El Viaje Onírico. Experiencias.

30 Mar

Noche estrellada, de Vicente Van Gogh

Podemos viajar a través de las palabras y con los sueños también.

Hay tantos modos de viajar como pueda uno imaginar. Se viaja con los sentidos físicos, con la mente imaginativa, con el sueño. El viaje onírico es de los que más interés suelen suscitar en las personas que se habitúan a considerar los sueños, o al menos determinados sueños, como la manifestación de un tipo de “continente mental sumergido”, por llamar de algún modo a ese universo onírico, aún  muy desconocido, y no del todo valorado en todas sus vertientes, por la mentalidad del hombre actual.

El panorama va cambiando poco a poco, y ya existen lo que algunos llaman “bancos de sueños” en muchos países del mundo occidental. Son lugares donde se reciben, almacenan y catalogan sueños de quienes voluntariamente los envían, y se hacen estudios sobre ellos, entre otras cosas. Incluso existen un foros en Internet, (¿qué no hay ya en La Red?), como The Dreamers, entre otros muchos, con sus típicas ofertas. Hay también una rama de la ciencia neurológica y del estudio del cerebro humano que tiene como objeto de estudio el proceso fisiológico del dormir/soñar. El ya clásico libro del doctor Peretz Lavie, “El fascinante mundo del sueño”, en la colección Drakontos, es una buena muestra de este aspecto último a que me refiero. El autor israelí es director del Laboratorio del Sueño en Haifa, y pionero de un tipo de estudios sobre sueños. Trabaja también en universidades norteamericanas. En anteriores textos nos hemos ocupado tanto de este libro como de estos temas, pero ahora tratamos de dar un paso más en ese sentido, ya antes tocado : el mundo de los sueños.

Aquello que escribiera G. A. Bécquer de “… pero sé que conozco a mucha gente/ a quienes no conozco”, en su famosa Rima LXXV, – si la tal rima no es de Gustavo Adolfo Bécquer, desde luego se le atribuye a él-, se ajusta a lo que estamos planteando: existe una dimensión accesible al cerebro humano, y también a sus posibilidades cognitivas, de la que muchos tipos de sueños son su más elocuente muestra, su manifestación constatable por toda persona que se ponga a la tarea. No son precisos o necesarios, en principio, más instrumentos que una elemental disciplina, y una simple libreta donde ir anotando, de manera pormenorizada, y a ser posible cada día, lo que uno va soñando. Importa saber luego relacionar cosas que se sueñan con cosas que nos ocurren en la vigilia, cuando hay vías de conexión entre ambas dimensiones, la onírica y la de la vigilia.

Pero de cuanto he leído sobre esta cuestión, la que ahora más me motiva y sugiere ideas que algún día, quizá, serían aplicables a nuestro mundo, (si no del todo sí al menos en parte), es la información que nos dejó el investigador de la cultura Senoi y las relaciones y usos que estos pueblos tenían con el sueño. Me refiero ahora al etnólogo británico Kilton Stewart, cuyas revelaciones sobre una cultura que hacía un uso del soñar encaminado a erradicar todo tipo de conflicto violento entre los miembros de sus comunidades son asombrosas. Este científico y otros que le han seguido no dudan en comparar los logros psico-sociales de los pueblos Senoi con los avances tecnológicos occidentales de las investigaciones y conocimientos científicos de los átomos. ¿Imagina ustedes una sociedad donde prácticamente no se daban guerras, ni asesinatos, ni violaciones de derecho de ningún tipo? ¿Qué clase de “magia” han sabido encontrar esos pueblos, en otros aspectos aún instalados  en la prehistoria o casi, en el uso de los sueños para resolver todo tipo de conflicto?

No hay magia alguna. Sólo que por las razones que fueren, supieron un día aplicar la racionalidad humana a esa dimensión, en apariencia irracional, al menos para muchos, -de hecho, los sueños no son en absoluto un universo de irracionalidades, sino, como mucho, un amplísimo espacio abierto a lo sur-real, como bien sabía Salvador Dalí -, y se pusieron manos a la tarea: integrar el soñar en las tareas del día a día de la vigilia. En cierto modo es como si de un proceso que ocurre en nuestra fisiología y además atañe a nuestra percepción del mundo, hicieran algo más que dejarlo en simple proceso psico-biológico: le dan un papel o una función altamente socializadora, y se sirven de los sueños para lograr una mayor cohesión de los miembros de su comunidad entre sí, armonizándose. ¿Son “salvajes” los Senoi? Hmm.

Guiados por “hombres sabios” de sus tribus, los Senoi han logrado usar el soñar y los sueños como auténtica palanca de socialización integral y pacífica en sus comunidades tribales. ¿Podemos considerarlos, después de comprobados estos datos ,como “hombres primitivos”? Tengo muchas dudas al respecto, y más aún desde que supe de los trabajos de K. Stewart.

Lo dudo mucho. Y ahora, a continuación, ofrezco a los lectores la información pertinente de cómo suelo anotar y llevar este tema de los sueños, cosa que hago desde mis tiempos como profesor de instituto, pues llegado un momento consideré oportuno dar a mis alumnos una determinada información sobre la utilización de los sueños, de manera personal y deliberada, para cosas como eliminar hábitos nocivos (fumar, por ejemplo) o incrementar la memoria y rendir más en sus actividades académicas e incluso lúdicas. Me consta que muchas de aquellas “clases” no cayeron en saco roto.

