Sobre Tiempo y Palabras

9 May


Pintura rupestre australiana

1– Dice Varrón en la pág. 141 de su «De Lingua Latina» : «Vamos a hablar de los tiempos antes que de las acciones que en ellos se realizan, pero de tal manera que previamente abordemos la naturaleza de aquellos : precisamente ésta fue la que dictó al hombre la pauta para acuñar las palabras.»

Nota.- Hemos puesto en cursiva el demostrativo “ésta”, y lo hemos hecho porque se refiere a la naturaleza de los tiempos verbales, lo que necesariamente implica al tiempo no verbal, quiero decir, a nuestra intuición del Tiempo. Y lo define de una manera un tanto “geométrica”: partes de un algo que se extiende sin fin. La noción del tiempo como algo que se estira es muy antigua, antiquísima en la percepción humana, como muestran  algunas de las palabras que lo definen al tiempo. Y que no acaban de aclararlo como noción que el ser humano tiene de esa dimensión, tan clave y escurridiza.

De momento nos quedaremos con esta idea: es la naturaleza del tiempo y de los tiempos, -ahora, verbales-, lo que le dicta al hombre la pauta para acuñar palabras. Y lo antes dicho: los tiempos verbales son inseparables, por su propio peso, de la “noción Tiempo”. La expresión “acuñar palabras” tuvo éxito. Y logró que las palabras se asociaran a las monedas, que también se usan para intercambiar cosas, y también se desgastan con el tiempo.

2.- No tiene desperdicio lo que dice el filólogo latino clásico. Insistamos en que se refiere a los tiempos verbales pero no deja de lado al Tiempo (como medida), ese que nos lleva de un día a otro y de uno a otro año, y que podríamos llamar “tiempo absoluto”. Y centremos nuestra atención en los ejemplos que pone y en ese fijarse en lo que llama «pauta para acuñar las palabras.» Y antes de seguir : no puede dejar de lado al “Tiempo” por la noción misma que la palabra “tempus” transmite en el latín que era la lengua materna, (o “lengua patria”, es igual), del propio M. Terencio Varrón. ¿Cómo iba a dejarlo de lado, si tempus es templum? Al fin y al cabo, como todos, es hombre de su época, aunque en algunas cosas parezca por encima de su tiempo y nos siga aún hoy sorprendiendo. (También el hombre actual tiene en el Tiempo una gran incógnita y un reto que nunca cesa). El “Templum” en su inicio era el lugar desde donde los sacerdotes que auscultaban los cielos trataban de “ver antes” cosas que iban a tener lugar en el tiempo (Tempus-oris), como ya se dijo en texto anterior y conviene ahora no olvidar.

3.- En términos generales Varrón va más directo a su objetivo, que no es nada más y nada menos que desentrañar el sentido de las palabras, y se despreocupa de las posibles críticas que sus teorías y explicaciones puedan suscitar. En eso, se muestra como muy seguro de lo que lleva a cabo y sólo se preocupa de la validez de aquellos a quienes toma como sus fuentes eruditas.

Pero esto es ya cuestión posterior, algo que ahora no se aborda. Sí señalaremos que con ello el gran lingüista latino mostraba una notable seguridad sobre lo que escribía. De hecho, la autoridad de Varrón sobre temas del lenguaje y de su lengua, el latín, sus antigüedades, la cultura de su tiempo, persiste incluso hoy día como algo vivo.

4.- Las cosas que dicen ambos sobre el tiempo, así como los “asaltos” con que Agustín García Calvo asedia ese evanescente y a la vez ominoso “imperio” que es el tiempo nuestro de cada día, puestas unas frente a las otras acaban dándonos una visión que necesariamente nos convierte en “seres reflexivos” : nos damos cuenta de que a la vez que nosotros hacemos cosas “en las líneas paralelas de los tiempos”, el gran brujo ese, el Tiempo, hace cosas infinitas en nosotros. Como los verbos los hombres, pasivos activos y reflexivos, repetimos en forma de actos-espejos desde la mente presa en las palabras, el intento de llegar desde el decir al ser. Lo real es un sueño, y el lenguaje y la carne, sus reyes y sus dueños…, aquí, al otro lado de acá del espejo.

El libro “Contra el Tiempo”, de A. García Calvo, lo editó en Editorial Lucina, sita en la Rúa de los Notarios, 8. Era el año de 1993. Ya desde la “Arenga” con que inicia sus “15 Ataques” el incomparable filólogo y poeta, latinista y filósofo, mago de la enseñanza y el ejercicio del libre pensamiento, va dejando (o lo procura) perplejos a los lectores. En el libro suyo antes citado, dice A. García Calvo cosas como éstas:

“… : el que una cosa en realidad se dé no prueba ni dice que sea posible la tal cosas.”

Y más abajo, añade:

“… duro es llegar a vislumbrar que el mundo de la realidad y el mundo de la posibilidad son dos mundos que no se tocan /…/ o, si se prefiere, que el lenguaje en que se habla de lo que ha sucedido y el lenguaje en que se habla de lo que puede suceder sólo por engañosa confusión se cree que son el mismo, pero en verdad son dos lenguajes diferentes, tanto que son mutuamente ininteligibles y no puede traducirse del uno al otro.” Y acaba esa inicial “Arenga” con estas nítidas palabras que vienen a decir que lo que hace falta no es que Fulano conozca la postura de uno (: él) sobre el tema,

“… sino que nos entendiéramos tú y yo de tal manera que ambos, ni tú ni yo, entendiéramos el tiempo.”

