Amigos, un hombre, un botox. Dejémonos de vainas y de boinas. Garrote y prensa, como escribía Paco Umbral. Es el tiempo de la estética y la ética. La estética es el botox de Berlusconi. La ética es la palabra horadada en la verdad.
Uno de cada cuatro hombres en España admite que no le importaría ponerse toxina botulínica tipo A, o sea botox. Vivimos más años, deseamos permanecer activos por más tiempo, mantener esa apariencia fresca que es sinónimo de vitalidad. El botox, como metáfora del siglo XXI, junto a twitter y la marca blanca de Mercadona -que se llama Hacendado, vete tú a saber porqué-.
Sí, la ética ha perdido la gran batalla ante el icono pop.
Otro ejemplo: si la muñeca Barbie cumple ahora 54 años, sin botox, es porque su nivel de imperfección es perfecto, digamos detallístico y sutil.
A la ética-estética, le quedan maestros, aunque Fernando Arrabal está muy malito.
Gadaffi fue el último ejemplo de un hombre, un botox.
El auge de las revoluciones estéticas (botox, lifting, reducciones, aumentos…) es directamente proporcional a las caída estrepitosa de las revoluciones político-sociales. Hacer clik en twitter no es ser revolucionario: no mola!!!
We need botox, silicone, lifting, superficialness to live in this rotten world full of empty minds!, cantaban los Ultrabotox.
El cuerpo es el único tema de nuestro tiempo. Admitámoslo.