Hábleme de usted

7 Ago

Los gritos como forma habitual de diálogo.

Me cuenta una amiga, con una larga y rica experiencia en cuestiones judiciales, que asistiendo un día a un juicio en un juzgado de primera instancia oye cómo el juez le pregunta a un joven delincuente sobre sus reiteradas fechorías relacionadas con el quebrantamiento de la propiedad ajena.
El chico le contesta al juez con desparpajo tratándole insistentemente de tú.
– Porque tú ya sabes que… Como ya te dije antes… Lo que tienes que comprender…
Llegado un momento, el juez, sorprendido y un tanto molesto por esa inhabitual familiaridad que él no había propiciado, le dice al joven:
– Por favor, hábleme de usted.
Su señoría y todos los presentes se quedaron atónitos al escuchar la displicente contestación del acusado:
– ¿Y qué te voy a contar yo de mi vida?

La anécdota me parece tan significativa como oportuna. Llega un momento en que, a fuerza de despreciar las muestras de respeto, acaban por desaparecer. El joven de esta verídica historia ni siquiera entiende la solicitud que le hace el juez. Muy al contrario, acostumbrado a pensar sólo en sí mismo, entiende que su señoría está interesado en conocer los pormenores de su acreditada carrera.

Creo que se están perdiendo muchas muestras de respeto (ya sé que no constituyen el respeto en sí, ya sé que a veces se sustentan en la hipocresía) pero que lo sostienen, lo valoran y lo desarrollan.

Voy a referirme a un elemento que influye en el desarrollo de la ordinariez, de la falta cuidado, de la forma irrespetuosa de dirigirse y de tratar a los otros. Me refiero a esos chabacanos programas de televisión en los que parece que pretenden hacer un catálogo de faltas de respeto. Mencionaré algunas:

La forma soez de expresarse. En los diálogos, en los debates, en las intervenciones se habla de manera desvergonzada, de manera chabacana.

La utilización de insultos para descalificar el comportamiento o las palabras de los demás. Quien emplea insultos de mayor bulto parece tener más razón. Da vergüenza ajena ser testigo de ese desparpajo en agredir, en descalificar, en insultar.

Los gritos como forma habitual de diálogo. Aquí se produce también una competición irracional: quien más grita es quien acaba llevándose el gato al agua, quien parece tener la verdad.

Los gestos procaces. No hace falta esperar mucho para ver un corte de mangas, una pedorreta, una expresión mímica grosera. No sólo lo que se dice sino las formas de expresarlo suelen ser poco elegantes.

Los atropellos del turno de intervención. Es habitual escuchar cómo dos, o tres, o cinco hablan a la vez, sin esperar el turno, sin que se les haya dado la palabra. A los moderadores o moderadoras les cuesta mantener el orden, imponer un turno de intervenciones, conceder el derecho a réplica…Los contertulios tienen encendidos sus móviles y reciben llamadas y mensajes que muestra como trofeos a los demás y a toda la audiencia. Mientras lo hacen, ¿pueden escuchar a quien está hablando?

La exhibición de comportamientos salaces como una forma de modernidad, de autenticidad, de espontaneidad y de saber hacer. Mientras más explícito y más procaz sea lo que se cuenta o hace, mejor.

El cotilleo sobre la vida de los otros bajo excusas de lo más pintoresco: estamos trabajando (también los asesinos o los terroristas están trabajando cuando matan), una vez vendieron su vida privada y por eso han renunciado a ella (es como si por haber vendido un sofá se deduce la obligación de vender la casa), es que ese tipo de noticias interesa a la gente (y si a la gente le interesasen las torturas, ¿habría que torturar?)…

La invasión de la vida privada: exhibición de fotos íntimas, relato de experiencias familiares, desvelamiento de infidelidades… Vale todo con tal de ganar audiencia, de mantener el circo, de alargar la espiral de la ordinariez. O con tal de ganar un poco o un mucho de dinero: criadas o criados que cuentan la vida íntima de sus empleadores, novios y novias que cuentan con detalle las relaciones íntimas, esposos que describen con pelos y señales las infidelidades…

