Las torres de Repsol

5 Oct

Pido disculpas por si les he podido confundir con el titular porque allí, en el lugar del que les hablo, ni hay torres, ni serían ya de Repsol. Allí lo que subyace al soslayo de las miradas acostumbradas a la eterna provisionalidad delatorreriana es un agujero tipo solar, que se ha curado la contaminación él solito, aireándose al abandono. O eso nos dicen. Probablemente entre las lombrices, el sol de la costa del sol y los sudores derretidos de los lixiviados vecinales haya brotado ya un templo vietnamita entre la maleza, no me extrañaría, o uno indio, dedicado a los roedores, u otro azteca recordándonos el siguiente fin del mundo malagueño entre los matorrales a quien se atreva a husmear en la zona. En el Pleno del Ayuntamiento se debate, por decir algo, sobre lo que se va a hacer en el solar donde Repsol tenía sus depósitos. Aquí. En este erial. Y yo apuesto que nada o lo mismo que en el Astoria. Así que para qué pelearse.

De los 4 rascacielos de 35 plantas y otros 4 edificios de VPO de 14 con un jardín apañado de 70.000 metros que pretendía el Ayuntamiento de la mayoría absoluta del PP y que fracasó la crisis, se pasó en esta legislatura de minorías a un acuerdo de toda la oposición para un gran parque a la totalidad -178.000 metros cuadrados-. Lo que iba a convertirse en el Hyde Park de Ciudadanos, sin embargo, pasó a ser un gran parque con algún edificio de los proyectados, tras el primer giro de Pomares. Y a la segunda vuelta del concejal, abrazado a los de IU, para que el supuesto parque fuera tan grande como se pudiese con 4 rascacielos de 35 plantas y 4 edificios de 14 de VPO por medio, como si fueran setas. De ahí a la extrañísima unanimidad del otro día en el Pleno: todos quieren que votemos los malagueños sobre el asunto. Una consulta que apoyan pero que consideran imposible de ejecutar. Cáspita. Con un documento secreto que no sacan y que dice que legalmente sí se podría hacer. Vaya caspa.

Dudé un instante sobre si empezar optimista y avanzarles en el título aquel sueño iluso de “Los Jardines de Repsol”. Sin muchas esperanzas. Quería agarrarme al clavo ardiendo porque cuarenta mil malagueños han firmado una petición en change.org para que donde se proyectaban rascacielos brotara un vergel. Y no me refiero a los representantes de cuarenta mil malagueños, sino a cuarenta mil con sus problemas y sus prisas, uno a uno, de puño y letra virtual. Cuarenta mil individuos, sin ganas de perder su tiempo aprendiendo a rellenar un formulario en internet, lo hicieron por un parque en lugar de unas torres. Sin asociaciones vecinales, ni peñas, ni agrupaciones de carnaval expertas en tranvías de por medio, que les avalaran sus opiniones en su nombre.

Pero finalmente me decidí por las torres, porque lo que haya sólo el tiempo lo dirá, pero lo que hay sobre la mesa, es única y desgraciadamente, la elucubración mental de nuestro alcalde, la obra colosal imaginable, su barrunto infinito, o sea, unas torres preciosas que nos sacarán de pobres. Cuando mejore la economía. Cuando la coyuntura económica le permita a un gran inversor de los amigos americanos del amigo americano de Francisco de la Torre construír Babel en el Abu Dhabi provisional del Sur culturaleño de Europa.

Yo descartaría el parquecito. Descartaría las torres. Descartaría las votaciones. Porque ahora que Don Francisco no tiene la mayoría que se merece, echa la culpa de mucho de lo que hace, perdón, de lo mucho que no hace, a que los malagueños no quieren. Y no querremos. No sabremos qué, pero decidirá que no queremos. Esta vez tampoco.

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