando? ¿Por qué dice entonces asesorando? No lo sé.
    – Una más: ¿Ya no hay ideologías?
    Ojo, no digo que no aporte como muchos otros comentarios algo nuevo. Pero no me huele bien que sólo se le vea genialidad a lo escrito por una persona habiendo comentarios excelentes que ni siquiera son citados.
    Algo me huele mal.

  12. Estimada María, precisamente con tu comentario das pie a lo que se comenta en el artículo,a la formación de prejuicios, afirmando que algo huele mal, estás dando a entender que hay ciertas cosas que no te gustan, o que la compañera Pepa Banderas no te cae excesivamente bien. Yo, no conozco personalmente a la compañera Pepa Banderas, pero sú comentario me parece muy acertado (¡para gustos los colores!) y simplemente lo expongo. En cuanto a la anecdota del mundo de Sofía, yo la entiendo como que los niños/as suelen ser más inocentes que los adultos y suelen actuar con naturalidad sin prejuicios, y creo que está muy relacionado con el artículo. Con esto no quiero crear polémica, porque a mí nada me huele mal, simplemente entro en un foro donde cada uno opina y donde cada opinión es respetable. Un saludo.

  13. María López el artículo anterior creo que se dedicaba a la envidia. Te recomiendo que lo leas con atención e intentes comprender su contenido.

  14. Caramba, qué coincidencia. Los dos replicantes (Antonio y Esteban) han salido en un momento a defender una genilaidad que yo no he visto. Me hubiera gustado leer algún ARGUMENTO, alguna mínima contestación a mis objeciones. Pero, nada. Al parecer, decir que algo huele mal es un prejuicio, pero decir al que discrepa que es un envidioso, no es nada. Pura objetividad. Mi comentario no nace de la envidia, querido, sino de la sorpresa. ¿Qué era lo que podía envidiar, un comentario como el tuyo? ¿O ser autora de un texto que no me ha gustado?
    No perderé ni un minuto más en esta discusión. Si os parece genial, estupendo. A mi, no. Y creo que he explicado el porqué.

  15. Leo siempre que puedo este blog; tanto a Miguel Ángel como a los que participan en él. Es un maravilloso lugar de encuentro donde toda opinión es valiosa porque todos nos aportamos a todos, tomando como referente el tema que propone Miguel Ángel. Cada cual escribe lo que puede, tomando como base el tema prouesto. A veces un breve párrafo, algunas veces un poesía y otras un verdadero complemento al artículo, gracias a un esfuerzo de referencias y argumentos, como es el caso de la señora Pepa Banderas. Los elogios que le lanzan creo que los tiene merecidos. Por el contrario, veo mal que alguien escriba aquí como María López sin hacer la más mínima referencia al tema propuesto por Miguel Ángel y con el único propósito aparente de lanzar tierra a una bella aportación. Sus motivos tendrá imagino pero desde luego no son los mejores.No digo más, siendo el tema de este artículo precisamente la necesidad de ausencia de prejuicios para alcanzar el conocimiento.

    Miguel Ángel habla de la subjetividad,de los filtros que nos impiden alcanzar el conocimiento. Pepa Banderas de la contaminación cultural, de la pérdida de la inocencia que nos impide ser objetivos. Yo hablo de nuestra ceguera: la que permitió y sigue permitiendo la esclavitud. La ceguera que muchos ciudadanos profesan a personas de distinta nacionalidad y cultura. De la ceguera que a diario nos hace odiarnos unos a otros por el motivo más absurdo. Os recuerdo esta famosa frase que nos puede ayudar a dejar atrás la ceguera: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño”.

    P.D.: Que no nos consulten sobre la reforma de la Constitución yo lo veo como una bofetada y me temo que no la última.

  16. Cada uno aprende conforme a un ritmo y a un estilo. Hay que conocer quién es el aprendiz. Hay que saber cuáles son conocimientos previos para que los entronquen con los ya existentes. Hay que conocer los intereses de quien aprende para que lo que se enseña tenga un mínimo (o máximo) interés.El problema que plantea el artículo es el cómo se consigue conocer con rigor y no de forma supeficial y cargada de prejuicios.

