Hay quien pone a las personas al servicio de las normas y hay quien pone las normas al servicio de las personas. No tengo duda de cuál de las dos opciones es mejor. Mejor por más lógica y mejor por más beneficiosa. Cargarse prescripciones y de normas sólo es bueno si éstas acaban ayudando a vivir mejor, a ser más felices. Tiene que haber normas, porque la sociedad no es la selva. Pero hemos de ser inteligentes y dotarnos de normas que beneficien la convivencia, que no la dificulten, que la hagan más amable. Y esas normas deben ser cumplidas por todos y por todas con racionalidad y con sentido de la justicia.
Conviene aplicar la norma con flexibilidad, lo cual no quiere decir con arbitrariedad, capricho, debilidad, nepotismo o injusticia. No es débil, sino todo lo contrario, aquel que se muestra magnánimo en el cumplimiento de la norma.
Lo he visto mil veces. En mi profesión, por ejemplo. He podido comprobar cómo profesores y profesoras actúan en la evaluación con el siguiente lema: “si puedo aprobarlo, lo apruebo”. Y he visto quien se rige por la consigna contraria: “si puedo suspenderlo, lo suspendo”. Y así, si es preciso para aprobar alcanzar un 5, alguien no acepta un 4.9 y otro lo da por bueno interpretando flexiblemente lo prescrito.
No es difícil constatar esa actitud divergente en la vida. No es difícil encontrarse con personas rígidas y con personas flexibles. Porque, en efecto, frente a la flexibilidad está la rigidez, frente a la magnanimidad la mezquindad, frente a la dureza la sensibilidad, frente a la estupidez la cordura y frente a la intransigencia, la permisividad.
Pondré algunos ejemplos con los que la mayoría de los lectores y lectoras se habrá topado en su vida cotidiana. Todo el mundo habrá tenido experiencia de un signo u otro. Todo el mundo se habrá encontrado con un conductor de autobús que no le ha querido cambiar un billete de veinte euros (aunque tuviera suficientes monedas para hacerlo), con un funcionario que le ha dado con la ventanilla en las narices a la hora exacta del cierre, con un policía que le ha multado por aparcar dos minutos en zona de carga y descarga…
De la misma manera, todo el mundo se habrá encontrado con un farmacéutico que ha abierto la puerta que tenía ya cerrada cuando ha visto la cara de desesperación del que llega tarde, con un conductor que abre la puerta a un viajero que llega corriendo con la lengua fuera, con un profesor que ha subido una décima para salvar un curso…
Hace unos días, en un aeropuerto de la península, al pasar una maleta por el control de seguridad, la persona encargada de la pantalla que visualiza el contenido, me dijo::
– Esa colonia excede del tamaño reglamentario….. La próxima vez no se la dejaré pasar….
Qué contraste con esta otra actitud aeroportuaria: a un pasajero no le deja viajar con el carnet de conducir un celoso trabajador que interpreta que sólo es válido como documento acreditativo el Documento Nacional de Identidad o el pasaporte..
¿De dónde procede esa actitud diametralmente opuesta? Puede explicar ese modo de actuar (uno y otro) el carácter que ha ido fraguando en la vida, la forma en que uno ha sido tratado, la educación que ha recibido, la imitación de personas a las que admira, alguna mala experiencia vivida, el tipo de jefes que ha disfrutado o padecido
Las actitudes a las que hago referencia tienen que ver, realmente, con quien toma la decisión auténtica. Digo esto porque algunas personas, de talante amable, no se atreven a intervenir de forma que pueda contrariar a su jefe. Lo habrá oído el lector (o lectora) alguna vez:
– Mire, señor, por mí lo haría, pero yo obedezco órdenes. Si mi jefe se entera…No puedo jugarme el puesto.
Es curioso comprobar la vehemencia con la que los intransigentes justifican su modo de proceder. “La norma es la norma”, dicen. “Si se quebranta una vez, se puede quebrantar siempre”, añaden. “No debe haber excepciones en el cumplimiento de las normas”, sentencian. Y cuando tratas de razonar se cierran herméticamente. “Esa es la norma”, te dicen. Es como pretender romper una pared con la cabeza. Te rompes la cabeza y la pared no se mueve. Es más fácil y más eficiente ir en busca de otra persona que te sepa escuchar.
Las personas rígidas se consideran justas cuando actúan con un elevado nivel de exigencia.
– Es que eso que usted pide no se puede hacer.
– Dirá que se debe hacer, porque poder sí se puede y de hecho algunos han podido hacerlo, replica con razón quien
pide un trato singular.
Ante las súplicas, sobre todo si son insistentes y apremiantes, la persona rígida no se ablanda. Tiene idea de que si cede pierde toda la autoridad y toda su dignidad..
– He dicho que no y es que no.
Los intransigentes se consideran a sí mismos buenos cumplidores de la ley. Yo pienso que no lo son. Porque creo que hay que interpretar la norma y aplicarla para ayudar a las personas, no para someterlas, no para esclavizarlas, no para fastidiarlas.