Por cierto, no refería experiencias personales del tipo que ahora sí aparecen aquí. Y cuando alguna vez intenté comprobar sus avances, los de los alumnos y alumnas, comprobé la enorme capacidad que solían tener para aprender cosas nuevas, y cómo algun@s de ell@s me superaban, y no poco, en el manejo de sueños.

Notas.- Sueños del 15 al 16 de septiembre, 2008 (¿chamánicos?)

1) Estoy con X. Ante nosotros, un grupo de personas, de entre 40 y 70 años, nos miran. Casi todos son varones, y visten ropa de tipo rupestre, como de antiguos pintores de cavernas. “¡Son chamanes!”, me oigo pensar en el sueño, y sé que X está de acuerdo. Yo llevo una larga vara de hierro, recta, de unos dos metros y medio, que en la punta tiene un pequeño foco de luz. Sin que ellos me lo pidan, les hago entrega de esta vara metálica de luz, de hierro como he dicho, y de color negro. La toma el que parece ser el jefe de todos ellos, y nos invita a una especie de fiesta entre ellos. Despierto de ese sueño.

En otro sueño, separado del anterior por un tiempo que no podría precisar, pero que me daba la impresión borrosa de ser una especie de continuación del antes narrado en forma muy resumida, yo repartía entre unos hombres de mi edad más o menos, todos adultos de unos 55 a 60 años pero representando ser más jóvenes, una especie de pasta marrón para fumar, “es como hashish”, pensé yo en el sueño. Y al pensar esto, uno de los que se disponían a llenar su cazoleta para fumar, me miró, sonrió, y asintió levemente con la cabeza. A esas alturas de mi sueño yo sabía que estaba entre chamanes, y que se disponían a decirme algo, o a iniciarme en algún tipo de enseñanza. Recuerdo que al empezar el reparto de la sustancia, (que uno de ellos había traído y me la entregó para que hiciera yo el reparto), me disponía a darle a uno de ellos una cantidad, que sería como del tamaño de una uña del dedo gordo de una mano adulta, me dijo que eso era mucha cantidad para una vez, y yo la reduje. Y el resto del reparto ya lo hice de acuerdo con lo que era lo correcto, según se me había hecho saber. Yo no fumé nada, ni tenía en mi mano cazoleta para ello, ni pipa de fumar, ni arguile o cosa semejante. Ellos, sí. Todos comenzaron a fumar en silencio, de forma muy pausada, y sólo recuerdo que se instalaba entre nosotros una especie de paz, armonía o acuerdo de sentires que reconfortaba. ¿Era esta la fiesta a la que se me invitaba en el sueño anterior? La pregunta vino a mi mente en un instante, y al punto desperté. Ambos sueños (esa sensación tenía yo) habían sido con chamanes.

Nota.- Lo más curioso de todo es que esta mañana misma, luego de recordar los sueños, me ha venido la impresión de que en noches venideras volveré a soñar con esas personas, y algo se me hará saber. Ignoro qué pueda ser, pero de momento una cosa sí se ha instalado con más fuerza de la que antes tenía en mi mente: es preciso ser austero en casi todas las actividades que emprendamos. Austeridad más de espíritu, que no estrictamente material.

Y más : debo aclarar que aunque en mi estancia en Casablanca, Marruecos, (como profesor de Literatura Española  y Lengua Castellana, en comisión de servicios durante cuatro años), probé dicha sustancia en varias ocasiones, no soy adicto ni al tabaco siquiera, que hará ya más de diez o doce años dejé de fumar, sin aparente esfuerzo. Tampoco soy (¡ya, ahora!) bebedor, salvo en ocasiones de alguna fiesta o celebración importante.

Y me pregunto : ¿por qué era yo, en el sueño, quien hacía el reparto de la sustancia entre aquellos chamanes? ¿Tal vez estaba en esos momentos a su servicio? No lo sé. Volveremos sobre estas cosas cuando la ocasión lo demande. Por ejemplo, cuando nos ocupemos de un estudio sobre pinturas de esquizofrénicos, y también de las capacidades terapéuticas de la pintura y la escritura, cosa que muy bien saben los psiquiatras, – por no hablar de sus pacientes. Gracias.

3 respuestas a «El Viaje Onírico. Experiencias.»

  1. Dedico este texto al Dr. don Ernesto Linares Castro, compañero de banca y cursos durante años en el Colegio de Los Agustinos de esta ciudad de Málaga.

  2. Algo debo aclarar : en los sueños, no se tiene siempre la misma edad que en la vigilia. Mi edad, ya de «avanzada juventud», no es en absoluto de 55 a 60 años. He tenido en sueños, y aún todavía me ocurre, desde pocos años, entre 8 ó 9, hasta edades que espero alcanzar algún día : la vida, con tropezones y todo, es hermosa. Y merece la pena que se viva, creo.
    Gracias, y disculpen que sea tan prolijo en mis textos y explicaciones: deformación profesional, pudiera ser.

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