La estrategia de la zancadilla

29 Mar

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Dice el diccionario de la RAE que zancadilla es «la acción de cruzar alguien su pierna por entre las de otra persona para hacerla perder el equilibrio y caer». En un sentido figurado, «la zancadilla es una estratagema mediante la cual se derriba o se pretende derribar a alguien de un puesto o cargo». El diccionario limita demasiado la acepción, ya que se puede practicar ese malicioso deporte contra iguales e, incluso, contra quienes están por debajo en el escalafón. Algunos (y algunas) son verdaderos especialistas en el arte zancadillear.. A estos artistas de la desgracia ajena les produce una enorme satisfacción ver cómo amigos y enemigos se dan de bruces contra el suelo gracias a su perversa habilidad
Stanley Bing acaba de publicar un libro que se titula «La estrategia de la zancadilla». Y carga de ironía, espero, el subtítulo precisando: «Acosa a tus enemigos, enchufa a tus amigos y libra sin piedad tu batalla». Pues ni en broma. No me gusta ese estilo ácido que nos pone en la onda del «nuevo arte de la guerra». Lo que el autor viene a decir, en resumidas cuentas, es que en este mundo de rivalidades, de agresiones y de competitividad extrema, es necesario saber eliminar a los enemigos.
Los demás no son compañeros, son rivales.. Los demás son víctimas potenciales que, con un poco de paciencia y de ingenio, acabarán siendo víctimas reales. No sé qué mezquinas alegrías les pueden proporcionar a algunas personas los infortunios ajenas. Pero, así sucede. Incluso cuando éstos no conllevan un beneficio propio.

He sido testigo de muchas zancadillas y no sólo en los campos de fútbol. Las he visto en la Universidad y en la escuela, en las oficinas y en los Hospitales, en las empresas y hasta en las pandillas de amigos. Las he visto también en los partidos políticos. Recuérdese la famosa taxonomía alemana sobre la enemistad cuando distingue tres grados de enemistad: en una escala de menor a mayor: Feind (enemigo), Todfeind (enemigo a muerte) y Parteifeind (amigo de partido).
Hay zancadillas que son fruto de la envidia, otras de la rivalidad y algunas, simplemente, del placer que algunos sienten al ver a otros caer. La misericordia es la pena por la desgracia ajena, sin embargo quienes practican la zancadilla disfrutan con ella. Y, obsérvese, que se trata de una desgracia producida por la explícita y directa intervención de quien tiende la trampa. La zancadilla se pone por detrás y hace necesario que quien es zancadilleado no vea venir el peligro para que no pueda prepararse y defenderse. La zancadilla es fruto de la premeditación y de la alevosía.
El arte de poner zancadillas se puede perfeccionar hasta tal punto de que quien cae no es capaz de conocer quién ha sido el que ha metido la pierna. Hay quien prefiere, no obstante, que el adversario o el enemigo sepa que son ellos los causantes del daño.
– Jódete, idiota, que diría Arnold Schwarzeneger.
Hay quien disfruta más cuando tiende la zancadilla a quien va velozmente hacia una meta clara y ambiciosa. La zancadilla puede ser una calumnia, una mentira, una sospecha, una denuncia, un insulto, un recuerdo, una frase mordaz. El caso es que quien va corriendo tropiece y se estrelle. En el libro de Gregorio Doval «Florilegio de frases enveneadas. Una antología de la maledicencia» puede encontrar el lector miles de ejmplos, como el comentario de Alfredo Marquerie: «Ayer estrenó otra obra Alfonso Paso. ¿Por qué?»
Algunas zancadillas son fruto de una larga preparación y otras son tan improvisadas que resultan casi automáticas.
Vivimos en un mundo cargado de individualismo y competitividad. Impedir que el otro gane parece una forma de ganar. Bloquear el éxito ajeno parece una forma suficiente para consolarse por no alcanzar el propio. La competitividad se envilece cuando vale todo para ganar al otro.
Hay especialistas en la frasecita descalificadora, en la palabra mordaz, en el chivatazo miserable. Los envidiosos suelen ser buenos zancadilleadores de amigos y enemigos. Alberoni, en una obrita titulada «Gli envidiosi» disecciona en cuatro fases el mecanismo de la envidia:
– Negación del valor: la hermosa estudiante que llega a la clase no es en realidad tan bella.
– Revisión de valor: las nuevas compañeras dicen que no está tan claro lo que es ser guapa.
– Proyección de desvalor: la recién llegada podrá ser guapa, pero es inculta, torpe y de modales bruscos.
– Invención de calumnia: dicen que la echaron del Colegio donde estudiaba porque…
Lo que me parece más detestable es que tienda la zancadilla quien tiene la responsabilidad de abrir el camino, de ayudar a correr, de dar sentido a la ruta y de celebrar la llegada a la meta. Me refiero al hecho de que un profesor sea precisamente el obstáculo para que el alumno avance en su camino hacia el aprendizaje o hacia la mejora. Y así sucede cuando quien tiene que animar desalienta, quien tiene que motivar desanima, quien debe corregir calla, quien ha de ser ejemplo se convierte en una mala influencia, quien tiene que mostrar amor al conocimiento se muestra perezoso, quien tiene que amar odia… Pienso en el profesor que lanza la zancadilla de una profecía de autocumplimiento diciendo «tú nunca llegarás». Pienso en el que humilla a quien hace una pregunta o a quien nunca felicita por un esfuerzo.
La responsabilidad que tienen los educadores no es sólo el fruto de una exigencia moral, es también el compromiso social que se deriva del cobro de un sueldo que la sociedad le entrega para que cumpla fielmente una tarea. Es horrible que se pague un dinero a alguien para que, a la postre, se convierta en un profesional de la zancadilla.

