No sé ni por dónde empezar. Miquel Molina, periodista curtido en huracanes como el de Katrina, y actual director adjunto de La Vanguardia se estrena con una novela de misterio. Hasta aquí todo podría ser normal, otro periodista que se dedica a las letras en su tiempo libre. Pero no, da la casualidad que esta obra no está hecha por ‘amor al arte’, o bueno, quizá sí, ‘por amor al Arte’ con mayúsculas, seguro, esta obra está trabajada y estudiada a unos niveles de arte insospechados.
Miquel nos presenta a un profesor, alguien que tiene un referente real, según he leído en alguna entrevista, que a través de una historia sentimental cibernética se encuentra atrapado en la belleza de un cuadro de Courbet y el misterio que oculta, todo ello íntimamente relacionado con la chica que despierta su interés y aderezada por la literatura.
A la par que se sucede la historia de Guillermo, nuestro profesor, alternamos la narración con un diario fechado en los años cincuenta del siglo XIX, en Lyon, por una tal Caroline Gaillard. Una voz femenina y una voz masculina intercambiándose en la narración de dos historias paralelas que confluyen en un punto en común. Un tratamiento exquisito de la voz narrativa por parte de Miquel que demuestra la sencillez y la fluidez de la novela y que conseguirá una lectura muy fácil, en un entramado misterioso en el que no duden que nos hará falta esa facilidad en el relato.
Dos historias de amor también, la actual y la decimonónica, y un ramillete de personajes que dejan al lector con la boca abierta: Baudelaire, Rimbaud, Ingres… y por supuesto él, Flaubert y su Madame Bovary aliñado con volutas de opio…
Un apunte que no desvelará nada nuevo: la relación directa del cuadro que estudiaremos con esta novela (porque se lo estudiarán, créanme) con ‘la mujer pálida de Barcelona’ y el personaje de Emma de Madame Bovary.
Las pesquisas sobre el misterio que es presentado como una especie de juego amoroso nos irán introduciendo en un mundo cada vez más interesante, puro arte, que nos llevará incluso a la Exposición Universal de París de 1855, al Metropolitan Museum de Nueva York, a Lyon, al Museo de Arte de Filadelfia o a la Barcelona recóndita de finales del XIX y principios del siglo XX.
Van a viajar, pero no sólo con la lectura, sino con la imaginación, y terminarán como yo, repasando o conociendo la figura del pintor Courbet, buscando sus cuadros para volver a verlos todos, añorando la relectura de Flaubert o Stendhal, con todas sus protagonistas desdichadas y tan deliciosas, recontando las flores del mal perdidas de Baudelaire y hasta paseándose por el cementerio de Poblenou.
La novela ha sido un gran descubrimiento, porque converge en ella actualidad e historia, porque está basada en ciertos hechos reales (y los descubrirán al final), porque tiene su punto de misterio, su pizca de picante, pero sobre todo porque derrocha trabajo y conocimiento. No es una novela de misterio best-seller –de las que se ponen cuatro ingredientes y se da a un botón- aquí hay por detrás un arduo trabajo de documentación y sin duda se nota en los agradecimientos.
Altamente recomendada para los amantes de la pintura, en concreto de los autores franceses de mediados del XIX, para los amantes de la literatura francesa también del mismo siglo y para todos aquellos que buscan un misterio sin asesinatos y una obra trabajada sin ningún cabo suelto.
“Encontraba en sus hombros el color del ámbar de la Odalisca en el baño; tenía el largo corpiño de las castellanas feudales; se parecía también a la Mujer pálida de Barcelona, pero por encima de todo era un ángel” Madame Bovary.