El jueves pasado fue el día de la mujer trabajadora. Este tipo de reivindicaciones me dan cierto repelús, porque creo que cuando se insiste en estas cosas en cierto modo eres tú mismo quien se está excluyendo al sentirte discriminado.
La cuota femenina en el mundo cofrade es reducida. ¿Sí? ¿Reducida? ¿Creen eso realmente? Yo no. Este es un mundo más que machista, hermético, como decía Lope, «quien lo probó lo sabe» y doy fe, pero por suerte, el trabajo de nuestras predecesoras ha asegurado las generaciones venideras con muchísima más naturalidad. Ahí tenemos la cuota de participación de la Banda de Música de la Esperanza donde la mitad son chicas, por ejemplo.
Pero donde realmente quiero llegar es a la porción femenina discreta. A todas esas mujeres que han estado años trabajando en lo oculto de la vida pública cofrade, mujeres que huían de los focos, como doña Lola Carrera, y que aún se les recuerda con más cariño por ello como Isabel en San Julián, Lola en las Catalinas, señoras que han sido guardianas de nuestras imágenes como en el caso de los Dolores del Puente, sacristanas en parroquias, y que han querido ser actrices secundarias, cuando podían ser protagonistas.
A ellas mi reconocimiento y admiración, porque gracias a ellas, el resto estamos aquí, porque nuestras hijas llegarán aún más lejos, y porque a ellas sí que les tocaron años más difíciles, con una sociedad más difícil. A los señores que aún se cuestionan la figura de la mujer que no sea meramente decorativa, que aún quedan, solapadamente claro, sólo recordarles esa tremenda mujer que les apoyó en su causa cofrade y les acompañó en sus actos o le esperó a que regresara, esa madre que le enseñó a rezar de pequeño y le llevó de su mano a alguna procesión, la que le planchaba la túnica cuando llegaba Semana Santa o le había dejado hecha una tortilla de patatas para cuando volviera de recoger las procesiones.
Todo cofrade ha tenido una gran mujer cofrade a su lado, hagan memoria, una abuela, una madre, una hermana, que les trasmitieron sentimientos y valores que hoy llevamos con orgullo, los mismos que no serían nuestros sin ellas… esa es mi cuota femenina, la auténtica.