Los tres herreros de Helsinki
Recordará el lector algunas de las cosas que dejamos escritas en un texto anterior, «Horizontes», que se publicó en este mismo foro. Hoy, seguimos un tanto los rumbos que ahí estábamos marcando, y nos centramos en nuestro hacer y vivir de nuevo, pues es la realidad que somos seres en marcha. Quiero decir que la Humanidad en su conjunto es eso : una muchedumbre imparable de seres en marcha.
Vean ese grupo escultórico que arriba hemos tomado como la imagen visible del texto de hoy : parados, quietos en la plaza finlandesa donde los han ubicado, dan sin embargo la sensación de constante movimiento. No parecen quietos en absoluto, sino que en realidad representan a seres en macha, esto es, al ser humano, a nosotros en nuestras vidas personales y en nuestra historia sin fin, esa historia cuyos límites ignoramos tanto por sus inicios, como por sus imaginables términos. Porque por más que estemos a punto de saber dónde y cuándo empezó lo que la Ciencia llama «homo» con toda propiedad, nunca dejamos de estar ahí, en ese justo «a punto de…»
¿Cuántas especies «pre-» (o «proto-)» humanas han identificado hasta hoy los investigadores de nuestros orígenes? ¿Dónde está la linde entre lo que hay que considerar como comportamiento plenamente humano y lo que no? Cuando los científicos y biólogos y antropólogos descubren que algunos grupos de chimpancés utilizan ramas de árboles para extraer hormigas de sus escondrijos y «las adoban» previamente quitándoles las ramitas laterales, se sorprenden : saben que están contemplando un acto creativo que personalizan unos seres que no llamamos «humanos», sino que como chimpancés que son, los tenemos por «monos». Y entonces nos preguntamos dónde empieza el mono y dónde acaba, y lo mismo con respecto al ser que somos nosotros, el ser humano.
En una gran medida estamos rodeados de una especie de misterio que tiene en sí mucho más de «cosa fértil y fecunda» que no de «muro paralizante» : un misterio que en el texto anterior, «Horizontes», llamábamos simplemente «algo». Un «algo en nuestro interior», decíamos. Y decíamos que nosotros sabemos que existe ese Algo en nuestro ser interno y que era «esa cosa» lo que nos impulsaba a hacer Arte, a concebir Música, a mil y una batallas interiores de las que nada queda exento : ni la mística ni el descreimiento, ni lo que produce placer ni lo que causa dolor.
¿No es suficiente saber que hay algo interior nuestro que nos es acicate y nos mueve y nos obliga a organizarnos, y así, con todo eso y de ese modo, nos convertimos en seres linderos con la esencia misma de lo vital pleno? Lo vital pleno : no vean ahora en esas palabras nada extraño ni nada sobrenatural, sino que más bien tendrán que ceñirse a esto, por ahora : nosotros, seres que somos de horizontes, somos además seres en marcha. Quizá lo uno y lo otro tengan que ir necesariamente juntos : caminos y horizontes.
Una marcha que es la vida misma y que necesariamente nos conduce, por más que no lo sepamos siempre a ciencia cierta, a lo que cada uno sabe que es su destino : seguir adelante, y golpear la piedra o el mineral, y de lo basto y rudo, sacar la forma perfecta y lo hecho con arte y esfuerzo. Y con consciencia plena de que se es lo que se es : seres en marcha. Miren de nuevo a esos tres herreros de la plaza Erotajja de Helsinki, y vean que parecen quietos a la vez que transmiten movimiento : ellos están también en marcha. Son, pues, imagen nuestra. O así entiendo que los concibió el artista que los ha creado, Félix Nylund.
La ciudad de Helsinki, con sus plazas y amplias calles, con sus modos urbanos de limpieza y respeto por las cosas comunes, es un ejemplo para muchas otras ciudades europeas, sobre todo algunas mediterráneas, donde lo que no debe estar tirado en el suelo, allá que se encuentra un día sí y al siguiente, también.
La escultura de los tres herreros de Félix Nylund preside, casi desde una zona esquinera de la plaza donde se encuentra, el centro más comercial de Helsinki, tan cercano a Tallin, a la que le unen los caminos del mar, si me permiten la metáfora.
¿Habitan los poemas dentro de los idiomas? ¿Las esculturas viven en los bloques de granito o de mármol o de metal? ¿Está la música dormida en los sonidos del aire, del mundo, de las estrellas? En cierto modo todo viven tanto en las cosas que el ser humano percibe como en las mentes y corazones de los seres?
Somos por naturaleza seres de creación.
Disculpen las erratas del anterior comentario: hay un «…viven» que debe ser «…vive». Y el signo final de interrogación, está de más. Sobra. No debe estar.