Una novela fantástica. Y no me refiero solamente al subgénero donde podríamos incluirla. Están ustedes ante la novela como género sorprendente que busca la expectación, donde todo puede ocurrir y donde además de producirse, encaja.
Es verano. Y un grupo de adolescentes van a vivir el estío que les marcará ese paso que hay entre la adolescencia y la madurez. Con un toque de nostalgia sin llegar a la ñoñería y con el velo y el cariño que da mirar atrás cuando todo se ha superado y se es adulto.
Un accidente y un bebé serán el punto de partida para conocer a Sam, el bebé que ha crecido y que cree recordar como perdió a su madre. Sam, crecerá en una granja para huérfanos y su mejor amigo será Billy pero llega el verano de 1985 y aparece el amor a primera vista… y de su mano un sinfín de misterios por descubrir, entre ellos un asesinato, y unos pocos de ovnis que aparecen de la mano de un profesor.
La novela llena de lirismo en sus descripciones va y viene del presente al pasado de forma completamente delimitada para el lector. Básicamente porque los dos grandes ejes de tiempo son el propio verano de 1985 y el año 2010, a modo de vista atrás de aquella época y epílogo.
Los protagonistas, sobre todo los tres amigos, están perfectamente resueltos y encajados. La vuelta a la niñez en su trama nos retrotrae a Kipling –en su preocupación por el paso de la niñez a la madurez- y a Mark Twain –en las excursiones, bosques, y aventuras que viven los protagonistas-. El primer amor que sufre Sam está deliciosamente escrito, con una sensibilidad exquisita y lleno de toda inocencia, y quizá si tuviera que poner un pero sería al tema de los extraterrestres, aún quedando a mi parecer, desdibujado y en el aire, puedo entenderlo como una prolongación de la propia imaginación de la juventud de los críos. La intriga con las tramas abiertas a resolver se mantienen a lo largo de la novela y sin duda estallarán en una eclosión que será la auténtica pieza que haga encajar toda la novela.
Sí, sí, han leído bien, en la última página del libro, y cuando ya ustedes estén a punto de abandonarlo leerán una nota, que les cambiará todo el concepto de la novela. Es la última sorpresa de Federico Axat.
Pero antes, habrán resuelto conflictos gracias al poder de la amistad sincera. Habrán pasado de miedos infantiles a razonamientos lógicos de adultos y habrán disfrutado deliciosamente de volver a trepar a un árbol con la agilidad de la juventud.
Recomendada para esta época de verano, por su carácter tranquilo y sosegado, por la empatía con aquellos niños y por el amor puro que nace del corazón y no entiende de etiquetas. No puedo especificar más a quién o a quienes lo recomendaría porque destrozaría la novela, pero háganse un favor, déjense sorprender y sobre todo ¡¡No miren la última hoja!!.
Muy buena reseña, aunque no coincido con el “pero” que se tuviera que poner con el tema de los extraterrestres. En Argentina tenemos a un señor llamado Fabio Zerpa, que ha vivido muchos años haciendo pasar como una cosa seria y científica, lo que es un pasatiempo o hobby de adolescentes de décadas pasadas: la tan mentada investigación OVNI. Leer la novela de Axat y rescatar la descripción del “ovnílogo” y sus conferencias, trae a la mente la figura del inefable Zerpa y todo encaja a la perfección. Más allá de este asunto, la novela es sorprendente en todo sentido y obviamente en su página final, a la que se llega como al fin de una partida de ajedrez; Federico maneja magistralmente las piezas, movida por movida, y nosotros sólo vemos al final el jaque mate inesperado y demoledor …
Muchas gracias por tu aclaración, lo desconocía, sin duda tu matiz aporta una nueva visión a la reseña.