Ninguna herida es un destino

10 Oct
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El ser humano está preparado para superar hasta lo más terrible.

Algunos piensan que están condenados a ser desgraciados de por vida cuando les ha ocurrido una desgracia (maltrato, violación, oprobio) en la infancia o en la juventud.

No hace falta ser muy sagaces para comprobar que hay muchos niños en el mundo (y muchas niñas, sobre todo muchas niñas) que tienen una infancia atroz. Víctimas de la guerra, víctimas de los malos tratos, víctimas de vejaciones, víctimas de abandono, víctimas del desamor… Unos de manera visiblemente aterradora. Otros de manera camuflada, pero no menos cruel. ¿Tienen ya destruida su vida? ¿Están marcados para siempre? No. Hay que poner cerco al fatalismo, al determinismo, a las creencias que forjan destinos inapelables.
Boris Cyrulnik subtitula su obra “Los patitos feos” con una frase que resume su tesis básica: “La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida”. La resiliencia, es “una propiedad que define la resistencia de un material a los choques”. El autor utiliza el concepto como sinónimo de “resistencia al sufrimiento”. Señala tanto la capacidad de resistir las magulladuras de la herida psicológica como el impulso de reparación psíquica que nace de esa resistencia.

Con tan sólo seis años de edad, el autor de esta obra, consigue escapar de un campo de concentración, de donde el resto de los miembros de su familia, rusos judíos emigrantes, jamás regresaron. Sabe, pues, de lo que habla. Sabe (lo aprendió en el libro interminable de la vida) lo que es la resiliencia. Neurólogo y psiquiatra, este profesor de la Universidad de Var (Francia), es uno de los fundadores de la etología humana y autor de numerosos libros.

“Los patitos feos” transmite un mensaje de esperanza a todos los niños víctimas del maltrato, de la guerra, de la miseria existente en su entorno más próximo. Un niño herido, sostiene el autor, no está condenado a convertirse en un adulto fracasado. Este libro es un grito contra el fatalismo, contra la condena definitiva, contra la irremediabilidad de los traumas. Cyrulnik nos dice que no hay heridas incurables.

Hay niños que han sido maltratados, violados, torturados. Hay niñas que han sido objeto de vejaciones, que han sido brutalmente agredidas por sus propios padres, por sus familiares, por sus amigos. Es triste. Es terrible. Muchos viven arrastrando esa convicción maldita: “Mi vida está marcada para siempre. Ya no hay remedio para mí. Aunque se hayan acabado los malos tratos, nunca se acabará el recuerdo”. Pero no está todo perdido. Es necesario insistir en que hay posibilidad de recuperarse y de vivir feliz.

Para que se produzca un trauma hace falta golpear dos veces. Una con los hechos. Otra con un recuerdo torturador. Cuando se acaban los malos tratos no se ha producido ya el fin de la tortura. La vergüenza de haber sido una víctima, el sentimiento de ser menos, la sospecha de que a los demás no les ha pasado nada similar, el temor de que ya nada podrá ser “normal”, persiguen a quien ha sufrido malos tratos. El silencio sepulta el dolor y la vergüenza.

Algunas niñas violadas por sus padres, se han tragado el sufrimiento, han mantenido sus heridas abiertas y sangrantes. Se han callado, amenazadas por el miedo o por la humillación. E, incluso, cuando han hecho partícipes a sus madres de su desdicha, han recibido como respuesta la invitación al silencio o la culpabilización más denigrante. “Sería por tu culpa”. “No gritaste”, “No opusiste una resistencia eficaz”. O lo que es peor, han sido forzadas a perpetuar una cadena de humillación: “A mí también me pasó y me he callado”. “La vida es así para las mujeres”. “Es la ley de la vida”. “Hay que tragar y callar”.

