Iba a titular este breve texto como «sueños de cultura», pero pronto me pareció el título ambiguo a la vez que pretencioso : nada existe «fuera de» la cultura. Nada que pueda escribirse o verbalizarse, ya que el propio lenguaje, en cualquiera de sus formas, es cultura. La razón del título rechazado bien pronto era simple : lo que se refiere a continuación es un sueño de Theodor W. Adorno, y este crítico y hombre de gran cultura, en ese sueño que vamos a referir lo que muestra haber soñado es «algo que sabe» por haberlo leído, por su cultura, y no «algo que le pasa». Lo normal es o suele ser que soñamos cosas que nos pasan : ya sea en el interior de nuestra mente, en nuestros pensamientos, ya sea en nuestro vivir «externo», o si se prefiere, «visible».
La imagen que ilustra este texto es la de un cuadro, titulado «Mujer desnuda frente a la salamandra», de 1900. La elección de tal ilustración es puramente simbólica y tiene que ver con otro sueño, esta vez no de Th. W. Adorno, sino relacionado con otro autor alemán del siglo XIX. Ya se comentará este segundo caso, la ilustración, el cuadro, la época romántica alemana…
Pero, vamos al tema. He aquí el sueño que refiere Adorno en su «Traumprotokolle», (2005), traducida al castellano por AKAL como «Sueños» (2008), en versión de Alfredo Brotons. Es este breve sueño :
«25 de junio de 1957
Una vez más, iban a crucificarme. Un grupo de consejeros me asesoraba. Thassilo von Winterfeldt me preguntó si me habían crucificado en alguna ocasión anterior. Me explicó que la crucifixión era muy desagradable. Era imprescindible que hiciera ejercicio a fin de mejorar mi circulación sanguínea y así prevenir el agarrotamiento y los calambres. Mientras estaba intentando explicarle que precisamente aquél era el propósito de la crucifixión, me desperté.» (págs. 66-67 de la obra antes citada).
Creo que soñar una cosa tal sólo es posible si se conoce, como sería de lógica a través de lecturas pero no de experiencia vital directa y propia, cuáles son los efectos de la crucifixión durante el tiempo que tarde en llegar la muerte del crucificado. En el sueño se omite algo que, según se sabe, también ocurre en el organismo humano cuando se es crucificado : la sensación de asfixia.
La ilustración de este texto quiere ser un homenaje a la novela «El último Weinfeldt», de Martin Suter, ( Zúrich, 1948). Esa fecha, 1948, es la misma en que nació mi hermano Francisco Javier, fallecido en 1998. Curiosamente, por ignoro qué clase de azar, leí la novela de M. Suter por vez primera en enero del 2012, en los mismos días en que moría mi hermano, allá en Sevilla. Espero, en breve, comentar esta novela en las páginas de la Opinión de Málaga. Gracias.
Note el lector que este sueño que refiere Th. W. Adorno tiene algo de «platónico», como un eco de la muerte de Sócrates : ese Sócrates que. según Platón, antes de beber la cicuta como castigo que le impone la democracia ateniense de la época, rodeado de discípulos, dice aquello de «recuérdame que le debemos un gallo a Esculapio» : suma ironía, pues Asclepios, dios de la medicina, no podía evitar la muerte por envenenamiento del que bebía la dosis de cicuta mortal.