Desde esa concepción rígida del cumplimiento de la norma, es fácil asumir una pequeña parcela de poder como si se tratase del gobierno de un imperio. A alguien le das una gorra y se siente un general. Uno se echa a temblar cuando piensa en la forma de actuar que tendrían si tuviesen en sus manos un gran poder de decisión. Esa actitud es hija de la cortedad mental y del orgullo más ramplón.
Hay quien pone como excusa que actuar de una forma flexible genera un precedente. Pues qué bien, si se trata de un buen precedente. Ojalá se actuase de la misma manera en ocasiones similares.
La cara y la cruz. ¿En que lado estás, lector o lectora? ¿En el orilla de la amabilidad o la de la intransigencia? Tengo, para actuar en estos casos, un criterio que puede ser útil: ¿Cómo me gustaría que me tratasen a mí en una situación similar?
La verdad es que es una pena encontrarse con personas que parece que están empeñadas en hacerlo todo más difícil. En un negociado de una institución qeu conozco hay dos personas que quedan muy bien reflejadas en el artículo. Todos quieren ser atendidas por la que está dispusta a resolver los problemas. La otra parece que se divierte complicándolos más aún. Saludos.
Hola Don MIguel!!!!!!!!!Qué tema el de las NORMAS!!!!!!!Para mí, debe primar siempre el sentido común, a veces el menos común de los sentidos…en fin, eso es harina de otro costal. Las normas son necesarias, pues sin límites, no es posible la convivencia entre los humanos. Digo los humanos, porque los animales no tienen normas escritas, y qué respeto se tienen unos a otros.Lo que sí, cada caso es único, como único e irrepetible es cada ser, por lo tanto, contemplemos cada situación, poniéndonos responsablemente en el lugar del otro. Ese otro, que también soy yo, en otro momento.
Una Santa y reflexiva Semana Santa para Ud. y todos los amigos del Blog. FELICIDADES Y A VIVIR CON HONESTIDAD Y COMPROMISO LAS NORMAS, saluditos desde ARGENTINA Noelia
Hay muchas maneras de hacer cumplir las normas. En una ciudad de la provincia de Buenos Aires se ha propuesto la municipalidad que nadie circule en moto sin casco. Y lo han organizado de la siguiente manera: toda la policía de la ciudad está en la calle deteniendo a quienes circulan sin casco. Dichas personas en lugar de una multa reciben un vale para retirar un casco en un comercio del lugar. Una inversión que apuesta a la vida y una medida que deja a todos felices…
Las normas están para que todo funcione de manera correcta y justa. Tienen que servir. Tienen que ser útiles y prácticas. Sucede que muchas veces quienes las hacen cumplir cometen abuso de poder. Y se pierde el sentido de respeto por el otro. Cuando se recibe un no de manera cordial, uno entiende que tiene que ser así.
Estoy segura que la próxima vez que lleves una colonia en tu equipaje recordarás lo sucedido y llevarás un frasco más pequeño…
Hay que dotarse de normas racionales y justas. Y, a la hora de cumplirlas, hay que hacerlo de forma flexible y amable. Mientras más racionales sean las normas, más fácil será cumplirlas. Si son arbitrarias y estúpidas tenderemos a burlaslas. Y quienes las hacen cumplir tienen que tener en cuenta que las normas se hban puesto para bien de las personas.
No volvamos a equivocarnos, bastante lo hemos hecho ya con la educación y un sentido de la “flexibilidad” mal entendido: los padres deben actuar como padres (nunca como “amigos”) y los profesores son profesores (nunca “colegas”). Me remito a Emilio Calatayud, fácilmente localizable en youtube. Escuchando a este hombre, sin duda con una experiencia a sus espaldas al respecto de la “flexibilidad” en la educación en cuanto a normas elementales se refiere, absolutamente ajeno a la demagogia típica de otras personas sin tanta experiencia, el tema, me temo que no da mucho más de sí. Buenas tardes.
Para Jeanne:
Me sorprende que prefieras la rigidez a la flexibilidad. En educación y en todo lo demás. Si comparas a un padre con un amigo (debe ser padre porque si es amigo, deja huérfano al hijo), será peor que en un lugar de ser padre sea un juez o un general. La flexibilidad no tiene nada que ver con la idea de que cada uno haga lo que le da la gana. Tú pregúntate cómo te gustaría q
Totalmente de acuerdo con Jeanne. Las normas están para cumplirlas y sería muy bonito que los niños en la escuela pudieran participar en la propuestas de normas así de ese modo creamos un ambiente amable y cálido. Pero sin olvidarnos que las normas están para cumplirlas, sino ocurre como dice Iñaqui Gabilando en su comentario al final de las noticias en Septiembre del año pasado. “¿¿¿ A quién se le va a pedir responsabilidades después???????.
Un Saludo MAESTRO.
