Estoy comprobando que, cada día que pasa, se hacen más estrictos y minuciosos los controles sobre el dinero público. Pero, curiosamente, sólo con carácter descendente. Es decir, que a los ciudadanos de a pie que manejamos cantidades casi ridículas se nos mira con lupa. A mí me parece muy bien que se vigile estrechamente el dinero de todos. Pero claro, uno se pregunta: ¿cómo es posible que esos controles tan finos permitan la evasión de miles de millones?
El dinero público se ha gastado muchas veces con excesiva alegría: comidas, viajes en primera clase, coches oficiales, regalos, fiestas, protocolo… No se pide lo mismo en un restaurante cuando uno paga de su bolsillo que cuando se paga con dinero ajeno. Basta ver el distinto consumo que se produce en un avión cuando invita la compañía o cuando paga el pasajero. Si la azafata sirve un refresco gratuito casi todos los pasajeros tienen sed. Si hay que pagarlo, ya beberemos lo que sea cuando lleguemos a casa. Es así de sencillo.
Dada esta tendencia se hace necesario controlar el gasto del dinero público. Defiendo que así sea. Exijo que así sea. Y esa es una muestra del buen funcionamiento de la democracia. Pero, si se ha de hacer debe hacerse con mayor celo mirando hacia arriba que hacia abajo. Por dos motivos: el primero porque las cantidades suelen ser más elevadas. El segundo por una cuestión de ejemplo.
La democracia no es un sistema de control descendente sino ascendente. El control descendente lo ejerce a las mil maravillas las dictadura. El tirano actúa en coherencia con la permisiva ventaja que se ha tomado. Exige a todos y a él nadie la puede exigir nada. Pero en una democracia el poder está en el pueblo. Una democracia está corrompida en la medida de que los que tienen el poder (por voluntad del pueblo) viven con menos controles que el pueblo, con más prebendas que quienes les han votado. Por eso la corrupción resulta tan escandalosa en una democracia, “Nosotros te ponemos ahí para que veles por los intereses de todos y tú aprovechas la confianza que hemos depositado en ti para engañarnos a todos, para robarnos a todos, para reírte de todos”. Eso es lo que dice el pueblo a quienes no sólo se corrompen a sí mismos sino al sistema que nos hemos dado para vivir.
Lo diré con un ejemplo, que es una manía arraigada de los profesores. He impartido una conferencia en una de nuestras islas canarias. Tuve que justificar el gasto de taxis enviando los correspondientes justificantes. Y luego me llega una hoja en la que debo dejar constancia firmada de que esos tickets corresponden a desplazamientos que yo he hecho. Pero, hombre, si figuran las fechas, los lugares y los importes en cada ticket. ¿Me los he podido inventar? ¿A qué viene esa necesidad de firmar un documento acreditativo?
Me pidieron también los resguardos de las tarjetas de embarque. ¿No estuve allí? ¿Había hecho el desplazamiento a nado? ¿No habían pagado ellos mismos los billetes de avión?
Además tuve que enviar un justificante acreditativo de que la cuenta en la que se iba a ingresar el dinero era la mía. Perdí unas horas yendo al banco para sellar el documento en el que se decía que yo era el titular de la cuenta de ingreso.
Me pidieron también una fotocopia de mi carnet de identidad y una declaración jurada certificando que las horas de la conferencia no excedían el máximo de las horas permitidas a aun funcionario público para realizar esas actividades.
Todo me parece muy bien. Lo que me indigna es que después, con esos controles tan minuciosos, en el mismo lugar desaparezcan cantidades enormes de dinero sin que nadie se entere. Si las grietas son tan pequeñas y están tan vigiladas, ¿cómo se puede escapar esa enorme cantidad de agua?
¿Cómo se explica ese control desmedido para las cantidades minúsculas y esa laxitud para las cantidades exorbitantes? Pues muy sencillo. Porque los controles tienen un sentido descendente y no ascendente. Porque la mirada se agudiza hacia los comportamientos de los inferiores
Y eso tiene consecuencias perversas. Porque, en el fondo, percibes un proceder hipócrita. Lo que se ofrece es una imagen de honradez extremadamente fina. Pero, según los hechos, eso es sólo una imagen. Si correspondiese a una realidad fehaciente, no desaparecerían después esas cantidades astronómicas. Porque nacen de una desconfianza radical de unos en otros. Y ya he dicho que no me parece mal controlar el dinero público,. Pero no me gusta que desconfíen de mí y que no lo hagan de quien después resulta que se lleva el dinero a espuertas. Porque esos controles minuciosos acaban siendo muy caros. Exigen un personal, unos medios y unos tiempos que cuestan dinero.
Y luego se producen dos hechos para mí inaceptables cuando uno de estos ladrones se larga con el dinero público. Algunos lo hacen impunemente, porque se guardan muy mucho de dejar rastro, pero otros que son acusados y condenados y que, incluso, van a la cárcel, salen de ella sin devolver un euro. ¿Cómo se les deja salir de la cárcel sin que hayan devuelto hasta el último céntimo? Si así se hiciera veríamos cómo aparecen como por ensalmo los dineros volatilizados. Y si no aparecen, no hay libertad. Te cuesta ver cómo algunos golfos redomados, después de permanecer en la cárcel, disfrutan de las fortunas que han amasado robándonos a todos. No hay derecho.
