La cárcel de los sentimientos

8 Oct

carcel.jpg La escuela es el reino de lo cognitivo. Cuando alguien llega, mientras está y al irse se le pregunta de forma insistente, casi obsesiva: ¿Tú que sabes?, ¿tú qué piensas? Pocas veces se hace otro tipo de preguntas al que aprende: ¿Tú que sientes?, ¿cómo estás? Lo mismo habría de decirse del profesorado. Se le examina de lo que sabe y de lo que sabe hacer, pero no de los sentimientos que le animan. Se diría que unos son considerados máquinas de aprender y otros máquinas de enseñar. Maquinaria sin corazón.
Existen diversos tipos de patologías de los sentimientos en la escuela: se considera que la esfera sentimental (casi siempre invisible) tiene escasa importancia, no se tienen en cuenta las repercusiones emocionales del éxito y del fracaso, se discrimina por el género calificando a las mujeres sensibles de histéricas y a los hombres tiernos de afeminados, se hipertrofia la vivencia del dolor y de la disciplina como instrumento pedagógico (quien bien te quiere te hará llorar, la letra con sangre entra -no se piensa en la del maestro, claro está-, una escuela difícil lleva a una vida fácil…), no se tiene como meta la felicidad, se ignora la ternura, se silencia la sexualidad…
“En el colegio se aprende historia, geografía, matemáticas, lengua, geometría… Pero, ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Nada, absolutamente nada sobre cómo intervenir cuando se desencadena un conflicto. Absolutamente nada sobre el duelo, el. control del miedo o la expresión de la cólera”, dice Filliozat en el excelente libro ‘El corazón tiene sus razones’.
En 1978, Alexander Neill, creador de la famosa escuela de Summerhill escribió un libro al que puso un título verdaderamente significativo: ‘Corazones, no sólo cabezas en la escuela’. En 1980, inspirándome en esa obra, escribí un artículo titulado ‘La cárcel de los sentimientos’. Me preguntaba entonces si se podría considerar a la escuela una cárcel de los sentimientos de las personas. Sentimientos silenciados, encerrados, aherrojados, castigados, sin posibilidad de expansión. ¿No será la educación sentimemtal, me preguntaba, una forma excelente de prevenir el maltrato, la violencia, la intransigencia y la crueldad?
Sería deseable que la escuela fuera también el reino de lo afectivo. En primer lugar porque estamos hechos de sentimientos y de emociones, no sólo de conceptos e ideas. Y en esa esfera radica el mundo de nuestra felicidad. La educación sentimental es imprescindible para el desarrollo integral del ser humano. En segundo lugar porque para que haya un aprendizaje significativo y relevante, hace falta una disposición positiva hacia el mismo. Las teorías constructivistas del aprendizaje lo explicitan con rotundidad Nadie aprende si no quiere. En tercer lugar, porque las personas estamos y vamos a estar en convivencia constante tanto dentro de la escuela como fuera de ella. Somos seres en relación.
Las modernas teorías de la inteligencia nos vienen a decir que no se puede considerar inteligente a una persona porque resuelva problemas abstractos aunque no sepa vivir felizmente. Queda ya muy lejano el test de inteligencia de Binet Simon (quien, por cierto, definió la inteligencia como “aquello que mide mi test”). La definición de Cociente Intelectual de William Stern ha quedado también desfasada, después de generar etiquetaciones tan arbitrarias como dañinas. Howard Gardner publica en 1983 ‘Frames of mind’ planteando la idea de las inteligencias múltiples. En 1996 define Daniel Coleman la idea de inteligencia emocional. Dice que “inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”. Por eso habla José Antonio Marina de la inteligencia fracasada. Es aquella que nos lleva a ser estúpidos, es decir más desgraciados, más injustos. Aunque sepamos muchas cosas.
La educación sentimental nos ayudará a reconocernos y a respetarnos como seres sexuados, a relacionarnos con los otros con respeto y solidaridad, a entender que no existe una única forma de vivir la sexualidad, a no identificar sexualidad con genitalidad, ni con matrimonio, ni con heterosexualidad, ni con coito, ni con reproducción… La sexualidad es un lenguaje de altísimas connotaciones que nos ayuda a ser nosotros mismos y a relacionarnos con los otros de forma respetuosa y a la vez placentera.
De sobra es sabido, por otra parte, que los alumnos aprenden de aquellos profesores a los que aman y que, sin afecto, resulta más difícil aprender y convivir. Lo decía el pedagogo francés Alain con claridad y contundencia: “Pero, ¿cómo le voy a enseñar algo importante a este niño, si no me quiere”.
La escuela no ha de estar sola en la educación sentimental. ¿Cómo no pensar en lo decisiva que resulta la influencia familiar? A los niños les llenamos de cosas, pero les negamos lo que más necesitan: ternura, compañía y afecto. No sé quién me ha hecho llegar un texto emocionante de un niño que solicita ser objeto de atención y afecto mediante una plegaria sentida:
“Señor hoy te pido algo especial: convertirme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de mi familia a mi alrededor. Quisiera ser tomado en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención al que todos quieran escuchar sin interrumpirle ni cuestionarle. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona. Y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo… Y que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por estar unos momentos a mi lado. Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor”. Casi nada.
La educación sentimental no tiene como destinatarios solamente a los alumnos y las alumnas. También afecta al profesorado. La tarea docente está asentada en la comunicación interpersonal. Resulta decisivo establecer relaciones positivas y satisfactorias. No es igual arrastrar la tarea que disfrutarla. No es igual soportar a las personas que quererlas. No es igual vivirse a sí mismo con buena autoestima que despreciarse por lo que se es y por lo que se hace. La cuestión es caminar hacia la felicidad a través de respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Imprescindible tarea la de educar los afectos. Porque, como dice Filliozat: “Una persona que ama, pero que carece de coraje, es una dependiente. Una persona que lucha, pero que carece de compasión, es una justiciera, sin más. Una persona que tiene sentido del humor, pero que carece de compasión, es una cínica. Una persona que ama pero que carece de sentido del humor es una presa fácil de la desesperación”.

