¿Catedrales, Cosas, Seres?

12 Jul

Un filósofo griego, uno de aquellos a los que la Historia dio en llamar “presocráticos”, es decir, anteriores a Sócrates, expresó una idea de muy hondo calado : “el hombre es inteligente porque tiene manos”. Se trata de Anaxágoras de Clazomene. La racionalidad de un pensador nacido hace unos 2.600 años (unos 500 años antes de la era actual) es de tal calibre que la Humanidad, luego de caer en una profunda “zona de oscuridad” por diversas razones que ahora no vienen al caso, tardaría casi unos mil años en recuperar aquel brío, aquel frescor del espíritu : tendría que llegar el siglo de Leonardo da Vinci, el siglo XV, para que lo que había sido plenitud de la razón entre los griegos del tiempo de los filósofos ya próximos a Sócrates, retornara a los pensadores del Renacimiento, ahora surgido en Italia. La luz de la razón en esta parte del mundo que llamamos Europa tiene cuna mediterránea.

Volvamos al griego de hace veintiséis siglos, volvamos a lo de “el hombre es inteligente porque tiene manos”, y echemos a rodar por los caminos del pensar. A rodar ya que no con las manos, desde luego sí que con la inteligencia. Y rodando ésta, pensemos : qué en común pueden tener una catedral católica, de los siglos XII y XIII y la frase de Sócrates, del siglo V antes de la era cristiana. Pero antes, una simple cuestión : ¿es procedente plantearnos una cosa como esta, estamos ante una invitación reflexiva aceptable? Porque si lo que estamos pidiendo es algo que carece de sentido, tal propósito debería ser desechado.
Pero no lo haremos : porque hay un vínculo entre ambas cosas, tomadas ahora las dos, catedral y sentencia filosófica, como “representantes” -no únicos pero sí eximios-, de la actividad del ser humano en sus más altas manifestaciones. Porque las catedrales no nacen sólo de las manos, (por más que estas sean de innegable valor en sus creaciones), sino que están regidas por unas determinadas génesis de inicio : es el pensamiento del ser humano, centrado en unas creencias dadas, lo que concibe cosas como las que luego se estudian en la historia de la arquitectura, catedrales góticas o templos griegos coetáneos de Sócrates.

Y es el pensamiento humano también lo que subyace como cuna de frases como “somos inteligentes porque tenemos manos” o como el teorema de Pitágoras ( : en todo triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos ). Si de las “cosas” que llamamos catedrales, o axiomas, o museos, o partituras musicales, o teoremas, o agricultura, o cosmología…, y un largo etcétera, si de esas cosas nos olvidamos de poner como base o génesis lo que sabemos que decimos cuando decimos “pensamiento humano”, estaríamos entonces cercenando ese “bosque animado” que es la Historia del Mundo, al fin y al cabo.

Y es que, -dando ahora unos pequeños saltos en el tiempo-, si de “cosas” como las que llamamos “pinturas rupestres”, ya sea un toro en el techo de Altamira o la escena enigmática de un posible chamán durmiendo ante un bisonte (que está pintado en la pared de una cueva, en Lascaux), o aquellas misteriosas manos muy posiblemente femeninas en paredes también de grutas, o de cosas como las que llamamos partituras musicales, o de los diccionarios académicos, o incluso de una humilde olla para cocer alimentos, ya sea de barro seco al sol o de brillante metal, si de lo que sea “objeto de nuestro mundo” separamos eso otro que es el pensamiento…, ¿de qué nos valen entonces las manos?

La Catedral de Reims (cuya fachada arriba ven ustedes) “es también una cosa” y como tal, da razón del pensamiento del ser humano con tanto peso como la dan las teorías del Cosmos con que nos manejamos o como los barcos hechos por manos de los hombres con que recorríamos los mares allá en los siglos de los griegos presocráticos, o los modernos turistas que descienden tal vez de vikingos dados a los remos y a las armas en los siglos medievales. ¿Acaso no es con las manos y con las palabras como se ayudan los hombres para poner piedra sobre piedra hasta erigir la catedral? Pues no lo olvidemos, que tras de todo ello subyace lo que se dijo : el pensamiento. Y ya sean catedrales o cualesquiera otras cosas, tras de todas ellos estamos todos : dando razón de nuestras existencias como seres.


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