1.- ¿Cuál es la forma “real” de las cosas que vemos? Si la visión humana nos diera en realidad la manera como las cosas son “fuera de nosotros”, si nos permitiera ver lo que hemos llamado “forma real de las cosas”, la pregunta inicial con que hemos iniciado este texto no tendría sentido alguno.
Sin embargo, la pregunta es válida porque nosotros, “desde la manera como vemos las cosas”, no las vemos “como son fuera de nuestro cerebro”. Si con esto último algún lector se siente perdido, o piensa que se nos escapa algo en lo que estamos planteando, aclaremos todo el meollo del asunto, con la confianza de que aclarada la cuestión central de lo hasta aquí planteado, las comillas, las palabras en negrita, los alcances de los términos “forma”, “real”, fuera de”… etc., también van a quedar aclarados.
Pero antes de las aclaraciones, compliquemos algo más ese mínimo conjunto de preguntas : ¿Ver es ser? ¿Somos lo que vemos, o vemos lo que somos? Puede que ambas cosas sean ciertas : somos lo que vemos y vemos lo que somos, pero al mismo tiempo “VER”, en el sentido primario del término, en lo que a órgano de visión atañe, NO ES SER. Si esto último, lo de “ver es ser”, fuera cierto, los ciegos no serían…
En un sentido metafísico, como sugiere el étimon griego de la palabra, “eido/-ein”, “ver es saber…, tener una idea. Y es también, y en gran medida, ser”. Pero ahora estamos en un ámbito más básico, menos “metafísico”. Pero no queríamos dejar pasar esta oportunidad de asociar o establecer esa tríada : ver-ser-saber.
Ahora, ver no es exactamente saber, sino sólo y únicamente un modo de ubicarse entre las cosas de nuestros mundos.
2.- Somos lo que vemos en el sentido, -pongamos como ejemplo-, de que sólo quien es matemático, aun cuando ello se dé de una manera tan superficial como tener una leve noción del concepto “número” y saber contar, sumar…, sólo quien se sabe “sabedor de números”, reconoce o ve números. El viejo refrán de “piensa el ladrón que todos son de su condición”, alude a ese “ver(-se)” que es, (en el sentido antes dicho), también “ser”; algo así como si el refrán viniera a decir que “tal como a sí mismo se ve el ladrón, así ve también a los demás”. Pero en casi todos los otros sentidos, ver no es ser. Y más : incluso aquél que se sabe ladrón, está plenamente capacitado para ver a otros muchos que no lo son, y como a no ladrones los reconoce.
“Ver el mundo” es un algo absolutamente necesario para poder uno ubicarse en él. Usamos ahora el verbo “ver” en el sentido del verbo griego antes aducido. Eido. eidein, eideia… etc., son palabras cuyo significado son varios, pero con predominancia de las nociones de “forma, apariencia”, “ciencia, conocimiento”, “idea”… etc. Es decir, que “Ver el Mundo” equivale a hora a concebirlo, ( de la manera que sea : ya la concepción que de él se haga un ciego, un sordo, o una persona con sus cinco sentidos intactos y además una especie de “supra-sensibilidad adicional”, algo así como un perceptor superdotado), y es desde o en esa concepción donde puede uno buscar su lugar propio, lo que antes dijimos de “ubicarse en el mundo”.
3.- A ello no sólo, como sabemos, nos ayudan los sentidos físicos, los sensoriales, sino también eso que llamamos “sexto sentido” por no decir especial intuición, y también el intelecto, la ciencia que nos hace conocer desde los números y sus cualidades abstractas tan útiles para fundar un lenguaje llamado a ser “exacto”, -único válido para las ciencias experimentales-, y por último el lenguaje. En un sentido muy estricto, somos lo que nos decimos, somos lo que nuestra lengua, el lenguaje que utilizamos desde niños para situarnos entre otros en el mundo y comunicarnos, nos establece como principio interiorizado. Y aquí no entra que uno sea un obrero metalúrgico, un periodista, un profesor universitario o un jefe de Estado. Pero sí entra lo que uno sienta en sí ser como individuo de la especie humana y haya internalizado, ya lo verbalice en palabra, o no lo diga nunca pero “lo sepa” : nadie, excepto nosotros mismos, nos puede convertir en indigno o dignísimo, en canalla o en respetable persona. En “bueno” o en “malo”.
Sin lenguaje, no hay nombres, y sin nombres, no hay sociedad organizada. Nombrar es un acto fundacional. Esto de “fundacional” se refiere ahora de manera muy exclusiva y directa al ser humano y su con-formación en una sociedad. Igual da que sea una del tipo de las tribus amazónicas en estado muy primitivo, como estaban los yanomamis antes de la feroz irrupción del hombre blanco y sus intereses de búsquedas diversas, (oro, maderas, petróleo, yacimientos de minerales, y un largo etcétera), o los modernos ciudadanos de urbes de millones de habitantes regidas por leyes y códigos que van desde las normas de circulación hasta las de cortesía, pasando por todos los Códigos legales de Derecho Civil, Penal, Internacional o Canónigo.
Nota.- A la pregunta inicial (: “¿Ver es Ser?”) contestaremos desde las opciones, tan variadas (y, en apariencia, delirantes) que se obtienen desde determinadas concepciones del mundo que se establece en la llamada “Física de los Quanta”, más conocida como Mecánica Cuántica, y para que el lector se haga una idea de por dónde podrían ir los tiros, dejamos ahora todo esto en un par de citas, que estimamos oportunas:
Cita uno : “Sólo en la experiencia consciente, al parecer, podemos ir hacia adelante en el tiempo. En la teoría cuántica uno puede también ir hacia atrás en el tiempo.” (Stuart Hameroff)
Cita dos : “La mecánica cuántica admite la idea de que un fenómeno intangible como la libertad sea algo inseparable de la naturaleza humana.” (Jeffrey Satinover). En esta segunda cita, la letra negrita la ponemos nosotros.
Y terminemos : Las citas están tomadas del libro de Jeremy Bernstein “Saltos cuánticos”, en traducción de Pablo Sauras. Primera edición : marzo, 2011. Editorial Alba. Cualquier lector puede comprobarlas en el inicio (página 149) del capítulo 7 : “Y al final, ¿qué diablos sabemos?
En una moneda fenicia del siglo VII a. de C. se representa una deidad femenina que tiene por halo una luna llena, y la cabeza con una corona de estrellas. En «Cueva del Tesoro» hay un vetilo de piedra que, visto de perfil nos da la figura de una cara femenina, con una especie de tocado con una Luna Llena en el centro, y en la base un altar bicorne del mismo tipo de los que hay en la isla de Creta, y que ya fueron estudiados por el insigne Gustavo Glotz, entre otros posteriores estudiosos. ¿Es esta divinidad, Noctiluca, (palabra que significa «la que brilla en la noche»), asimilable en algún modo a la Inmaculada Concepción, con los cuernos de la Luna en su base ( : el altar bicorne del vetilo ) y su corona de estrellas, o no lo es? Juzgue cada cual. El vetilo (o betilo, como escriben otros : del término Betel…) ahí está. Según lo veamos, ¿eso es? Juzgue cada cual, insisto.