La llamada insistente a que alguien haga algo, en el castellano clásico, se expresaba con un apremiante luego luego de carácter conversacional
El término “luego luego”, repetido, o incluso dicho una vez, equivalía a “pronto, inmediatamente”. Con el tiempo ha ido perdiendo ese carácter de cosa que no se debe dejar hasta haberla terminado, y comienza a significar más bien un “después”. No muy después, pero tampoco de manera inmediata. “Pronto, pronto” a veces se usa con ese valor.
La palabra castellana “luego” procede del término latino “locus”, y éste del griego “lokhos”, donde la /kh/ equivale a una letra llamada Jí. Cuál sea el origen etimológico de esta palabra grecolatina no lo tengo por cosa segura. Asignarlo sin más a un dudoso origen indoeuropeo sería arriesgado, habida cuenta de que en vasco tenemos bastantes términos que coinciden en su forma, (y muy posiblemente en su origen también,) con la palabra latina. Palabras eusqueras como “leku” o “lekhu”, equivalen a ese locus latino, y al francés “lieu”, al rumano “loc”, y al portugués e italiano “luogo”, entre otras lenguas. Y en todas significa más o menos lo mismo. Es posible que se trate de un resto de alguna familia de lenguas pre-indoeuropeas y por consiguiente, muy antigua. Estoy pensando en una lengua realmente prehistórica y extendida por toda o casi toda Europa, como hipótesis no descartable así porque sí.
Y aún hay más: el diminutivo del latín locus, que se decía “loculus/locellus”, además de “lugarcito” y “puerto”, significa “nicho, ataúd”. Y el castellano luci(e)llo es “sepulcro”, en tanto que en eusquera tenemos términos, entre otros, como “okelu, okolu” con el sentido de “rincón, escondite”. Y los ejemplos se podrían multiplicar sin salirnos del ámbito semántico o significativo donde se está con ese “locus/luego”. Y en cuanto al uso de “luego luego” se documenta en el Arcipreste de Hita, en Boscán, en El Quijote, como ya señalara don Ramón Menéndez Pidal.
Así que hemos llegado al nombre del gran patriarca de la historia de la Lengua Castellana durante toda la primera mitad del siglo XX y algunos años más, no está de más hacer referencia al inicio de su no hace mucho (es del 2005 la primera edición; la segunda, del 2007) publicada “Historia de la lengua española”, en dos volúmenes complementarios y muy ilustradores en múltiples sentidos. De todo lo que de ello podríamos decir, ahora sólo debemos ceñirnos al inicio del primero de los tomos del estudio, el de la Historia propiamente dicha. Atender a lo que dice sobre la existencia, – indudable se mire por donde se mire, por la pura lógica de los hechos conocidos -, de lenguas pre-indoeuropeas en todo el ámbito no ya del Mediterráneo sino de amplias zonas de la actual Europa y parte del Asia Menor. Lenguas de las que los invasores indoeuropeos dejaron escasos pero suficientes testimonios y hasta conservaron términos, la mayor de ellos en la forma de topónimos, pero como se razonará, no todos son sólo topónimos o nombres de lugares concretos. Hay otros. “Luego”, como razonaremos aún más, debió o pudo pertenecer a ellos. Ni más ni menos que una palabra como “alba”, topónimo en Alba Longa. O Locus, como se seguirá razonando.
Pidal afirma que debió sin duda existir una lengua Pan-europea, anterior a la de griegos y latinos, celtas y germanos …, etc., y cuyas raíces se pierden en la lejanía de los tiempos, cuando las palabras aún apenas si se escribían o esculpían en piedras y estelas, y sólo se transmitían de viva voz y de generación en generación. De esa lengua posiblemente anterior a los tiempos de la Historia oficial, esto es, posiblemente prehistórica, los invasores indoeuropeos apenas pudieron dejarnos datos. Como mucho, conservar nombres, vocablos, términos, y transmitirlos junto con los suyos propios. Todo esto será tema de posteriores escritos en este mismo “locus cibernéticus”. De momento sólo anticipamos, por no hacer costumbre de la extensión en demasía.
