¿Infierno o Infiernos?

5 Oct

Bronce ibero con escritura arcaica

Uno.-

Es curioso: algunos de los problemas de interpretación que encuentran los físicos de partículas (vid. «La poesía del universo», de Robert Ossermann, en Crítica-Drakontos) son similares a los que se pueden ver entre los estudiosos que tratan de interpretar el Arte Rupestre (vid. J. Clottes y David Lewis-Williams, «Los chamanes de la prehistoria»). Y, a su vez, son “cosas” con las que nos topamos alguna vez leyendo libros como los de Carlos Castaneda, donde una y otra vez encontramos la afirmación de que algo, es a la vez, lo que vemos que es y lo contrario de lo que vemos que es.

Para dejar este punto más en claro : la dualidad onda/partícula, que tan atareados tuvo y creo que aún tiene a los que enfrentan teóricamente las cuestiones de física cuántica, desde la segunda década del siglo XX, -por lo menos-, y hasta las últimas actualizaciones de la divulgación científica, es algo que se suele presentar en muy diversos ámbitos. Vemos cosas que a la vez son y no son lo que creemos, por muy extraño que esto parezca. Y todo resulta más enigmático cuando constatamos que esta situación, mutatis mutandis, se viene dando…, ¡desde los mismos pre-socráticos griegos, con figuras como Anaxágoras, o Heráclito, Parménides o Protágoras!

Me pregunto si la dificultad estará en la temática, en las preguntas que nos hacemos sobre las respectivas temáticas, o más bien en la “actual estructura”, aprehensiva o comprensiva, de nuestra propia mente. Subrayo lo de “actual estructura” porque intuyo que nuestra mente tendrá que cambiar, si queremos sobrevivir a los cambios que se dan en nuestro más inmediato entorno.

Debe haber una respuesta medianamente fiable a esta cuestión y lo que cuenta ahora es buscar el camino correcto para llegar, si no a la respuesta, sí a la formulación correcta de las preguntas que nos den un día la (o las) respuesta(s).

Y dos.-

«El agua es nuestro elemento primordial. Un elemento que estuvo presente en los orígenes y aún guarda numerosos secretos de aquellos tiempos. De entre ellos, Joaquín Tintoré, doctor en Oceanografía e investigador del CSIC, ha estudiado algunos que apuntan a que el planeta Tierra es un sistema «inteligente», al menos » un sistema  extremadamente complejo en el que inter-actúa todo tipo de fenómenos  de escalas muy diversas, y, en ese sentido, sí podemos pensar en una » inteligencia».

Pág. 63 de «Por qué somos como somos», Eduardo Punset, Biblioteca

Redes, edición de Santillana Ediciones Generales, 2009.

Me limito aquí a marcar estos dos brevísimos apuntes sobre temas que nunca dejarán de ser apasionantes : “el puesto del hombre en el Cosmos” es, en definitiva, lo que se juega en este tipo de indagaciones, entre otras varias cosas de singular calibre. Meditemos sobre todo ello, si hallamos espacio y tiempo justos para la meditación.

He entrecomillado lo de “el puesto del hombre…” porque ese era el título de un ensayo de Max Scheler ( : “El puesto del hombre en el Cosmos”, Editorial Losada, Buenos Aires, 1938). Fue una obra de divulgación con notable impacto en la intelectualidad y los lectores cultos del pasado siglo XX, como podemos atestiguar con sólo ver las sucesivas reediciones del libro. Y nos dejamos para otra ocasión las cuestiones en torno a la “hipótesis Gaia”.

Pero…, tres.-

Volvamos a Protágoras. Si “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de las que no son en tanto que no siendo”, ¿entonces hay infiernos cuando Dante escribe la Divina Comedia, o cuando toda o casi toda la Edad Media da de sí seres humanos, hombres, que predican su existencia, y deja de haber infiernos cuando se descree de ellos, pongamos por caso que durante gran parte del siglo XX, por no irnos más lejos? Para los poetas, los hay y no los hay, como no puede ser de otro modo. La poesía es como la mecánica cuántica, algo que es y no es, algo a la vez sí y no, algo sublime y al mismo tiempo eludible.

Recordemos aquello que en un poema refería Blas de Otero, cuando repara en una conversación entre dos mujeres ya entradas en edad, en el andén de una estación de ferrocarril, y una le dice a la otra : “Sí, sí. Pero el cielo y el infierno “está” aquí”. Y comenta Blas de Otero: “Y lo clavó con la n que faltaba”. Y aclaro ahora: al decir una de las mujeres “está aquí”, y no “están aquí”, ha eliminado sutilmente al cielo y sólo se afirma estancia del infierno, donc…

La afirmación de Protágoras se sigue discutiendo. Ello nos lleva a considerar la cuestión, aun cuando muy de paso, con lupa: si el César opina, su palabra es ley; si el César calla, todos o casi todos podrían opinar. ¿Recuerdan aquello que nos contaba don Antonio Machado de “La verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero”, a lo que Agamenón afirmaba rotundamente pero el porquero ponía sus dudas, lo recuerdan? Pues eso es lo que se dilucida aquí.

En el fondo, el eterno problema del ser humano en el seno de la sociedad, en todas sus versiones hasta ahora ensayadas, es el mismo en su esencia: somos muy dados a nunca ponernos en el lugar del o de los otros, y sobre eso, a creer que la razón está de nuestra parte. Tal modo de prepotencia, ¿no es acaso, al cabo, un modo muy sutil de infiernos, e infiernos cuasi dantescos? Porque antes o después, nos topamos con hombres más “metidos en su verdad” que uno mismo, y llegados ahí, patinan ciertas neuronas…

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