Nota.- Debido a la amplitud del tema que se aborda ahora en esta entrada, a sus implicaciones con varias disciplinas, y a las necesarias citas que debemos poner a fin de orientar a todo lector, serán precisas al menos dos partes para su completa exposición.
En ese magnífico libro del maestro entre maestros que es Emilio Lledó, y que se titula “Imágenes y Palabras. Ensayos de Humanidades”, (Compendios Taurus, 1998) hay una serie de capítulos o, por mejor decir, Ensayos, que son de un interés extraordinario. A lo largo del presente texto tendremos que acudir a algunas de las cosas que dice, y ponerlas frente a otras que encontramos acá y allá, y que así contempladas las unas junto a o frente a las otras, llegan a producir algo que son como chispazos de la mente. Sin duda debe de ser cierto lo que desarrolla Howard Gardner en su libro “Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples”, (en Fondo de Cultura Económica”, 2ª reimpresión, 1999), y hay de hecho diversos tipos de inteligencias, una de las cuales es la que él llama “inteligencia lingüística”, y la ejemplifica con la poesía básicamente. Volveremos sobre este asunto, a propósito de los sueños.
Debo decir, antes de continuar, que ningún lector debe extrañarse porque en un tema como es el que ahora más de lleno nos ocupa, ( el de los sueños, el del lenguaje onírico), pongamos juntos a un humanista y filósofo, (Emilio Lledó), con Premios como el Alexander von Humboldt, de la República Federal Alemana, (en 1990), o como el Nacional de Literatura ( modalidad de Ensayo, en 1992), con otros autores como puedan ser aquellos que se dedican de manera muy profesional y yo diría que novedosa a las cuestiones del sueño, como es el caso de Luis Cencillo, cuya Fundación tanto está haciendo por extender la faceta terápica de los sueños. Este aspecto o función del soñar, el curativo o terápico, como lo llama L. Cencillo de acuerdo con una muy antigua tradición, lo tocaremos en otros textos, que no el de hoy.
En realidad lo que estos maestros nos enseñan es que: “ la lengua que ves, que oyes / no es lengua porque la escuchas, la ves / es lengua porque te es.” (E. Lledó, glosando una muy conocida estrofa de don Antonio Machado: “el ojo que ves no es / ojo porque tú le veas; / es ojo porque te ve”). Lo que ocurre cuando nos encontramos con cosas que dice el humanista del siglo XX y XXI y que parece que ya estaban dichas por filólogos o filósofos de los siglos de la Grecia Clásica, como puedan ser Platón, o Parménides, o Varrón, es algo muy simple en el fondo: el lenguaje del espíritu es uno y sólo uno en el seno de la especie humana. Y más aún : tanto las energías contenidas en los sueños como las imágenes oníricas que con el tiempo acaban desvelándose como arquetípicas (Jung), son también universales. Las diferencias que los tiempos y las culturas marcan, y también las propias lenguas con que nos expresamos, se desvanecen en algunos casos: cuando nos hallamos ante lo elemental humano, ante lo más “de fondo” de la especie. Valga lo hasta aquí dicho como puerta abierta a lo que más adelante se abordará. Ahora, volvamos a las palabras, que serán nuestros “puentes” para las imágenes y éstas, las imágenes, nuestras guías en los sueños.
Y no está de más que nos quedemos con un simple ejemplo, a fin de que al menos podamos intuir qué puede pasar si no nos salimos del mundo estricto de las palabras para pasar además al de las cosas y procesos, y si confundimos las afirmaciones antes vertidas acerca de nuestra esencial universalidad como especie con la realidad circum-stante a que la propia vida cotidiana nos somete y obliga. He aquí el ejemplo:
En su relato breve “El Tesoro de Franchard”, en la página 55, R. L. Stevenson hace que uno de sus personajes diga algo que nos recuerda tanto, y con tanta exactitud, aquella famosa frase de Ortega y Gasset ( : “yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas no me salvo yo”), que nos sentimos de pronto inclinados a afirmar que ¡Ortega ha tenido que leer esa obra de R. L. Stevenson, y sin acordarse bien de lo que leyó, lo asumió como suyo y lo razonó luego! Sería eso, – creo-, un error de primera magnitud. Y sin descartar que Ortega conociera bien a Stevenson, “des-con-textualizar” una breve serie de palabras con un sentido muy preciso en sí, y poner acá lo que es de allá, no es leer adecuadamente a ninguno de los dos autores. Y sí es, sin embargo, perder de vista eso que antes se dejó dicho: la indisoluble unidad de base de nuestra especie.
Veamos en concreto la frase que pone en boca del médico Desprez, “experto en salidas de sol”, el autor de obras tan inolvidables como “La Isla del Tesoro”, “ El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”, o “La flecha negra”, entre otras más, algunas inacabadas. Dice así : “… sentía una radiante admiración por sí mismo y por sus circunstancias, …” Y que el lector juzgue por sí mismo.
La vida de Roberto L. Stevenson empezó en Edimburgo en 1850 y llegó hasta un día 3 de diciembre de 1894, y la de don José Ortega y Gasset va desde mayo del 1883 hasta octubre de 1955, si mal no recuerdo, y su frase famosa ya aparece en “Meditaciones del Quijote”, (obra de 1914), y luego se va perfilando como exponente de su filosofía. Y anoten este curioso dato: “La Isla del Tesoro” se publicó en el mismo año en que nació Ortega y Gasset.
Cada frase en su contexto dice cosas diferentes, algo obvio para cualquier mediano conocedor de la obra de Ortega, y algo muy distinto dicho o escrito en una novela irónica y divertida, como la de R. L. Stevenson que estamos citando, “El Tesoro de Franchard”. Quizá aquí no esté de más recordar aquel inolvidable texto de J. L. Borges que se titula, -insisto: si no me falla la memoria, pues esto en su gran parte está escrito a vuela-pluma, por usar la frase ya acuñada-,”Pierre Menard, autor del Quijote”. Paradigma impar de lo que pueden variar los significados de la misma obra, de una misma parrafada, según el contexto histórico y vital, ideológico y cultural en que se le inserte. Todas estas cosas, algunas de las cuales quedan sólo planteadas como algo a hacer y no, ni tan siquiera, como cosa esbozada, serán abordadas en la próxima entrada, que necesariamente entendemos deberá hacerse en un más breve plazo de tiempo, queremos decir que en un par de días, a lo sumo tres.
Sr. Laza como siempre muy interesante e instructivo
Las cosas que me enseñaron y las que a veces puedo leer sí que son interesantes. Ellas son las instructivas, pero mucho le agradezco su comentario. Gracias, Blanca