  17. Con frecuencia los niños que más necesitan ser queridos son aquellos que emiten señales externas que nos llevan al rechazo: actitudes disruptivas, respuestas insolentes, distanciamiento afectivo…Que no han aprendido a reparar en los sentimientos de los demás ni a hacerse conscientes de los suyos propios, que se ponen a la defensiva y nos enfadan. O al revés, aquel que quiere caer bien incluso hasta la humillación y que nos produce igual rechazo.
    Pero siempre hay una historia detrás, una historia que no es la suya.
    “Información que no conoce el individuo sobre sí mismo, pero sí los demás”, conocimiento implícito en nuestro trabajo, muchas veces sólo por intuición. El buen educador será aquel que acerque a John al conocimiento de sí mismo, como punto de partida para alcanzar cualquier otra meta personal o académica.
    “Para enseñar latín a John, más importante que conocer latín, es conocer a John”. Fundamental.

    (Y sobre algunos comentarios arriba expresados también deseo decir algo: todos tenemos derecho a discrepar de las opiniones ajenas, lo cual no significa que estemos prejuzgando o tengamos envidia. Hay quien se acerca a este blog únicamente en busca de los agujeros en el queso que, claro que los tiene, pero no sólo tiene agujeros. Efectivamente, sobre lo que falta se pueden escribir otros artículos, lo que ocurre es que no son el tema del artículo en cuestión -en cuestión, sí, cuestionado sistemáticamente).

  18. Estoy de acuerdo con las cuatro tesis del artículo:
    a. Que hace falta conocer a los alumnos para conseguir que aprendan ya que no hay aprendizaje significativo y relevante si no enlaza con la ya sabe el aprendiz.
    b. Que no es una tarea fácil, ya que el ser humano es complejo y camufla muy bien sus actitudes.
    c. Que ha estereotipos y prejuicios que complican el conocimiento
    d. Y que, de cualquier modo, hay que intentarlo.
    Sólo añadiría que también sería bueno que nos conociésemos unos docentes a otros para formar un auténtico equipo educativo.

  19. Querido Miguel Ángel,

    una vez más tus palabras son causa de reflexión y toma de conciencia ante los prejuicios que inevitablemente albergamos.

    Decía un filósofo oriental que para ver al otro/a en su idiosincrasia era necesario no sólo saber escuchar sino también aprender a ver con ojos nuevos. Tener una mirada centrada en el presente: sin estar atrapada en aquello que dijo o hizo esa persona, en lo que hará o dirá. Según él, sólo de esta forma podemos conocernos sin que los juicios de valor puedan enturbiar la relación entre los seres humanos.

    Recibe un gran abrazo desde Málaga.

  20. Pienso que los docentes conocemos perfectamente al alumnado a lo largo del curso escolar. El problema lo tenemos los docentes, entre sí, que no somos capaces de trabajar con mucha frecuencia de manera coordinada. Estoy de acuerdo con Pepa Banderas en que los niños (y los jóvenes) siguen y siguen pero nosotros, los adultos nos perpetuamos a veces en actitudes individualistas que nunca llegamos a superar. Y ése es el problema de la enseñanza actualmente, desde mi punto de vista. Las acciones individuales no sirven para nada y aún menos las clases magistrales en una aula donde la diversidad es un patrón común, reflejo de la sociedad misma. La enseñanza y sus innumerables problemas se arreglarán cuando seamos capaces de aprender unos de otros, en el mismo sentido que comentaba Pepa en relación al libro El Mundo de Sofía, de abrirnos a nuestras experiencias y situarlas sobre la mesa para que sean conocidas, comentadas, discutidas y que sirvan como fuente de conocimientos, los unos para con los otros. Lo que se aprende de un adolescente, de un niño, de un compañero. Pero tengamos la mente abierta, permanentemente.

    P.D. Pepa, cuando escribo estas líneas, la reforma express de la constitución ya está finalizada. Como demócrata de toda la vida y habiendo vivido otros tiempos en España me causa una gran tristeza que no se cuente conmigo, como ciudadano. La Constitución ha dejado de ser el gran documento de consenso que fue.

  21. ha sido entretenido leerles, con todo el respeto que merecen, somos ( me incluyo por supuesto)mucho más que cuatro ranitas en el tronco viajando por las aguas de la vida.

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