Wilma Montesi era una chica italiana, de familia media, que aparece asesinada en la playa lejos de su escenario habitual. El asesinato será objeto de un análisis ensayístico por parte del autor, asesinato que a día de hoy aún no se ha esclarecido y que sin embargo produjo cambios estructurales en la sociedad de la época y tiene bastantes similitudes con los últimos escándalos amorosos de Berlusconi de hace pocos años y que aún colean en revistas y juzgados.
Stephen Gundle nos ofrece bajo una prosa fácil y exacta todas las pruebas del caso, la relación de los hechos y el análisis antropológico de este asesinato que convulsionó a la Roma de los años 50, cuando el partido de la Democracia Cristiana y un joven señor de apellido Andreotti formaban parte de la cúpula política.
El asesinato incurre en negligencia desde los comienzos por parte de la policía, y de la mano de la corrupción política y jurídica enlaza con los bajos fondos, la mafia y su nuevo negocio: el contrabando de droga, tras la vuelta del famoso Lucky Luciano a su país y la noción de la omertá, el silencio cómplice, que se establece en todos los estamentos como relación clave entre ellos mismos.
La doble moralidad de la época nos introducirá en los escándalos sexuales envueltos en mentiras de carácter pantagruélico que a pesar de convertirse en scoop mediáticos no conseguirán despertar del todo a una sociedad recién salida de la posguerra.
El periodismo, eje central de esta novela de corte ensayístico nos iluminará en los conceptos de aquellos años sobre la prostitución, la emancipación de la mujer, la hipocresía, los sórdidos fondos, la industria cinematográfica italiana, el boom urbanístico, el dinero fácil, las corruptelas y el nacimiento del paparazzo como periodista casi caníbal, parte fundamental del propio periodismo, que pretende actuar como revulsivo con el fin de esclarecer un caso que todos desean ocultar, incluida la Iglesia.
Mención aparte se merece el capítulo dedicado a Fellini y su neorrealismo anterior a su obra La dolce vita, así como el impacto que causó la cinta antes de terminarse, durante el proceso creativo y fuera de las colinas romanas en su proyección.
Cuando el lector llegue al epílogo donde el autor opina sobre el crimen, ya tiene tantos datos que probablemente él mismo haya decidido la muerte de la pobre chica. Tan obvio y tan oculto, el caso sigue sin resolverse, quizá porque en 1957 fue presentado como una enorme teoría conspiratoria y el tema puede analizarse como un capítulo particular de la historia social romana que tuvo lugar en un momento específico, cuando la sociedad aún estaba muy dividida y además acababa de salir de una dictadura, caldo de cultivo para el rápido crecimiento de los medios informativos.
Sin duda, el género en el que se incluye la obra, el ensayístico y su explicación del tema, en este caso aportando un exhaustivo aparato documental, de forma libre y asistemática alcanza ampliamente al acto perlocutivo del habla afianzado por la capacidad del autor en mantener la voluntad de estilo desde el principio hasta el final propiciando la facilidad de su lectura.
Como llegó a decir Il Menssagero: “De todas esas terribles sospechas que atormentaban a la opinión pública no ha quedado nada: nada de orgías, nada de trata de blancas, nada de transportes de prostitutas, nada de nada”.
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