Estamos ante una nouvelle con un tema nada complicado, básico en la vida pero difícil en su ataque: la muerte del progenitor y el vacío que deja en su hija, nuestra protagonista, de nombre Marta, a quien le deja una nota escrita para que busque a una persona, una misteriosa mujer.
A través del relato conoceremos y nos reconoceremos en el dolor, en el arrepentimiento por todo lo que no hemos dicho, en la búsqueda interior, en la necesidad de consuelo, y seremos testigos de la distinta perspectiva que la hija tiene del padre y como gracias al investigar en su vida, que por cierto, había sido escritor, cambia la visión del arquetipo paterno, a visualizar un hombre, con sus misterios, sus pasiones, sus amores secretos…y esta nueva percepción le ayuda a estructurar completamente la figura familiar y sentir por él una admiración a nivel personal que ha perdido en el transcurso y desarrollo de su juventud por el propio cariño filial que el padre tenía hacia ella.
En este viaje al interior de la persona y al descubrimiento de su padre, Marta tendrá que realizar viajes, donde de forma paralela ella traspone sus expectativas mezcladas y marcadas con la presencia de la muerte. De formas sutiles, Sanmartín utiliza su lenguaje poético para hacernos llegar descripciones sólidas y exactas, a pesar del parecido con la fragilidad que destila la protagonista. El narrador utiliza de forma habitual el uso de aforismos, con sentencias cortas y precisas, cortantes, casi como una tijera ficticia que te secciona perfectamente el tejido y el trazo, entre un párrafo y otro, por ejemplo, o incluso entre capítulos.
Un asunto a destacable son las menciones específicas y reales de autores actuales como Antón Castro, Daniel Gascón, José Carlos LLop, o sitios especiales como la librería Tropismes de Bruselas, los hoteles y sus descripciones y las ciudades por las que viaja Marta (Varsovia, Dublin y Madrid) destacando de entre todas ellas a Zaragoza, no sólo por ser ciudad natal, sino porque se convierte en un auténtico personaje. Aquí sin duda, el autor, Fernando, juega a caballo ganador y se percibe en cada palabra el amor por su tierra.
Por todo ello, esta novelita es cadenciosa, tranquila, para cerrar heridas abiertas, llena de imágenes, muy entrañable, dulce y amarga a ratos, sin llegar a la ñoñería, con el tiempo en continuo descuento, y con un final abierto a la imaginación del lector que proporciona un beso a la vida a pesar de la muerte. Recomendada especialmente para aquellos que han perdido a alguien recientemente, pero no se equivoquen, no es un libro de autoayuda, es una novela poética que mostrará el camino a aceptar y aceptarse, mejorando relaciones.
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