Si defino “Arte” como «una profunda vibración del espíritu», no habré dicho nada mientras no defina, explique o aclare suficientemente qué se entiende aquí por «vibración» y en qué sentido usamos el término «espíritu».
Muchas definiciones prosperan y tienen éxito por su ambigüedad, y al mismo tiempo crean ese modo de «caoticidad crítica, interpretativa», de quienes luego han de venir a explicar por su cuenta la inicial definición, dejada en el altozano de lo que carece de los límites más convenientes. La historia de las ideas abunda en casos similares. Imaginen ustedes ahora que afirme algo así como “El arte nace del espíritu y del arte pueden nacer o generarse fantasmas”. Podría incluso empezar a idear afirmaciones como esa, y luego pasar a la osadía de publicar un libro, no muy extenso, que llevara por título el término “aforismos”…, ¿acabaríamos viendo tesis doctorales en torno a “los fantasmas del arte”?
Pero tomemos como válida aquella definición inicial y pasemos a los términos. Demos por entendido qué queremos decir con «Arte». Ahora, veamos qué se puede entender por «profunda vibración del espíritu». No podemos dar ya por consabido qué cosa sea «espíritu». Es un término que se ha usado en muchos sentidos, contextos, épocas, y en cada uno de esos ámbitos ha tenido a veces interpretaciones muy dispares. ¡Incluso hay quienes niegan realidad al espíritu y lo conciben poco menos que como una especie de «fantasma»!
Nos alejaremos de momento de toda posible confusión acudiendo al DRAE y tomando, para centrarnos, la acepción cuarta que da del término: “principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo”. También se podría tomar algo de la acepción sexta: “ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo”.
Pero me frena un tanto lo de “esencia o sustancia” de algo, pues creo que la sustancia del cuerpo es el cuerpo mismo y la esencia del espíritu es el espíritu mismo, y no acabo de ser capaz de separarlos, al cuerpo con sus potencialidades, del espíritu con sus “calidades” y cualidades.
Cuando hablo ahora de espíritu me estoy refiriendo a aquellas series de cualidades del intelecto humano y de su alma vital, (“animus” y “anima”, aquí y ahora, juntos, pues), en las que participa de una manera tal su íntimo sentir, (: para entendimiento de muchos, diríamos que es «su corazón», en tanto motor de sentires), o su «corazonado hacer», que logran implicar de un modo muy intenso y vivo la casi totalidad de su ser.
Se diría que la mente se hace una con la consciencia, la conciencia, y el sentir corporal, y que de ese “totum” bien unido, brota lo que llamamos ahora «espíritu».
Si decimos de una persona que «tiene espíritu de lucha» estamos usando la palabra «espíritu» de modo muy diferente a como se usa en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es… etc.» En los mismos Evangelios se pone en boca de Jesús el Cristo la palabra “espíritu” en sentidos diversos. Pensemos en el ejemplo recién puesto del Sermón de la Montaña, y en las palabra esas finales de “...en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y si decimos que surgió entre unos políticos y sus aliados el «espíritu» de la discordia estamos usando la palabra con otro valor significativo. Espíritu puede ser casi equivalente a «afán» cuando se habla del «espíritu aventurero» o el espíritu comercial.
Y si decimos que una persona tiene una grandeza de espíritu que es rara de encontrar, estamos marcando en ella una serie de cualidades de sumo valor que no es preciso ahora enumerar.
La «Filosofía en los días críticos» de Chantal Maillard ( «Diarios» 1996 – 1998 ) es un libro de múltiples valencias. Es proyecto y es repaso del tiempo pasado, balance. Es filosofía y es confesión un tanto a la manera de Agustín de Hipona, salvadas las distancias.
Es creación y es crítica. Distribuido el contenido de los Diarios en párrafos o fragmentos (que van numerados desde el 1 al 383), con un Prefacio y un Epílogo, incluye la autora unos Itinerarios ( : donde se marcan posibles hilos conductores de lectura), es toda una aventura interior seguir el rastro de un pensamiento vivo hecho, a veces, carne lacerada, y a veces gozo semi-escondido : en un repentino hallazgo.
Pero la máxima validez de esos escritos, desde mi actual perspectiva, está en la lucidez y en la desnuda veracidad con que se le habla al lector, desde el propio «hablar-se a sí misma», que pone en práctica Chantal.
Notas.-
«Honda vibración del espíritu».-
En sus respectivas etimologías las palabras «espíritu» y «vibración» nos remiten, así a las primeras de cambio, a algo que es «soplo, hálito,» con cierta «inmaterialidad”, en cuanto a “espíritu”. El espíritu está asociado al aire, y también a la inspiración en sus sentidos tanto de “respirar” como de “recibir un a iluminación repentina”, mientras que la vibración se asocia a la tierra, en tanto cosa tangible.
