Diciembre es, en mi opinión, un mes ruidoso con señoras hablando muy alto, grupúsculos de muchachos gritando al fondo y la música –de Iggy Pop, espero- sonando como en una rave. La suma del volumen de sonido de todo el mes de diciembre es, en cualquier caso, una suma exagerada.
Si para llegar al punto “B”, desde “A”, tengo que pasar antes por los puntos “C”, “D” y “E”, siempre llegaré más tarde que si hago una línea recta desde “B” hasta “A”.
Esta propiedad de los espacios también opera en el tiempo. Lo noto especialmente en el mes de diciembre, que llega de pronto y sólo entonces sabes que existió una cosa llamada “el resto del año”.
Diciembre, y también septiembre, son los dos segmentos del año en los que nos hacemos más propuestas –apuntarnos al gym, dejar de fumar, llamar al amigo olvidado…-, pero al final no cumplimos ninguna. La misma debilidad de los seres humanos procede de nuestra infinita grandeza.
Sólo conocemos las cosas cuando llegamos a sus límites. Este axioma funciona con la muerte, con diciembre y con las autopistas.
Diciembre nos hace ver-evaluar el conjunto del año. Es el momento de la analítica y el mazapán.
Diciembre es un mes fronterizo, y eso le convierte en un mes atractivo, distinto en cualquier caso.
El final de año nos recuerda, de alguna manera, lo que somos durante los otros 364 días.
Nota 1: el próximo verano, justo uno de esos días de terral infinito, volveré a añorar el mes de diciembre.
Nota 2: Seguimos con la tienda abierta. Diciembre. El proyecto continúa.
Un punto fuete de este mes del año, Diciembre, es la posibilidad de brindar con tus amigos de toda la vida.. Felicidades por el artículo, nos vemos pronto…