6 respuestas a «La estrategia de la zancadilla»

  1. Intesesante reflexión, querido maestro. Creo que es fundamentalmente la envidia del zancadillero, la mayor causante de la zancadilla; pero pienso que el envidioso es el que sale peor parado, porque debe sufrir mucho cuando le ocurre algo bueno a alguien, sobre todo si es una persona que ha trabajado o hecho algo sin la intención de demostrar nada a nadie, sino a sí mismo. Efectivamente…el problema es cuando a este tipo de personas las tenemos en la escuela: no sólo no se preocupa de ayudar a su alumnado en su crecimiento como persona (en todos los niveles), sino que además pone las zancadillas a otros profesionales que trabajan por y para sus chavales.
    Muchas gracias por tus reflexiones semanales y un beso.
    Mª Ángeles Peláez.

  2. Què linda es la vida, què hermosa es la tierra, què maravilloso es el amor… Quizàs un dìa aprendamos a ser felices, a disfrutar y a saber compartir… Quizàs un dìa maduremos y comprendamos que juntos es mejor, que la alegrìa es contagiosa y que las mejores cosas, la paz, el amor, la felicidad, no tienen precio.
    Usar palabras buenas, de aliento. de entusiasmo, de optimismo es el mismo gasto y produce increìbles resultados.
    Como decìan los hippies de los sesenta, hagamos el amor y no la guerra… Claro, que un amor sin drogas, sin alcohol y sin promiscuidad.

  3. Hola, estimado Maestro Miguel Angel.
    Soy optimista, pienso que llegará el día en que cada aula se convertirá en un equipo, pero en uno de verdad. Donde cada quien ponga en común y al servicio de los demás lo que sabe y lo que ignora, sin enojarse cuando otro llega primero, alentando a los rezagados, ayudadndo a los que caen,aceptando que no nos las sabemos todas,con alegría…Sé que no es fácil en un mundo donde hasta tu amigo te pone «UN PALO EN LA RUEDA» o «TE METE LA TRABA» (Así llamamos los argentinos a la zancadilla).
    Quiero seguir siendo optimista, no hay arma mejor contra los cuchillos de los envidiosos que una sonrisa en el rostro iluminado por la alegría de saber que cada día tiene un desafío nuevo y a la vez una nueva oportunidad de empezar de nuevo, intentarlo de nuevo, con la convicción de que ESTA VEZ ME VA A SALIR BIEN.
    Un abrazo. Desde Córdoba, Argentina, con la admiración y el respeto de siempre: Nancy Mansur.