El segundo hecho tiene que ver con la existencia de paraísos fiscales. ¿Cómo se puede burlar así a la justicia? Hoy, que tanta importancia damos a la justicia universal, ¿no se puede fortalecer el mecanismo de la justicia para que inspeccione hasta el último rincón del último banco del mundo? Si se puede perseguir a las personas hasta dar con ellas, ¿por qué no se puede buscar el dinero? Hay que intensificar los controles ascendentes.
Totalmente de acuerdo. Para potenciar los controles ascendentes hay que unirse, perseverar y ser valientes. Y practicar cada día.
Ya te dije, la democracia está de vacaciones…
El control puede ser descendente, pero empezando desde arriba, desde quienes gobiernan.
A la justicia no se la burla, se la compra…
Con sorpresa veo que España está sufriendo los mismos escarnios que sufrimos los llamados paíces del tercer mundo.Igual cuentan con ventaja,en estos últimos ni siquiera vale quejarse…
Es desde ese lugar de injusticia, de impotencia y enojo, desde donde hay que levantatse cada mañana decididos a construir un mundo mejor, sabiendo que vivir es un desafío que duele. No puedo esperar que las cosas cambien, porque la vida se me pasa, instalada en la esperanza.Tengo que ser feliz, aunque no se pueda, tengo que saber que la vida es una aventura maravillosa y tengo que luchar a brazo partido por aquello que quiero cambiar. Eso de al mal tiempo buena cara, si que es sabio. Pintate una sonrisa cada día, una sonrisa desde el alma, y a la lucha sin descanso por la búsqueda de utopías. Cambiar el mundo depende de tí…
A “espuertas”, con “-s-” y no “expuertas”, con “-x-“
Ya tengo dicho lo de “Quien paga, manda”, que podemos considerar como una apropiación indebida, por lo menos del dicho. Consideraciones aparte, sabemos que los políticos se comportan como pobre gente, es decir, como ricos nuevos, y como desde esa situación pagan, pues ya tenemos que mandan y se desmandan. No les duele el dinero público, porque no lo han sudado. De otra manera no nos podemos explicar tanto despilfarro, tanta prepotencia,… y en definitiva, tanta manga ancha ni oarte ancha del embudo.
Debe ser fruto de los nuevos milagros.
Estoy absolutamente de acuerdo. Un cordial saludo.
En una democracia los de arriba son los de abajo y los de abajo son los de arriba. Pero nuestra democracia es todavía muy imperfecta. Los de arriba son los que se aprovechan de los de abajo. Pasa en todo. Miguel Angel ha planteado una de las manifestaciones de este fenómeno.
y mirá vos..?? acá en latinoamerica, específicamente en paraguay,pasa igual, o quizá peor, porque ese dinero que las autoridades están administrando casi siempre son de prestamos internacionales, y allí, en un país como nosotros llamamos de 1º mundo, se dan los mismos casos…, y esto me da la pauta que estas “malas costumbres” van para rato..! aunque se puede considerar lo que dijo A.F “Cambiar el mundo depende de tí…” a lo que yo agregaría, y de cada uno de nosotros que estamos abajo.
un cordial saludo desde Concepción Paraguay.
Siempre ha sido así, a lo largo de la historia de la humanidad. Esto es, el poder político imperante, partiendo de ese esquema intemporal donde se concibe al conjunto de ciudadanos como una masa, sin más, nos estruja cuando las circunstancias no son favorables. Veáse este ciclo neoliberalista, donde políticos, empresarios, banqueros, después de haberse enriquecido, cargan ahora el peaje de dicho ciclo en los ciudadanos de a pie, esos que durante estos años, lejos de entrar en especulaciones urbanísticas, se han dedicado, sin más, a construir una vida fruto de su trabajo honrado y esfuerzo diario. Ése ha sido nuestro error: ser honrados y tener aún, ingenuamente, ideologías. Ya ha aprendido que aprendices de brujo en nuestra política son todos y cada uno de ellos (y de ellas). Y que para todos (y todas) soy un limón a estrujar, ideológica y económicamente hablando. Pero la sabiduría, verbigracia, me hará libre: he dejado de creer, esto es, me he vuelto un incrédulo de la clase política, pero desde luego, me he vuelto más sabio y me reafirmo en esa máxima que siempre me ha acompañado: Viva el esfuerzo diario, el trabajo honrado, las relaciones sinceras y humanas entre personas y por encima de todo, esa proyección vital y profesional que sólo puede ser fruto del aprendizaje, de la cultura, digan lo que digan esos aprendices de brujo que quieren engañarnos a diario. Ay, me temo que el artículo me ha salido demasiado guerrillero pero creo que no he escrito nada distinto a lo que la inmensa mayoría de la población pensamos. Abrazos a todos/as.
¿Qué democracia es ésta en la que los de abajo están desprotegidos y los de arriba están bien protegidos? ¿Qué democracia es ésta en la que los que tienen que exigir (que son losw que votan) son los que viven asfixiados por quienes han sido elegidos para gobernar? Hay que fortalecer los controles ascendentes. No perdamos el optimismo, Joanna.
Conozco procesos como el que se describe en el artículo en otros ámbitos, por el ejemplo el urbanístico. Resulta que a un vecino le ponen mil pegas y le abrasan a multas si se le ocurre cambiar una ventana sin permiso pero ese mismo Ayuntamiento permite hacer una cadena de cien chalets de forrma irregular. Alguien se embolsa la pasta.
La democracia no es solo un asunto de los políticos. Lo es de todos. Por eso hay que luchar para conseguir que las cosas mejoren. No sólo con los votos sino con el compromiso de cada día.