¿Un Arquetipo-4?

29 Jun

Retrato de los meidosems

Hace ya algún tiempo, en una entrada anterior, vimos un texto del “De Lingua Latina” de M. T. Varrón acerca de cierta cuádruple categoría de las cosas que el filólogo latino veía asociadas lo que podríamos llamar sus “correspondencias en el lenguaje”. Decía el latino, luego de razonarlo, esto:

“En resumen, el espacio y cuerpo, el tiempo y la acción son la cuadriga de los principios fundamentales.

Por tanto, dado que cuatro son las categorías básicas de las cosas, otras tantas lo son las de las palabras.”

No nos engañe ahora el paso del singular al plural: para Varrón estaba claro que esas cuatro categorías constituyen unidad : de ahí su metáfora de la cuadriga. En aquella ocasión razonábamos, si mal no recuerdo, el modo como un físico de la primera mitad del pasado siglo XX, Erwin Schrödinger, (que fue Premio Nobel en 1933), conocía el pensamiento clásico de latinos y griegos, sobre todo estos últimos, y acudía a los “viejos” textos de hace más de 20, y hasta de 25 siglos en algunos casos, para hallar en ellos fundamentos válidos que conectaran la Ciencia del hombre de su tiempo, (en la práctica somos nosotros), con el lúcido pensamiento de los clásicos, que a veces parecen eternos.

En el texto de hoy volvemos al “De Lingua Latina” pero para poner esa “cuadriga de los principios fundamentales” de Varrón junto a un texto de Steven Pinker, que tomamos de la página 311 de su obra “El Mundo de las palabras. Una introducción a la naturaleza humana.” Merece la pena, creo.

Dice así al final casi del capítulo 4, “Surcar el viento”, de su obra ahí arriba citada:

“No hay duda alguna de que Kant estaba en lo cierto cuando decía que nuestras mentes “surcan el aire” con los conceptos de sustancia, espacio, tiempo y causalidad. Son el sustrato de nuestra experiencia consciente. Son el contenido semántico de los principales elementos de la sintaxis: sustantivo, preposición, tiempo verbal, verbo. Nos dan el vocabulario, verbal y mental, con el que razonamos sobre el mundo físico y social. Son artilugios del cerebro, más que lecturas de la realidad, de ahí que, cuando los empujamos hacia las fronteras de la ciencia, la filosofía y el derecho, nos planteen una serie de paradojas. Y, como veremos en el capítulo siguiente, son una fuente de metáforas con las que abarcamos muchos otros ámbitos de la vida.”

Más adelante queda clara en qué consiste la queja implícita, -a veces, tan explícita también-, de Steven Pinker : Esos conceptos, cuando son analizados a través de la ventana del lenguaje, resultan ser “digitales cuando el mundo es analógico, austeros y esquemáticos cuando el mundo es rico y de múltiples texturas, incluso vagos cuando buscamos la precisión…” El autor de “El Mundo de las Palabras” va desgranando sus visiones de la naturaleza humana, y cuando llegamos a la página 567 de su libro, ya en el capítulo titulado “Escapar de la Caverna”, nos dice:

“El lenguaje pone al descubierto las paredes de nuestra caverna, pero también nos muestra cómo aventurarnos a salir de ella, al menos en parte.” /…/ “La primera salida está en la metáfora conceptual. Los seres humanos toman sus conceptos de espacio, tiempo, causalidad y sustancia, se deshacen de los plomizos contenidos físicos para los que fueron diseñados, y aplican el armazón residual a cuestiones de mayor frescura.” /…/ “Las metáforas no son sólo ejercicios literarios, sino que pueden captar las profundas equivalencias de las redes causales, y las personas no las usan sólo para hablar, sino para razonar.”

De momento, no entramos más a fondo en esta obra en cuestión. Ahora, nos basta lo ya visto para poder desde esa simple atalaya tratar de lanzar una rápida ojeada a otras cosas, que son tras las que andamos hoy: los espacios míticos, los mundos-otros, la posibilidad ( o el error, quién sabe) del arquetipo como moldeador de nuestra psique en lo más profundo.