El enfrentamiento entre familiares y amigos: padres e hijos, esposos y esposas, hermanos y hermanas, amigos y amigas… Valen traiciones, lucha por la herencia, conflictos de adolescentes…

Burlas sobre la identidad sexual, sobre la relación íntima con otras personas, sobre los comportamientos profesionales… Todo vale. Nadie pone un límite a las provocaciones y a los escándalos porque unas cadenas compiten con otras. Y hay que llevarse la audiencia.

Resulta tramposo y repugnante ese círculo maldito que justifica esa exhibición de ordinariez diciendo que es lo que desea la audiencia. Mentira. La audiencia también desea que los responsables repartan gratuitamente mil euros a cada espectador. ¿Se lo dan? ¿No les importa mucho la audiencia? ¿No pretenden tenerla contenta? Sí, pero con tal de que esa satisfacción llene sus bolsillos. Lo tremendo es que algunos de esos programas son premiados luego por su originalidad, por su capacidad de innovación, por su éxito en el número de espectadores. Es como si premiase a un gángster por la originalidad con la que ha despachado a su víctima.

Dicen algunos de estos señores y señoras que su deber no es educar. ¿Cómo que no? Su deber es poner un granito de arena para hacer una sociedad mejor, una sociedad en la que todos y todas podamos vivir dignamente. Y, desde luego, su deber, es no ofrecer un ejemplo constante de ordinariez, de zafiedad y de estupidez. Si disponen de un ratito y en sus cabezas queda un rinconcito para pensar en lo que están haciendo lean el libro “El poder de la estupidez”.

En ese caldo de cultivo crecen nuestros niños y nuestros jóvenes. En ese clima de falta de respeto a la dignidad de las personas se desarrolla nuestra infancia y nuestra juventud. No me extraña que cuando a un joven le dicen “hábleme de usted” entienda que le están pidiendo que cuenta sus fecharías. Ojalá sepamos educarlos para que sean espectadores críticos y no se traguen sin pestañear tanta porquería.

17 respuestas a «Hábleme de usted»

  1. Usted, señor Santos Guerra, es un iluso. La gente como la que ha mencionado está totalmente perdida, desaforada. Han perdido la educación, si hubo alguna vez que la tuviesen, la vergüenza y el sentido del ridículo. Son analfabetos, peligrosos para la sociedad, aunque hay quien los jalea y aníma a ser cada día más soeces y ordinarios, por ejemplo, los responsables de esas cadenas de telebasura y el pasotismo de las autoridades.

  2. Hace veinte años llegué a un pueblo para una temporada. Pasados unos días, alguien, con mucha confianza, me preguntó: “¿Qué te parece el pueblo?”
    Mi respuesta fue quizá demasiado sincera, pero mi espontaneidad me llevó a decirle: “Me parece un pueblo donde se cotillea mucho y se dialoga poco”.
    Hoy, la piel de toro (con perdón) es ese pueblo. Se ha generalizado el arte del cotilleo, con la diferencia de que en un pueblo todo el mundo se conoce y ello nos concede el matiz de cierto respeto, debido a la familiaridad. Pero en la piel de toro, hay que hacerlo por las bravas (nunca mejor dicho) para que todo el mundo se entere bien de quien es quien, ya que antes sólo lo conocían en su casa y a la hora de comer, si se presentaba, claro.
    En fin, país, y paisanaje, claro.
    Habrá que decirle a los medios: paisanos no os paséis, porque los próximos en caer seréis vosotros.
    No sólo se trata de no caer, sino de levantar este país, no sólo deportivamente, sino con deportividad y educación y juego limpio.
    Gracias, Miguel Ángel. Otro acierto.

