Veamos esta cita :
“… el individuo está hoy inmerso en un crono-topo en el que ha triunfado el devenir, en el que ha sido casi totalmente diluido el espacio y en el que se ha entronizado “la insoportable levedad del ser” (Milan Kundera). No debe sorprendernos si se tiene en cuenta que el mundo que todos habitamos en la actualidad se ha convertido en un espacio liviano, flotante, fluido, sobre el que las sociedades, las culturas y los individuos flotan desarraigados, frágiles y -como los átomos- azarosamente en un universo inconmensurable. Es curioso que Lucrecio ya intuyera todo esto cuando escribió -en De la Naturaleza de las cosas, siglo I a. C.- que el comportamiento de los átomos, sus movimientos imprevisibles, los situaban en un tiempo y un espacio inciertos –incerto tempore incertisque locis– que son los que, según él, sustentan la libre voluntad de nuestros actos.”
Este cita, tomada de la página 16 a 17 de la obra de “Espacios y tiempos inciertos de la cultura”, de Juan A. Roche Cárcel (y otros), es singularmente significativa. Nos lanza a la necesidad de una constante re-visión de los presupuestos conceptuales sobre los que asentamos ideas, visión del mundo, e incluso bases éticas y morales para movernos en la vida cotidiana misma : pregúntese el lector, si es persona con más de 40 años, cuántos imaginaban “normal” cosas como el cambio de sexo, se pone por caso, que no sólo implica la tecnología y los avances de la medicina y la cirugía, sino también una cierta apertura socio-ideológica y cultural.
Conviene situar esto que vamos escribiendo ahora en una más adecuado contexto, y para ello visitemos este otro texto, al que se accede por el “puente” o link que se ofrece ahora:
Comunidades – La Voz al Vuelo – La Ciudad como Laberinto
En la imagen que el lector ve a la derecha y arriba de este texto, que es el planeta Tierra sobre África visto desde el espacio, una esfera azul de singular belleza parece flotar a solas en un vacío negro, y sin embargo…, ¡cuánto dolor y cuánta vida germina y nace y muere y se mueve en esta en aparente diminuta esfera! Tratemos de imaginar, desde la visión ideal misma de esta imagen, la mirada de un actual indígena del Níger, o de Costa de Marfil, o del Congo, desde su aldea natal y desde su choza de ramas casi integrada con la naturaleza misma vegetal que le circunda… ¿No es fascinante todo, no resulta fugaz y hasta onírico cuanto vemos y pensamos? Acaso los seres no seamos otra cosa que unos eternos ríos que nos soñamos infinitamente en mil maneras y en miles de lenguas y modos y percepciones miles. ¿Quién sabe?
Si otro clásico, éste ya no latino como Lucrecio sino griego, siglos antes, escribía aquella metáfora famosa del río, (que luego retomara don Antonio Machado, igual que Jorge Manrique, para regalarnos versos que circulan en nuestra Literatura), nosotros ahora acudimos a la bella imagen del río y el devenir sin pausa para idear desde esas palabras lo que constantemente vivenciamos. Pensaba ahora en Heráclito, ese filósofo impar anterior a Sócrates. Se me disculpe esta aglomeración de nombres : volveremos sobre ellos y nos situaremos, una vez más, en algún simulado laberinto. Antes de salir de esta entrada debo aclarar esto: la palabra “crono-topo”, que hemos puesto en cursiva en la cita inicial, está en letra normal en su texto originario. La destacamos porque creíamos preciso aclarar que “crono” es “tiempo” y “topo” es “lugar”. Seguiremos flotando en balsas de palabras, ay, grácil lector in fabula.
Bonito artículo, señor Laza. Los seres, sin duda, son ríos, pero sobre todo, son agua.
Un saludo, y muchas gracias.
Las gracias a usted, señor Holden, que los lee. Eso, de veras, anima.