Y «vibración» nos remite más bien a algo físico, material. Resolver esa aparente contradicción es tarea previa a la definición que proponemos de qué sea el arte. Sin olvidarnos de esto: a veces, las contradicciones sólo lo son en apariencia; funcionan como “fantasmas de la mente”, que quiere ver todo a la vez en una sola cosa, lo que sólo es posible, y eso muy rara vez, en algunos tipos de sueños, que llamaríamos ahora “nouménicos” o numinosos
Salvar las distancias.-
Ante todo, las distancias que debemos salvar entre los diferentes autores, (pongo por caso: «Las Confesiones», de San Agustín; “Aforismos», de Nietzsche; «Diarios, 1996-1998», de Chantal Maillard), no son tanto las de época, cultura, ideologías o creencias, estilos, etc., – que también-, cuanto las que marca el «Fuego Interior» que mueve la obra, el hacer que es un decir-se/ escribir /des-cribir-se en sus respectivas obras.
Eso, antes que nada, y porque es algo que pertenece a lo «elemental humanado» en todo ser pensante y dándose consciente y libremente, (¿tan…, libremente?), en lo que escriben, eso es lo más determinante, lo que más los puede acercar o separar, asimilar o repeler.
Esas son las primeras “distancias” que debemos tratar de “salvar”. Y aclaro lo de “¿tan…, libremente?” : porque sabemos que en no pocas ocasiones las obras que se escriben, o donde uno se escribe (¡e inscribe!), nacen, surgen, se hacen desde una interior urgencia que se torna inapelable.
¿Casos en contra? Un libro que se podía haber citado junto con “Las Confesiones” de San Agustín, y que vendría muy a cuento: la “Vida” ( o “Libro de su Vida”) de Santa Teresa de Jesús, obra que según ella misma asegura y afirma sin lugar a dudas fue obligada a poner por escrito, obedeciendo con ello órdenes de su propio confesor espiritual. Conste: nada o nadie (salvo esa urgencia interior) fuerza al Obispo de Hipona a escribir sus “Confesiones”.
Un texto de “Filosofía en los días críticos”
Fragmento 57.-
“Son extraños los días y las horas si transcurren en un mismo lugar. No transcurren en realidad, ni siquiera existen. Si yo me aquieto y me hago cosa entre las cosas, adoptando esa manera que tienen ellas de mirar dentro de sí mismas, nunca hacia afuera, me doy cuenta de que algo se ensancha, de que los límites son tan sólo un cambio de intensidad, una burla o una condescendencia de las cosas para con esos seres inquietos que miran fuera de sí mismos. Las cosas, en su pluralidad, son una sola, una extensión, una cordillera, una aventura, el viaje y el lomo del dragón. Si Hainuwele hubiese nacido en la ciudad, habría conocido el ser de los objetos como conoce a los animales del bosque.”
(Págs. 43 y 44, op. cit.)
La propia Chantal incluye este fragmento en dos de los posibles “itinerarios de lectura” que marca en el Epílogo de su “Filosofía en los días críticos”, el que llama P ( que son los fragmentos “próximos a la contemplación poética”, con sus propias palabras) y el que llama FC, o de “línea de reflexiones”.
Poco antes, en la página 250 de sus “Cuadernos”, ha dejado dicho :
“… entiendo la escritura como una necesidad que se genera para darle cauce a una energía que debiera cumplirse en el gozo extremo y se queda en extremado anhelo. En ese sentido, y debido a la inminencia, siempre, de un final que nos vigila, cada día de una vida es un día crítico.”
En una posterior entrega o entrada en este blog, daremos cuenta de algunas cosas más que, sin embargo, dejaremos en parte ahora anticipadas : las conexiones de algunos de estos fragmentos de esa obra introspectiva de Chantal Maillard con otras obras, ( : así, el fragmento 57, ahí arriba citado, podría remitirnos, en parte, al poema “Cuarto” de Juan Ramón Jiménez : “¡Qué quietas están las cosas y qué bien se está con ellas…!”), y también con otras modalidades de pensamiento, como las observaciones que hace acerca de “la conciencia del yo” y la ausencia de un observador… : ¿Acaso no nos remite al mundo de las partículas cuánticas, que según sean o no observadas, modifican sus comportamientos? Y veremos más textos, por supuesto. Y diremos qué queremos decir aquí con lo de Fantasmas, anticipando también ahora que uso el término en su más estricta acepción etimológica, tomada de su cuna griega : phántasma – phantasmatos.
Me resta dar un dato: la edición que manejo del libro de Ch. M. es la de Pre- Textos, reimpresión, acabada el 22 de abril del 2010.