Pura tranquilidad. Remanso de paz. Imágenes de una mañana de verano en una bahía de Nueva Zelanda.
¿Quieren recordar un día de verano sosegado? ¿Añoran la tibieza del sol? ¿Las olas de la playa? Pues están ante su petit nouvelle, traducida por Francesc Parcerisas y editada en Alba Brevis.
Katherine Mansfield de quien la propia Virginia Woolf dijo que era a la única escritora que envidiaba en su estilo nos presenta una novelita cuya trama no nos relata nada excepcional exceptuando a un grupo de turistas y vecinos cercanos a una bahía. La unidad temporal es un día, pues todo lo que se relata sucede en él, y a través del tiempo escucharemos las voces de todos los pensamientos de sus protagonistas, incluido la propia animación de animales (que también piensan).
No hay un protagonista único, todos tienen su momento de gloria y el día va sucediéndose en las actividades de todas y cada una de las familias que completan este maravilloso paisaje marinero.
La narrativa es por tanto tan especial, delicada y perfecta que no se entiende como una novelita que no explica nada fehacientemente pero que es absolutamente capaz de mantener la intensidad, el tono y el interés del lector desde el principio hasta el final. Sonreiremos con los juegos infantiles, adivinaremos la sensualidad de la señora más envidiada del lugar por su belleza, notaremos la placidez y serenidad de la abuela e incluso la ternura de un bebé hacia su madre y no a la inversa…
La poesía que destila todo el relato nos dejará imágenes limpias, concisas y en algunos casos simbólicas con ciertas reminiscencias victorianas que han superado ya dicha fase y prácticamente la época. Muy destacable la filiación a la vida, sin desnaturalizarla, que rezuman sus frases.
Solo un punto de tensión llegará al final del texto cuando comprendamos que todos los personajes han vagado libremente por entre las olas, el mar, la luz, la naturaleza, el día…. Y que es tan fácil confundir la libertad y perderla como equivocar una decisión. A pesar de todo, esta lectura nos dejará un poso de calma y sosiego parecido a ese gran silencio que se produce tras el estruendo.