El devenir de los síndromes traumáticos es variable: cuadros agudos, negaciones que reaparecen años más tarde, cuadros crónicos que organizan la personalidad, identificación con el agresor, personalidad amoral, glaciación afectiva, culpabilidad torturadora, constante desconfianza, psicología del superviviente… Estos cuadros son incontestables. Pero también es incontestable la posibilidad de superación. Nadie tiene un estigma indeleble grabado en el alma. Nadie puede decir con propiedad: “Yo ya estoy muerto”.

¿Cómo ayudar a que las personas practiquen la resiliencia? Hay que llegar a la convicción de que es posible salir, de que las heridas pueden quedar perfectamente restañadas. Una herida no es un destino. Y luego hay que caminar en la dirección adecuada. Para que el maltrato acabe no basta con la interrupción de la tortura, hace falta superar sus devastadores efectos. Para ello es preciso recuperar la confianza en sí mismo y salir en busca de los demás. No es fácil, ciertamente. Pero es posible. Hay personas y asociaciones que desempeñan esta hermosa y tremenda tarea de curación, de salvamento físico y psicológico, de renacimiento moral. Hay personas y organizaciones que dedican su vida a tender la mano a quienes están en un profundo foso de dolor y de humillación. Llegan a ellos para hacerles vivir “el poder de dar y recibir, de cuidar y ser cuidados”.

El concepto de resiliencia une las ideas de elasticidad, dinamismo, recurso y buen humor. La actitud tiene que ver con cada persona, con su forma de ser y de reaccionar. Y también con la cultura y el clima moral en que las personas se mueven y respiran. Una sociedad psicológicamente sana transmite por ósmosis las ganas de vivir. Paul Claudel, al asistir al hundimiento económico de 1929 en los Estados Unidos, describe “la angustia que oprimía los corazones y la confianza que iluminaba los rostros”. Esta actitud mental ante la tragedia marca hasta tal punto la imagen del mundo que “si algunos financieros llegaron a lanzarse por la ventana, no puedo evitar creer que lo hicieron con la falaz esperanza de rebotar”.

10 respuestas a «Ninguna herida es un destino»

  1. Hola, Miguel Angel, ¡¡tan acertado como siempre!! me ha llegado este trozo de un discurso de Obama, que encaja con tu post:
    “He dado muchos discursos sobre educación. Y he hablado mucho sobre
    responsabilidad. He hablado sobre la responsabilidad de vuestros
    profesores de inspiraros y haceros estudiar. He hablado sobre la
    responsabilidad de vuestros padres de asegurarse de que permanezcáis
    encarrilados, que hagáis vuestros deberes, y no paséis cada hora que
    estéis despiertos frente a la televisión o con la Xbox. He hablado
    mucho sobre la responsabilidad de vuestro gobierno de implantar
    niveles altos, apoyando a los profesores y los directores, y mejorar
    las escuelas que no están funcionando, donde los estudiantes no
    obtienen las oportunidades que merecen.
    Pero en última instancia, podemos tener los profesores más
    entregados, los padres que más nos apoyen, y las mejores escuelas
    del mundo —y nada de ello importará a menos que todos vosotros
    cumpláis con vuestras responsabilidades. A menos que asistáis a esas
    escuelas; pongáis atención a esos profesores; escuchéis a vuestros
    padres, abuelos y otros adultos; y trabajéis todo lo duro que hace
    falta para triunfar.
    Quizás no tenéis adultos en vuestra vida que os den el apoyo que
    necesitáis. Quizás alguien en vuestra familia ha perdido su trabajo,
    y no hay suficiente dinero. Quizás vivís en un vecindario donde no
    os sentís seguros, o tenéis amigos que os presionan para hacer cosas
    que sabéis que no están bien. Pero al final, las circunstancias de
    vuestra vida – vuestra apariencia, vuestra procedencia, el dinero
    que tengáis, lo que pasa en vuestra casa –no son una excusa para
    descuidar vuestros deberes escolares o tener una mala actitud. No es
    excusa para ser groseros con vuestro profesor, hacer novillos, o
    abandonar la escuela. No es excusa para no intentarlo”.
    (Discurso de Barak Obama en la escuela secundaria Wakefield, en
    Arlington)

  2. El fatalismo es el principal enemigo de la educación. Pîenso que nadie debe sedntirse condenado por la divinidad, por la suerte, por el azar o por los hados a ser desgraciado. No está en las manos de cada uno lo Incluso horrible. que nos pasa, pero sí reaccionar positivamente ante lo que nos pasa, aunque esto sea malo.

