En estos días he escuchado en dos foros completamente distintos que existe falta de claridad en la información cofrade. Bueno, realmente no la falta de claridad, sino la extraña capacidad que hemos desarrollado todos los pertenecientes a este sector para contar las cosas a medias, siempre con pretendidos buenos fines, por supuesto. Los escándalos de este sector se tratan en bares, comidillas, en reuniones, en la calle, y en cualquier otro sitio que no sea en papel o a través de los programas de radio, por supuesto mucho menos en revistas especializadas.
Amparados bajo un inmenso paraguas cuya tela está confeccionada con «los trapos sucios se lavan en casa» lo que sabemos, y hablo de lo que se ha podido constatar y no rumores, se obvia. ¿Por qué? Hay respuestas varias, desde para no entorpecer el devenir de la hermandad de turno hasta por una supuesta ética apoyada muchas veces en el amiguismo. A cambio llenamos las noticias con todo lo maravilloso del mundo cofrade, para a paso seguido cerrar el periódico de turno o apagar la radio y comentar con el vecino.
Por ejemplo, una muestra boba: reconocer la falta de portadores, algo tan fácil de pedir y parece tan vergonzoso de contar. La clave me la respondió un compañero, ya no se habla o escribe para informar, no somos capaces de tratar temas en tono neutro sin llegar al amarillismo y tampoco los cofrades se prestan a debates sinceros y auténticos de ciertos problemas, sean cuales sean. Me atrevería a afirmar que tanto unos como otros juegan con el morbo del misterio en casos extremos.
Seguimos escondiendo las miserias debajo de la alfombra, o las necesidades, como si el público fuera lelo. No estaría de más que todos hiciéramos un ejercicio más profundo del debate y, de este modo, la noticia sería mucho más enriquecedora y nos ahorraríamos los rumores que ensucian los suelos de los bares.