  3. ¿Cómo es eso, querido profesor, de que se necesita toda la tribu para educar a un niño?. Pero la tribu actualmente anda en desbandada. Los medios de comunicación están en otros intereses, esa es la realidad, así que sólo queda que palabras como las suyas hagan reflexionar a cada uno sobre su propia responsabilidad. Los padres sobre la suya, que andan muy atentos a lo que comen sus hijos, pero no tanto a lo que escuchan o ven. Cambiar la filosofía de los medios de comunicación supone primero cambiar nuestros hábitos de puertas adentro de casa. Ni uno solo de esos programas deberían ver nuestros niños o adolescentes, aún a riesgo de escuchar “es que en esta casa no se puede ver nada”. Se acostumbran enseguida, eso sí, los primeros que tienen que dejar de consumir esa bazofia son los padres o educadores. Y proponer alternativas, lecturas, películas, salidas culturales, sobre lo que luego debatir y fomentar su espíritu crítico. Irán adquiriendo una mayor solidez interior que les permitirá asentar mucho más firmemente los pies en el suelo.

  4. Lleva Vd.toda la razón,vale que hay gente que incluso a sus padres los tratan de VD.eso tampoco,pero esa fea costumbre de tutear,me parece indignante,hoy incluso en la dependencia de grandes establecimientos emplean ese tratamiento,recientemente recibí un regalo de un gran establecimiento y la carta que acompañaba me trataba de tu,por supuesto la devolvi,explicando al firmante,que se habia equivocado de destionatario,yo por mi (a Dios gracias) condición de malagueño, no era el compañero de colegio madrileño suyo,ya que el tratamiento asi me daba a entender.
    En cuanto a la forma y modo de expresarse,hay varios pprogramas de TV,muy interesantes de ver pero me resultan imposibles de ver cuando hablan dos o tres al mismo tiempo y a puro gritos.Que se le va a hacer,los tiempos cambian.

  5. Cierto es todo lo que usted dice, Miguel Ángel. Parece que esto de los medios basura es un virus mundial. Aquí en La Argentina pasa exactamente lo mismo. Lo que importa es lo que vende. De pronto un programa de baile se convierte en pornografía a pleno día, fuera de horario de protección al menor…Todo es comercio, todo es dinero. La cultura parece ya algo olvidado, a veces ridículo. Por suerte en mi casa ninguno de los cinco integrantes aporta rating a esos programas basura, y supongo que el que está radicado en Madrid tampoco pierde tiempo viendo ese tipo de televisión entretenimiento, completamente despojado de educación y cultura. Creo que en la casa, y desde la más tierna infancia se deben inculcar en los niños los valores.Qué digo, antes de la infancia, ya desde el vientre de la madre. La educación es responsabilidad de todos, pero cuando un padre ve que nadie agarra las riendas, tendrá que hacerlo él, y a conciencia. Se trata de su hijo, de lo mejor que le ha dado la vida. Y no hablo como educadora porque hace un tiempo estoy fuera, fueron tantos los espadazos y estiletes que me arojaron en un momento de debilidad, que terminé con licencia por psiquiatría de largo tratamiento.
    Besos y cariños a todos. Ya saben a qué se ha debido mi larga ausencia en este maravilloso foro.

    • Querida Nancy: Ahora sé a qué se ha debido tu largo silencio en el blog. Espero que estés recuperada. Ya sabes que el pájaro canta sobre la rama porque, aunque ésta se rompa, él puede echarse a volar. Y no olvides lo que decía Voltaire: “La mayor venganza sobre nuestros enemigos es que nos vean felices”. Ánimo, pues. Y adelante.