En un texto anterior a este hablábamos de “las cosas-4”. No nos paramos a recordar aquellas nanas de las “cuatro esquinitas tiene mi cama…”, ni tampoco el “juego de las cuatro esquinas”, diseñado al parecer para niños de entre 5 ó 6 años, (¿añadimos que “en aquellos entonces”, dado lo mucho que han cambiado las cosas hoy en día?), ni otras muchas cosas-cuatro que podríamos traer a la memoria. Tampoco buscamos en modo alguno la trascendencia implícita, posiblemente, no ya en ese número, sino en la noción misma de número.

Ni tan siquiera acudiremos a ese limón (que podría dar su jugo y su juego) que es el hecho de que el 4º chakra sea, precisamente, el del corazón, llamado Anahata, y además, sea el que se sitúa en el centro de los siete básicos: tiene los tres más elementales hacia abajo, hacia el 1º, llamado Muladhara en la base de la columna, y otros tres hacia arriba, hacia el 7º (o chakra Coronario, llamado Sahashara), el de la máxima realización, al decir de los que de esas cosas entienden.

Esos “espacios míticos” a que ahora nos vamos a acercar como muy de puntillas serán los que nos van a permitir entrar un poco más a fondo en obras de pura imaginería mental y poética, dolorosamente poética, -pues en una alta medida, gran parte de la poesía nace de una alquimia del dolor que el creador o la creadora de los poemas alcanza a través del lenguaje-, y ya en ellos ver de cómo ubicar, o dónde situar en nuestros a veces tan varados esquemas mentales obras donde los autores no han hecho nada más (¡y nada menos!) que inventar mundos nuevos, crear espacios antes nunca existentes, dotar en suma de realidad a toda una serie de seres que no por parecer sólo imaginados carecen de su propia realidad.

El lector entenderá que llegados aquí dejemos estar el tema. En días sucesivos, con una frecuencia más intensa que la que esta pasada semana nos tenía atrapados, pasaremos por obras como las de Henri Michaux y otros grandes poetas del dolor y la esperanza. Que no por ser a veces poco conocido del llamado “gran público”, se es menos grande : ante la magnitud de la obra dada a los demás, entregada como vivo testigo de un creador único y solitario a toda la ( a veces, ¡tan desesperante!) humanidad. Y quien dice H. M. y su “Retratos de los meidosems”, o su “Las Grandes Pruebas del Espíritu y las innumerables pequeñas”, también podrá decir de “Hainuwele”, de Chantal Maillard.

2 respuestas a «¿Un Arquetipo-4?»

  1. Dices que en gran medida el dolor es fuente de inspiración del poeta. ¿ Es acaso el amor la otra cara de la misma moneda?
    Saludos

    • Como sabes, los grandes temas de amor en la literatura suelen estar asociados a tragedias, desde la propia Historia de Melibea, en «La Celestina», que acaba en muerte y suicidio, hasta Garcilaso de la Vega y su amor imposible por una dama de la Corte del Emperador Carlos V, que estaba casada. Y llega hasta la actualidad de manera casi ininterrumpida. En el cine, en el mito, en la literatura del mundo no mítico… Ignoro la razón de esto. Dante debió conocerla, pues es su Beatriz quien le acompaña en El Paraíso, ya en la parte última de La Divina Comedia, cuando tiene que dejar el poeta italiano a su guía latino, que al no ser cristiano no podía acceder al Cielo… No creo que sea el amor la otra cara de la misma moneda, pero sí que es un tipo de sentimiento que entra en conflicto, en nuestro mundo, con una gran cantidad de cosas. Quizá por su misma naturaleza. En una entrada venidera, donde se abordará una obra poética amorosa, me ocupo del tema, y espero que los lectores aporten sus ideas. Un saludo, y gracias por leer el post.

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