  4. Siempre digo que se envidia desde la ignorancia. Todos sabemos que la ignorancia es muy atrevida y cuando se mezcla con la ley del mínimo esfuerzo, siempre se coge el camino más fácil, el de los golpes bajos o las zancadillas. Cuando un maestro dice eso de que «Tú no llegarás», ignora, lo que es grave, y no conoce bien a la otra persona, sus posibilidades, sus circunstancias… y además se está justificando su falta de esfuerzo. Y es más: se está declarando públicamente, pues él no ha llegado a más que a decir:
    «Tú no llegarás».
    Gracias, Miguel Ángel, por darnos estas dosis de una realidad, siempre posible, ya que no debemos olvidar que todos somos del mismo equipo y vamos en el mismo barco.

  5. Estimado Miguel Ángel:

    Ha sido para mí una agradabilísima sorpresa hallar tu blog, que si no te molesta, enlazo en el mío. Es fenomenal que haya una bitácora dedicada a la educación con una visión comprometida de verdad con la sociedad y las personas. Porque a veces nos confundimos y olvidamos cuáles son los auténticos intereses de la sociedad y la principal función de la escuela y la educación. Gracias a trabajos y un blog como los tuyos podemos recordar lo que verdaderamente importa.
    Respecto a las zancadillas, como bien conoces, Paulo Freire dijo algunas cosas. En general, yo las relaciono con la naturalización de ideologías cercanas al mundo neoliberal y competitivo en que nos movemos. Nos acabamos creyendo que las cosas son, dicho en pocas palabras, como nos las cuentan. Y nos hacemos así. Pero por muy evidente que parezca, hay quien piensa que las zancadillas no constituyen la última palabra sobre el ser humano. En este sentido, quizás la pedagogía deba proceder como saber crítico que señale y denuncie estas peligrosas ideologizaciones. Muchísimas gracias por tu contribución a ello.
    Por último, deseo sugerir el visionado de la muy freiriana película «El milagro de Candeal» que ejerce una crítica en el sentido indicado, llena de espíritu constructivo y de fe en los seres humanos. Es una buena alternativa a la sociedad basada en el hobbesiano homo homini lupus.
    Un abrazo,
    Marcos Santos Gómez
    http://educayfilosofa.blogspot.com

  6. Al leer «La estrategia de la zancadilla» me ha venido a la memoria la cantidad de zancadillas que he recibido por ciertos profesores de la ESO y bachillerato (y no digamos, también, de la Universidad)y las zancadillas que han recibido compañeros/as míos/as de clase a lo largo de nuestra escolaridad, pudiendo citar el malestar (o quizá sea incomodidad) que ciertos profesores sienten porque sus alumnos saben más que ellos, el repetir con las mismas palabras aquel concepto que no has entendido, el ridiculizándote ante toda la clase de algo que no te acuerdas o que no sabes (acumulando así puntos negativos), el insulto «tonto» a uno de mis compañeros que le costaba retener/memorizar la localización, sobre un mapa, de las cordilleras de la Península Ibérica, el poner en evidencia ante la clase la falta de respeto por comer un chicle (la tutora ordenó a una de mis compañeras que se pusiera el chicle en la frente y que pasara por todas las aulas diciendo que no se come chicle en clase), y muchas otras zancadillas de las que no nombraré por no extenderme.

    Creo que a más de un profesor tendría que haberle hecho la zancadilla, pero por respeto y dignidad, no se lo hice.

    Gracias Miguel Ángel por tus magníficas reflexiones educativas.

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