  6. Yo creo que el problema es educativo. Educativo, no escolar.
    Y que hay que volver a jugar. Solo eso, jugar. Juegos sin enchufes ni baterias. Juegos de construcción y creatividad. Juegos que involucran al cuerpo y desarrolllan el cerebro. Nuestros niños desde muy tempranas edades saben de aparatos y tecnologías aún antes de aprender a hablar. Si jugamos con ellos, si estamos con ellos, si dejamos que a través del juego se desarrolle su estrctura psiquíca, contribuiremos a la creación de seres con capacidad de pensar y de elegir y de aprender formas adecuadas de comunicación, de relación con el otro. Es en la interacción con el otro donde se aprenden modos de vida y se desarrolla nuestra capacidad cognitiva. Desenchufemos a nuestros niños y juguemos con ellos. Que también esto suceda en los primeros pasos por la educación sistemática. Que todos los niños y niñas del mundo vayan a los maternales, jardines de infantes o instituciones afines, SOLO a jugar y no a aprender los rudimentos de lengua, matemática o ciencias sociales. Que no exista el juego trabajo. Solo el juego. En un promedio de vida de 80 años, cada vez se acorta más el tiempo de jugar. El juego desarrolla y aumenta las conexiones neuronales. A mayor cantidad de conexiones mayor desarrollo cognitivo. Así que si queremos niños y adultos que sepan comportarse de manera adecuada a cada circunstancia, simplemente hagámoslos jugar cuando niños.
    Ya sé que suena un tanto descolgado mi comentario con el artículo… Pero para que todo lo que aquí se comenta no suceda, tienen que suceder algunos cambios y estos tienen que comenzar desde el día que un niño o una niña abre sus ojos a la luz de este mundo y quizás antes… Y sino pregunten a cualquiera que sepa de neurociencias y de desarrollo…
    Que nuestors niños y nuestras niñas jueguen y jueguen y jueguen…

  7. Es interesante pensar en las causas que nos meten en un clima que incita a la falta de respeto a los demás. Los niños aprenden más aquello que ven que aquello que se les aconseja. Es un escándaloso bochorno el espectáculo que nos brindan algunos programas durante horas y horas. Aplaudo el artículo.

  8. Querido Miguel Ángel. Sus palabras, así como se lo digo, me han hecho llorar. Siempre he sido muy sensible y en estos momentos lo estoy aún más.
    Me da mucha alegría que usted se haya tomado la molestia de escribirme palabras de aliento, no se imagina cuánta falta me estaban haciendo ni lo bien que me ha hecho sentir con ellas.
    No bajaré los brazos, voy a seguir luchando para salir adelante, para volver a sentirme feliz, trataré de seguir cantando en mi ramita humilde y frágil, ojalá pueda alzar el vuelo si se quiebra.
    Un fuerte abrazo, y nuevamente muchas gracias.

  9. Respecto al tema de la semana, es una problemática generalizada y unos de los mayores problemas que dificulta la convivencia de la gente. Recuerdo a Federico Mayor, quien sigue insistiendo en el buen uso de la palabra…del valor de la palabra, él exhorta que hay que tenemos que sustituir la fuerza por la palabra, pero la palabra adecuada, la palabra bien dicha, aquella bien usada, la que no hiere, la que habla la verdad; y realmente buena parte de los problemas y desafíos actuales proceden justamente de carencias en la comunicación, esto hace que el ser humano no sepa convivir.

    Por otro lado, coincido con A.F de que el problema es educativo, y que hemos avanzado poco en el desarrollo del pensamiento crítico; hecho, muchas personas hoy en día hablan más y conversan menos, insultan más y ensalzan menos, sobre todo, es el caso de los “políticos”, en su lenguaje abundan los adjetivos y hay pocos sustantivos; hace falta formar pensadores críticos, como dice Faccione (2007 ) “…una persona que sea habitualmente inquisitiva, bien informada, de mente abierta, prudente al emitir juicio, dispuesta a retractarse…”. Otra vez, los educadores nos enfrentamos a este desafío, la labor no es fácil, primero porque debemos educar en tiempos inciertos, según Fernández Enguita, y otro porque nuestra tarea es contradictoria, pues hay que educar para los valores y preparar para la vida. Al respecto, muy ciertas son las palabras de Montesquieu “Cuantos menos piensan los hombres más hablan”. Valoro este espacio que nos hace reflexionar sobre nuestra práctica, que nos incita a mirarnos y evaluar nuestro propio trabajo.

