Iº Un texto de J. L. Borges, que no es, (aunque podría serlo), el famoso “argumento, –Borges lo dice en latín- , ornitológico” con que el inmortal argentino prueba a probar la existencia de Dios, me recuerda un párrafo de ese buen libro de Steven Pinker, “El mundo de las palabras”. Traducción, por cierto, apenas creíble : el título inglés es “The stuff of thought”, lo que literalmente sería algo así como “Las cosas, -o la sustancia, o los chismes…- del pensamiento” : dependiendo del sentido que se le diera al sustantivo inglés stuff :
Resulta claro que la traducción a nuestra lengua ha optado por un título más acorde al momento actual de la mentalidad de los posibles compradores, inclinados tal vez a indagar sobre lo que nos hace ser, que es el decir, que no sobre lo que nos sugiere la penosa tarea de pensar. Pero esto es otro tema.
En el párrafo de S. Pinker se habla de cómo cuentan los analfabetos y algunos pueblos primitivos. Mas vayamos por partes:
El texto de Borges, en cuestión, es éste:
“Acaso cada hormiga que pisamos
es única ante Dios, que la precisa
para la ejecución de las puntuales
leyes que rigen Su curioso mundo.
Si así no fuera, el universo entero
sería un error y un oneroso caos.”
El texto es más amplio : todo el “Poema de la Cantidad”, que se lee en la página 490 del volumen II de sus Obras Completas, en Emecé Editores. Y el párrafo del libro de S. Pinker es el que sigue:
“A mí me desconcertaba el predominio de muchos sistemas de contar del tipo uno-dos-muchos entre los pueblos analfabetos, hasta que pregunté al antropólogo Napoleón Chagnon (que había estudiado otra tribu del Amazonas, los yanomamö) cómo se las arreglaban. Me dijo que en su vida cotidiana los yanomamö no necesitaban números exactos porque controlaban las cosas de forma individual, una a una. Un cazador, por ejemplo, reconoce cada una de sus flechas y, por consiguiente, sabe si falta alguna sin necesidad de contarlas.”
Este texto se lee en la página 193 de la edición al castellano de Paidós, de 2007, en traducción de Roc Filella. Podemos imaginar ahora, y esto es sólo un inciso que pronto dejamos ahí, que los romanos de la época Julio César o de su pariente Augusto (et alii), con su sistema de numeración, estaban lingüísticamente harto incapacitados para hacer operaciones matemáticos del tipo raíz cuadrada de, pues…, ¿cuál sería la raíz de XLIII, pongamos por caso? Y ahora, si van ustedes a proceder a operar, por favor se olviden de la numeración arábiga al uso, el 1, 2, 3…, con la consiguiente invención de la cifra llamada “cero”, tan útil pese a su aparente nulidad.
Sigamos.
IIº ¿Nos resistiremos a repetir aquí el Argumentum Ornithologicum? Porque resulta difícil ser lector con cierto apego a las cosas que escribe Jorge Luis Borges, sobre todo a las cosas de su prosa, minuciosa como él mismo dice de la lluvia, y dejar pasar la oportunidad de cazar esa feliz ave de sus aladas palabras. Conque, ea, póngase tal “argumentum”. Está en la página 165 de su “El Hacedor”, que escribió en 1960 y dedica a Leopoldo Lugones, y donde ya en el mismo Prae-Facio cita ese verso de la Eneida, que él recuerda “a la luz de las lámparas estudiosas”, (“como en la hipálage de Milton.”, añadió el argentino intemporal),y que es :
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram
Magnífico el tino, el acierto de un lector (Borges) siempre a la vuelta de la esquina, magnífico siempre, sorprendente, único. Porque ese verso de Virgilio, si nos faltara su obra casi completa, ya nos daría una idea bastante cercana de la grandeza lingüístico-literaria del genio nacido cerca de Mantua, allá por el año 70 antes de Cristo, y luego llamado por Dante para ser su guía por el Infierno y el Purgatorio de su Divina Comedia.
He aquí ese argumentum borgiano :
“Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.”
IIIº ¿Es posible ahora dar un salto en el discurso entablado hasta aquí y pasar a hablar de los ríos en las campañas de Julio César o de los épicos andares de las huestes de Hernando Cortés por las llanuras que les iban acercando al altiplano de México-Tenochtitlán? ¿O recorrer de repente los caminos de La Mancha con Don Quijote y Sancho y citar como de pasada alguno de los episodios de la novela de don Miguel de Cervantes? Resulta difícil hacerlo. Casi tanto como no hacerlo.
Pero hay que elegir, y en la mayoría de los casos la elección se decanta por la pietas, esto es, la piedad para con los lectores, lo que significa prudente alto en el camino, y dejar para más adelante cuanto ha de seguir a estos argumentos que se han usado aquí y que a algún puerto habrán de llevarnos. Y en tanto eso llega, digamos que la imagen que ahí ven ustedes es la de un gorrión que vivió, por voluntad propia, esto es, por voluntad de gorrión, que no mía, en casa, en esa casa de corcho de Belenes que ven ustedes, con papeles de periódicos de base y una cotidiana hoja de lechuga, de la que comía. Sólo el último vuelo suyo se lo llevó de esa casa a su cielo. ¡Bendito sea Panchito y benditos los números que concebir podemos!
Anoten.- La historia de Panchito es tan rigurosamente cierta como este texto ante sus ojos, lectores. Al gorrión se le recogió un día 21 de junio, del año de 2005, con un terral de muerte en esta ciudad de Málaga, casi sin plumas, caído en el suelo, y a punto de expirar. Dos gorriones le sobre-volaban, como no queriendo dejarlo en la acera de la calle Manrique, de feliz memoria. Se le recogió, digo, y se le dio migas de pan mojadas en leche fresca, con lo que alcanzó a re-vivir. Luego, cuando el vuelo retornó a sus alas, decidió permanecer con quienes le trataron como a ser humano se trata. Y así, hasta su último vuelo. ¿Ha sido ese gorrión sólo un número más? Es imposible. Ergo, otra vida, existe…
¡Benditos números y bonita historia!
Por cierto, este passer, Panchito, hizo amistad con un colaborador de La Opinión de Málaga, a quien estimo : Manuel J. Friaza. Dé Manuel fe de ello. Fue con ocasión de una visita de Manuel a Málaga.
¡Benditos pensamientos! que dan «stuff» a los números y a tántas otras cosas que sin ellos no existirían, y benditas y malditas a la vez las emociones y necesidades que son fruto y dan lugar a los pensamientos