7 respuestas a «La cárcel de los sentimientos»

  1. Me ha parecido una columna muy interesante, soy de Chile a todo esto. Creo que lo que haz planteado es interesante y muy motivante para los que aman el hecho de enseñar a otros y verlos madurar. Al menos en Chile la educación es lo que menos importa, profesores les pagan poco, las diferencias sociales son evidentes. La motivación de enseñar es digna y valorada pero si no te reconocen por lo que vales tarde o temprano se te acaba el deseo que tu planteaste de involucrarse con los alumnos. Una vez escuché el lema en mi colegio que decía así \

  2. El colegio “es tu segundo hogar” jamás lo sentí así pero creo que tan mal no salí. Espero que se valore y se conserve a los profesores apasionados como el ejemplo de Patch Adam, q decía que la mejor medicina es la risa, quizás la mejor educación es la que le pones el corazón. Viva la raíz de la inteligencia, los profesores deben involucrarse más, ya que son los q no dan las herramientas para enfrentar el mundo. Este es mi blog, espero que lo puedas visitar, siempre es bueno aprender de alguien q sabe más. http://www.germen83.blogspot.com

  3. jose carlos derehos hase la cosa

    bien si no lo hase dejalo lobe como el jose carlos se como yimi sepone cansion de infantil.el pobre como sepone asi lo pasamo unial una tarde para que bea lo que duela jose carlos artiles del rosario punto asi es sidronme de dowun jose carlos bueno se cabo mira medeja tranquilo jose carlos

  4. muy enriquecedor articulo, me parece increible que haya tenido que tardar tanto timepo para encontrarme una exposicion sobre las emociones, hace 12 años que ya no piso una escuela, pero veo que nos trataron como mercancia para incorporar al sistema productivo post revolución industrial, es decir, capitalismo. Sin tener encuenta que una persona motivada emocionalmente se como cualquier conocimiento, tarea, obstaculo… y una persona triste con mucho conocimiento almacenado en su cabeza esta estancada, se oxida, no puede fluir…

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