    Prof. Miguel Angel, hace días le escribí en su correo desde Concepción Paraguay y no obtuve respuesta, ¿es su correo el de siempre o lo ha cambiado?. Deseo para usted mucho éxito en su vida personal y profesional. Sus pensamientos siempre se constituirán en un motor que a nosotros los docentes nos animarán a interactuar críticamente. Hasta pronto

    • Querida Norma:
      Gracias por tus estupendos comentarios.
      Envíame de nuevo el mensaje a mi correo habitual. Auqnue salgo de viaje para Colombia tendrás rápida respuesta.
      Un cordial saludo

      MA Santos

  10. Prof. Miguel Angel, me encantan los pensamientos célebres o no, y el que usted le mencionó a la Sra. Nancy es un escrito del famoso literato español Alvaro Cunqueiro quien textualmente dijo: “el ave canta aunque la rama cruja porque conoce la fuerza de sus alas”, también le reitero a ella, para que el ánimo y la fuerza sea mayor

  11. Desde luego, y a riesgo de que me llamen “carroza”, “canica”, “carca”, “fósil” o, lo más común, “facha”,he de decir que no sólo se ha perdido el respeto (se le puede “mentar” a la madre a uno hablándole de usted) sino LA URBANIDAD, esa “cosa” que nos enseñaban en los Colegios Nacionales (se llamaban así,como ahora se llaman “Públicos”, no por otra cosa) y en nuestras casas a los que ya peinamos canas -y algunos, ni eso- y que sirve para CONVIVIR, sabiendo en todo momento que mi libertad (ahora que tanto se habla de “derechos”) termina justo donde empieza la del otro. aaantes, en el Jurásico, a los Maestros -hoy “Profesores”- se les hablaba de Usted y de Don, y hoy, cosas de la modernidad, les dicen “coleguis”. A ver cuándo el Ministerio al que corresponda vuelve a instaurar esa Asignatura, que hace mucha falta.

  12. Nancy, le envío también desde este espacio ánimo para que se recupere.

    Si los artículos del profesor son siempre enriquecedores, también lo son sus comentarios, para mí llenos siempre de ternura y sensibilidad.

    Ánimo y adelante desde Valencia (España) !!!

  13. Bueno…pues con los niños que “se tragan” estos programas que usted describe es con los que tenemos que intentar poner en marcha la tarea de educar. Es verdad que lo tenemos cada día más difícil, pero en ello estamos. Hay miles de ejemplos, pero voy a permitirme sólo uno: como el niño viene diciendo que otro niño le ha pegado “una hostia”, se le explica que se dice “un golpe…una patada…” Más tarde se lo comenta el niño a la madre y ella insiste… “pero es que le han pegao una hostia…”. Saludos, profesor, y una vez más, gracias.

  14. Para Norma y Susi:
    Muchísimas gracias por la energía que me hacen llegar a través de este medio. Vuestras palabras son bálsamo para mi alma, que se encuentra aún un poco lastimada, pero gracias a Ustedes y a muchas personas que me quieren y me cuidan, sé que se curarán mis heridas, el fenómeno de la “resiliencia”, que en algún artículo mencionara nuestro querido Miguel Ángel hará lo suyo, y un día podré mostrar con orgullo mis cicatrices, como un viejo soldado muestra sus heridas de guerra.
    Un fuerte abrazo a ambas, y nuevamente muchas gracias.

  15. Hola a tod@s, me gustaría aportar mi opinión porque precisamente fueron esos detalles llenos de falta de respeto los que me hicieron retomar mis estudios a la edad de cuarenta años, y es por ello por lo que quise aportar mi granito de arena. Sin embargo, pasado el tiempo todo sigue igual. El otro día acompañé a una amiga a la reunión del colegio donde empezaba su niña de tres años, y la preocupación de todas las madres (como siempre el 99%) e incluso de la maestra era el baby, las normas de entrada y salida, el autobús escolar y el comedor. Un saludo.

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