Allá por las calendas estivales se desarrollaron unas ponencias en los cursos de verano de la UMA enfocadas sobre la semana mayor. El cuarto día se dedicó sustancialmente al “Arte y artesanías en torno a la Semana Santa”. En la mesa de debate lo más granado de Málaga en artes y oficios de este género: Juan Rosén, maestro artesano del bordado otorgado por la Junta de Andalucía, Francisco Jiménez Valverde, historiador del arte y bordador, Salvador Oliver, maestro bordador, José María Ruiz Montes, escultor imaginero, Rafael Ruiz Liébana, tallista y dorador, Eugenio Chicano, pintor, grabador y cartelista, José Miguel Moreno Ruiz, profesor de bordado y diseñador y Adán Jaime, orfebre. Por supuesto, un botón de la muestra que componen de todos los especialistas malagueños en este ámbito.
Pero vamos al lío, la opinión unánime de dicha mesa fue la necesidad de creación de talleres escuela y escuelas de arte donde poder seguir formando a los jóvenes, pidiendo ayuda a las administraciones, bien locales o andaluzas para la consecución de estos centros formativos. Y después de un año, seguimos igual. Nada de nada. Un sector tan potente, que tiene tanto que ofrecer, que sería capaz de crear más puestos de trabajo y que tiene tantas posibilidades, muere por dejadez absoluta. ¿Dónde están los talleres de bordado que en su día se crearon? ¿Por qué no incluir en los talleres del área de juventud parte de estos oficios? ¿Cuáles son las ayudas para estos artistas que están deseando traspasar sus conocimientos? ¿Por qué no aprovechamos toda esta juventud cofrade –o no- ávida de aprender diseño, bordados, orfebrería, imaginería, carpintería, para darle un buen empujón no sólo a la economía local sino cubrir espacios nuevos que no se desarrollan en Málaga, como la cerería?
Estamos en mala época, es cierto, pero hay para fomentar otras artes, véase los grafiteros y artistas –locales o no- en un Soho, ¿No vamos a tener para crear un sector laboral que está casi perdido, como es un buen oficio? Ahí queda el guante, aquí está el reto…