Mira los vídeos de Calatayud, Alfredo. Se llaman leccion magistral o similar, en youtube. Una vez vistos y escuchados, creo que el tema, como comentaba, no da más de si.
Hola querido Miguel Ángel.
Lo has dicho todo. Poco queda por opinar. Pero lo de la ley tiene sus trampas, al igual que el amor.
Mira, vivo en un país donde transgredir las normas es casi legal, desde tiempo inmemorial, por las épocas de la colonia, cuando estando los reyes de España tan lejos era fácil hacer LA NUESTRA a espaldas de la autoridad, que en el fondo no reconocíamos (teníamos nuestros fundamentos). Creo que somos los argentinos los que inventamos la COIMA. Y no nos ha ido bien por eso. Así somos históricamente, si no nos cobran la multa hacemos caso omiso de la norma, y nos enojamos con la autoridad cuando nos quiere hacer entender que es por el bien de todos.
Nos cuesta crear leyes a nuestra medida y luego respetarlas, tal vez no estén consesuadas debidamente…
Mira, hace un año lloré un mar de lágrimas cuando mi hijo perdió el vuelo a Argentina desde Madrid porque el funcionario del Banco donde debía poner un estampillado de monedas cerró la puerta justo en sus narices porque era hora de cerrar.
No pudo explicar mi hijo cuán desolado y vacío se sintió rogando ante la puerta de ese banco. Pero luego entendimos que las leyes están hechas para ser cumplidas, aunque duelan.
Pero yo sigo pensando con el corazón que la rigidez es una cualidad de las piedras, y no de las personas.
Un abrazo y mis respetos y admiración de siempre, desde Córdoa, Argentina.
Nany, no te lamentes de como somos los argentinos… tendrías que ver como se comportan los alemanes cuando están fuera de su país… Y digo de los alemanes porque ellos son sumamente extrictos y precisos en el cumplimiento de las normas. Da gusto. Pero claro, no lo hacen por amor a las leyes, sino porque ante la menor infracción un correcto policía les hace una multa… “Verboten ” es la palabra alemana que más se lee en la vía pública. El rigor de la ley los convierte en eximios cumplidores…
¡¿Cuántas cosas cambiarían en Educación, en las Escuelas y en la Vida si tan sólo pudiésemos ponernos por un momento, en el lugar del otro?, es lo que más nos cuesta como personas…por eso cuesta comprender filosofía…ponerme en el pensamiento “del otro”, tan humano como yo, tan persona como yo…pero no soy yo…
Seríamos capaces de abrir alas…de tender una mano, de dar, de permitir crecer…no es tan complicado…es salir un poco de nuestro ego y “ser junto a los otros”..recuerdan a Martín Bubber???
Aprecio mucho compartir este espacio Miguel Ángel…desde Argentina
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Empezamos el día institucional “revisando” las normas de convivencia…la primera aseguraba: Está prohibido tratar mal a mis compañeros y a cualquier integrante de la comunidad educativa. Al leerla resultó chocante hasta para nosotros mismos, que la habíamos formulado el año anterior…y sí, cómo no nos dimos cuenta que queríamos lograr un aprendizaje de ciertas conductas, entre alumnos de secundaria que se resisten a “lo prohibido”( no sólo ellos, los adultos también) motivándolos para despertar la hermosa “rebeldía”. Pensamos entonces que si la formulación comenzara: Están “permitidos” los buenos tratos…la predisposición para cumplir la norma seguramente sería positiva. Es decir, no es lo que queremos hacer cumplir, sino el cómo lo intentamos conseguir(quizás suavizando las palabras)…porque en última instancia es un beneficio para todos.
Querida Mariela:
Yo creo que la esencia de las normas es que tengan racionalidad y justicia. Y eso lo podemos compartir. Es decir que TODOS Y TODAS debemos darnos las normas. Si participamos todos en la elaboración y la aplicación de las normas es más fácil tenerlas en cuenta. Está claro que se necesitan porque vivimos en comunidad. Pero si son para todos y fijadas por todos será más fácil cumplirlas. Y es obvio lo que dices: las normas no se ponen para fastidiar sino para beneficiar a todos. No a los de arriba, sino a todos y a todas. Un saludo.
Las normas que son justas se cumplen con más facilidad que las que son arbitrarias. Cuando una persona es tratada de forma indulgente no aprende a ser descarada sino a ser buena. Es mi opinión. Coincido en lo que piensa M. Angel de la flexibilidad frente a la rigidez.
Cuando te falta seguridad, cuando te falla la toma de decisiones, cuando te asusta la responsabilidad, es más fácil justificar tu conducta apelando al “la norma es la norma”. Y así, no tienes que implicarte en una decisión que puede beneficiar al otro. Las normas deberían estar para facilitar la vida como argumenta Miguel Ángel. Yo también estoy cansada del “Esto no se puede hacer” que curiosamente, al menos en mi experiencia profesional, lo suelen decir las personas que menos “autoridad” tienen para decirlo.
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