Y luego desarrolla sus 15 ataques,  alguno de los cuales llega a parecer un a modo de juego malabar, pero nada de eso : Estamos ante un libro hondo y original donde perder de vista qué es el lenguaje y cómo nos lo solemos tomar cada día desde que decimos “¡vaya, se me ha caído la taza de café!” o un simple “Buenos días”, es perder si no toda, parte de la razón que precisamos para no perdernos en demasía en esas dos Selvas, paralelas la una a la otra, la de la Realidad y la del Lenguaje. (¡Cuando uno más bien quisiera perderse en otras más humanadas selvas…!).

Esto, en el supuesto de que no exista un “tertium non datur” y haya más de dos Selvas, más de una Realidad, y más, muchos más, de un par de Lenguajes. Y no confundamos ahora “Lenguaje” con “lenguas o idiomas”, ya sean vivos, ya sean extinguidos. Pero esta suposición del “tertium non datur” no se va tocar aquí. Para ello tendríamos que entrarnos en la poesía, en la mística, y hasta, (haciendo un “viaje al pasado lejano”), currarnos unos auténticos Misterios de Eleusis y salir de sus ritos hechos como casi dioses que son andrajos: esa otra realidad que a veces nos asedia a nosotros mismos.

5.- Esto, pues, para otra ocasión. La  no-racionalidad, la dejamos para su justo momento y lugar. Que ahora estamos en esos “contrarios mundos” de racionalidad a la vez que, en apariencia, paradójicos. Digo “racionalidad” por no decir “parcelas acotadas” del magma sin forma del Tiempo, que la palabra latina “ratio” es, como en su origen la griega “lógos”, eso : cuento, parte, división, enumeración. Lo que viene a significar en su origen el verbo inglés to tell, “contar”, aunque luego se haya especializado más en “narrar”. Pero la idea originaria persiste en las dos acepciones.

Si imagináramos a un ser inmenso que estuviera extendido por sobre el infinito espacio como una manta, seguro que no se imaginaría el tiempo como un hilo o una línea posible de “hacerse ratio”. Lo pensaríamos plano y extenso. Pero…, ¿y si es magmático y como un engrudo? No sabemos cómo es, sólo podemos sentirlo, y como mucho, saber cómo fue un tal o cual “tiempo interior” en nosotros mismos. A veces, ni eso.

Y es sólo el mithos (mito) lo que refiere con palabras o muestra con metáforas directas y vivas imágenes lo que razón y lógos esconden: tal y como es su misión en tanto que sustento puro que son del lenguaje.

La “ratio” numera y clasifica. Clasis-is, en latín, eso es lo que significa antes que nada. Y antes que “flota o ejército de naves en formación”, como en Egos Potamos, o en Actium, y en infinidad de ocasiones de batallas marítimas. Como lógos en griego, sólo que el lógos griego no era sólo ratio, sino también verbum: es la ventaja que le sacaba el lógos de los griegos a la ratio de los latinos: que la ratio es en su base sólo “razón o cuanta de”, en tanto que el lógos es además de eso, “palabra”. La cuestión ahora: ¿Por qué entonces contraponen muchos, con tanto énfasis, Lógos a Mithos, o al revés? ¿Acaso el Mito no es un relato ( o sea, conjunto de palabras) que, parabólicamente, refiere algo, lo declara y transmite? Ho mythos deeloy oti… “El mito desvela, (o muestra, manifiesta), que…” Era la forma en que acababan muchas historietas de un viejo manual de textos griegos para que, al ir traduciéndolos, el aprendiz conociera poco a poco la lengua de la Atenas, pongamos que de los siglos VI y V, antes de la Era que marca la llegada del Cristo.

6.- La manera como Marco Terencio Varrón explica las cosas sobre las palabras y sus motivos, sus orígenes y sus nombres es muy didáctica y entretenida. Lo va razonando todo, y cuando sobre algo hay más de una opinión, las cita y no trata de hacer prevalecer sin más la propia sobre las de otros, sino que con elegancia expone sus motivos para afianzar sus ideas al respecto. Daremos algunos ejemplos entresacados de su “De Lingua Latina” y que el propio lector juzgue por sí mismo.

Pero estos ejemplos de ahora no será lo que ponga término a este texto, que lo que hayamos de decir sobre “Tiempo” y “Palabras” es cosa de mayor envergadura, conque se deja para otro día. Y también en otras ocasiones venideras volveremos a los sueños, tema donde nos queda mucha tela que cortar, y nos asomaremos a lo que los aborígenes de Australia llaman “El Tiempo de los Sueños”, y las luchas que en esos tiempos ellos saben que se produjeron. Hay aquí, lector, mundos enteros a los que nos podremos sólo asomar, y lo haremos. Y conste: ya eso, que es tan poco, será mucho. Miren esa pintura australiana que nos viene de la prehistoria, traten de ver su “realidad” y su poesía, y pensemos : ¿en qué talleres de pintura practicaban y estudiaban? Y no olvidemos aquello de “ut pictura, poesis”. Volveremos sobre todo esto.

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