El gran filólogo clásico latino Marco Terencio Varrón, a quien se citó a propósito de ciertas aparentes coincidencias que se pueden ver entre pasajes de su “De Lingua Latina” y ese ensayo ejemplar de Erwin Schrödinger que es “La Naturaleza y los griegos”, dedica una muy sabrosa parrafada a la palabra “locus” y sus adláteres, entre los que se fija en los “loci muliebres”, que son los órganos genitales femeninos. Y ello en razón de que es ahí, en esos “loci o lugares”, donde tiene su primer espacio o ámbito la vida de todo ser humano nacido de hembra. Y como lugares es también partes, (¿de qué parte del mundo era la antigua Dacia?), es posible pensar que lo de “partes pudendas”, o “no me toques mis partes” y frases similares tengan que ver con ese “loci…” con significado de órganos genitales: la palabra griega aludía a “parto”. Y también a “emboscada”, (:¿con algo afín al vasco okulo?). También ya en su origen “locus” era la aldea de uno, y de ahí viene lo de “lugareños” en nuestro castellano más puro. En vasco “lekualdatu” es “cambiar de lugar”: estamos en el mismo barco. Y termino ya:
Esperemos que no haya que hacer con nuestros altos ejecutivos y políticos de la cosa pública y la economía lo que cuenta don Sebastián de Covarrubias en su “Tesoro de la Lengua Castellana o Española”, (de 1611), a propósito de “luego”. Dice que : “Quando los antiguos pretendían que alguno hiziesse cierta cosa sin diferirla, le hazían un círculo al rededor de donde él estava, necessitándole a que en aquel mismo lugar, sin moverse, diesse satisfación a lo que se le demandava.” (Respeto aquí el léxico clásico del XVII).
Dice ese gran maestro de nuestra filología hispánica, Menéndez Pidal:
“En los nombres de los ríos, montes y lugares efectivamente ahora la voz lejana de los pueblos que nos precedieron sobre nuestro suelo (…)porque esos nombres vienen, por densa tradición, de boca en boca, desde los labios de aquellos antepasados prehistóricos hasta nuestros oídos.” Está escrito estoen el capítulo I de su “Historia de la lengua española”, que titula “La voz lejana de los pueblos sin nombre”. Volveremos sobre ello.
Luego : Los pueblos sin nombre
25
Mar
Muy interesante la historia del lenguaje y su relacion con las civilizaciones perdidas. Tambien he leido por ahi q existe otra corriente de pensamiento q cree q el Indoeuropeo realmente no existio y q el origen comun esta en otro LUGAR.
Demasiada erudición, ¿no cree?
No creo sea demasiada erudición. De todos modos, si se entiende lo que voy razonando, quiero decir si me hago entender, que sea más o menos erudito es cosa secundaria.
Gracias por su observación
Puedes acudir a la “Historia de las Lenguas Europeas” de don Francisco Rodríguez Adrados, y allí verás cuánto hay sobre la cuestión, y qué gran fiabilidad tiene. Acude también a don Ramón Menéndez Pidal, y en su “Historia de la Lengua Española” verás cosas de asombro.
El libro de Adrados está en Editorial Gredos y es del 2008.
El libro de Pidal va por la segunda edición ( del 2007) y la publica la Fundación Menéndez Pidal, bajo la supervisión de don Diego Catalán Menéndez Pidal. Gracias.
En cuanto a lo de que el origen de común esté en otro LUGAR, (muy agudo, usando ese LOCARE >LOGAR>LUGAR, que ya viene en el “Suplemento” al Tesoro de la Lengua Castellana, de Sebastián de Covarrubias, que publicó Ediciones Polifemo en el 2001), lo explica Pidal : antes de que llegaran los invasores indoeuropeos había una gran comunidad de hablantes, posiblemente anteriores incluso al neolítico, y cuyas lenguas eran o las mismas o muy parecidas entre sí. Eso se razona en el capítulo primero de la “Historia de la Lengua Española”. Sí : hay pueblos anteriores a los pueblos ide. ¿Cómo iba a no haberlos? ¿Imaginamos Europa entera vacía de habitantes? ¿Y los restos del Peleolítico, el superior y el inferior, y el propio Neolítico? Pero lo uno no invalida lo otro. Sería como decir que porque en Al-Andalus hubo casi ocho siglos de árabes, bereberes, etc. antes de ellos no hubo visigodos. O como decir que porque hubo romanos en toda Hispania, antes no hubo iberos, vascones, astures, celtas…etc. ¿Y antes de todos estos que acabo de nombrar, estaba la Península vacía? ¿Acaso no se documentan en el Sur de esta Península unos casi 10.000 años de convivencia (posiblemente, sin mezclas de notar) de neandertales y cromañones? Pues todos ellos tenían su/sus lenguas propias.