  3. A mí me parece que las heridas del alma son como las del cuerpo: lastiman, hieren, duelen…luego llegan a cicatrizar y dejan marcas que tal vez nunca se borren ni se olviden…pero sanan, dejan de doler y hay quienes las pueden mostrar con orgullo, tal como a una herida de guerra:
    -Tengo tal marca porque superé tal atrocidad-
    -Soy más fuerte que otros-
    -Me he curtido-
    -Me las banco-
    Pero no siempre las personas solas pueden salir de situaciones dolorosas provocadas por cualquier tipo de humillación o vejación, aunque luchen, y sobre todo si son niños, ciertamente más vulnerables.
    Pues ahí debemos estar los maestros para ayudar, para abrazar, para mostrar ejemplos de otros que superaron esos trances. Más que para enseñar cálculo, oraciones, historia o geografía, estar atentos y “avispados” para descubrir el dolor de las almas a través de las miradas, que son como cerraduras de puertas…
    Y otra vez el amor, el incomparable e infalible remedio para las almas lastimadas.
    Sólo con amor dejan de sangrar las heridas de las almas.
    Feliz semana para todos, con mucho cariño,desde el corazón de mi país.

  4. Descubrí tu blog por azar y casi me he hecho adicta a él. Me interesa lo que escribes y me siento afín a tí en muchos de tus planteamientos.
    Hace mucho tiempo ya que conozco el concepto de “resiliencia” y muchos años que estoy interesada en el estudio del mismo. Allá por el año 98 lo oí mencionar por primera vez, asociado al campo de la Protección de los Menores, que es donde me muevo. Con el tiempo descubrí que la resiliencia es un concepto mucho más amplio aplicable a cualquier hecho o situación. Lo que me maravilla de él no es sólo la posiblidad de atravesar los momentos adversos o de crisis, sino traspasarlos airosos, recompensados. Eso es para mí la reisiliencia, la facultad que todo individuo puede llegar a tener para hacer otra lectura de las situaciones que no le han sido favorables, una lectura comprensiva, una lectura reforzada.
    Te sugiero le eches un vistazo a un blog de un gran amigo mío que entiende también del concepto y que lo ha utilizado en algún que otro artículo que lo compone. El blog se llama “El Péndulo de Charpy”, nada más esclarecedor.
    Un abrazo

  5. Muy acertado, sino miren a Roberto Piaza.Es un grande de la moda y no teme gritarle al mundo lo que le hicieron y como lo superó.
    Cuando miro a mis alumnos y los veo a lo lejos sentados en un rincón se me pasan miles de cosas por la cabeza, ¿que le ocurrirá?¿es una nena linda,la abusará su padre…?Como quisiera poder ayudarlos mas de cuatro horas por día.
    Entre Rios Argentina.

  6. Hay que fortalecerse interiormente porque las cosas de la vida (las mismas cosas) a unos les enriquecen y a otros les destruyen. De mado que más importante que lo que nos pasa es la actitud ue mostramos ante lo que nos pasa.

  7. Nadie está condenado a nada: ni por los dioses ni por el azar. Hay que rebelarse contra esos dolores que pueden tener una segunda consecuencia maldita, que es no dejarnos ser felices.

  8. Es probable que la superación de los problemas de la infancia requiera no sólo foraleza sino constancia. No se sale de un hoy profundo dado un sólo salto. Hay que hacer en la pared pequeños agujeros para ir metiendo el pie. Y eso lleva mucho esfuerzo y mucho tiempo.

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