Esperanza de vida

14 Abr

Antes que nada, conste en acta que lo que sigue no tiene que ver con el resultado del último Málaga-Sevilla. Mi afición al fútbol está más allá de los presidentes de los clubes, algunos de los cuales parecen compensar la contención del palco con entusiastas conversaciones de negocios en la sala VIP.

José María del Nido, presidente del Sevilla F.C., se ve obligado a venir a Málaga estos días por razones menos lúdicas que los enfrentamientos ligueros, pero parece que de aquellos polvos vinieron estos lodos. Del Nido está siendo juzgado en la Audiencia Provincial de Málaga por presuntos delitos de asociación ilícita, prevaricación, delito contable, fraude en concurso, inducción a la malversación de fondos públicos, falsedad documental, delito societario y deslealtad profesional. En otro caso hubiera usado la coletilla tan periodística de “se sienta en el banquillo de los acusados”, pero lo cierto es que, al ser abogado, no tiene que padecer la parte física de la pena de banquillo (considerable, dado que hay 15 acusados más), sino que disfruta del privilegio de sentarse con los abogados.

Tal vez sugestionado por el hecho de estar rodeado de tanta toga, Del Nido, según leo en la crónica del juicio publicada por José Antonio Sau en La Opinión, se ofreció a darle al fiscal “un curso de Derecho sobre el Tribunal de Cuentas” durante su declaración. Supongo que al señor fiscal anticorrupción se le pondría el vello de punta temiendo que el acusado le pasara después la minuta, porque el meollo del juicio es que Del Nido cobró en un solo año más de tres millones de euros al Ayuntamiento de Marbella por analizar y formular alegaciones a los informes del Tribunal de Cuentas a petición del entonces alcalde, Jesús Gil y Gil. A lo que debe de cobrar la hora, no está la cosa para disfrutar de sus servicios sin haber pedido presupuesto.

Otro asunto que se trata de dilucidar es en qué medida la coincidencia con Jesús Gil en palcos, eventos y ágapes futbolísticos llevó al alcalde y presidente del Atlético de Madrid a decidir, sin concurso público ni consulta plenaria, que debía ser José María del Nido y ningún otro abogado quien representara al ayuntamiento. El hoy acusado sostiene que nunca fue abogado de confianza de Jesús Gil; que se conocían del fútbol. Para no tener confianza, al menos hay que reconocer que mucha fe sí que le tenía don Jesús, porque le pagó una inmensa cantidad de dinero por sus servicios (dinero público, para ser justos; no sabemos si habría hecho lo mismo de tener que rascarse su bolsillo).

El caso es que el presidente del tribunal tuvo que llamarle la atención varias veces a Del Nido por extralimitarse con fiscal que le interrogaba, a lo que éste respondió recordando que se jugaba trece años de cárcel: “mi vida, con la edad que tengo”. Es lícito defender la propia inocencia, incluso lo es estar absolutamente convencido de que uno va a morir joven (el señor Del Nido tiene 52 años) pese a que la esperanza media de vida en su país supere los 80 años. En todo caso, no es lo más probable que resulte condenado por todos los delitos, ni a esa pena, ni que la cumpla íntegra. Pero claro, como en casa de uno, en ningún sitio, y más si se disfruta de algunos ahorrillos, aunque no se hayan ganado de la forma más ética posible.

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