Sacar las cosas que se dicen de sus contextos es algo que debemos rechazar siempre y en toda circunstancia
Comentaba Miguel de Unamuno en su “Vida de don Quijote y Sancho”, y luego de haber comparado de forma muy oportuna a don Quijote de la Mancha con Íñigo de Loyola, que “lo más urgente es lo de ahora y lo de aquí; en el momento que pasa y en el reducido lugar que ocupamos están nuestra eternidad y nuestra infinitud.” Eso era por los inicios del capítulo II de la obra arriba nombrada. Nosotros ahora vamos a tomar esa “urgencia de lo de ahora y lo de aquí” como punto de partida para otras reflexiones. Pero antes, este apunte: eso que se ha puesto no ha mucho de moda, lo de “el poder del ahora”, ¿creen ustedes que es cosa de hoy, o nos viene en realidad de lejos? El “maestro espiritual” Eckhart Tolle, autor del tan extendido ensayo que se titula así, “El poder del ahora”, pudiera ser que no estuviera nada más que “descubriendo un mediterráneo”. Pero esto es cosa que, sin haber leído con detenimiento su libro, e incluso los que ha escrito después de ese primero, no podemos ni debemos juzgar. A cada cual lo suyo.
El “aquí y ahora” del Unamuno de ese obra, primero publicada en 1905, (sin que ello, leemos en la edición, supusiera una búsqueda por parte del autor de sumarse a los homenajes del centenario del pasado siglo XX, cosa de la que estamos seguros), y de la que manejo la edición de Cátedra de 1988, es un “hic et hac hora” que sólo se debe calibrar y tratar de interpretar en el contexto general de la totalidad del libro. Y muy especialmente en el del capítulo II, ya citado, de donde la tomamos antes. Y luego de eso, trasladar ese sentido de la frase completa, (es decir: “…en el momento que pasa y en el reducido lugar que ocupamos están nuestra eternidad y nuestra infinitud.”), llevar su sentido al contexto, ya mucho más amplio, de la totalidad del pensamiento de don Miguel de Unamuno. No hacerlo así no es sólo desvirtuar el valor intrínseco y más veraz y rico de lo que dice el que fuera Rector de la Universidad de Salamanca, sino que supone traicionar a los principios básicos de la recta interpetación de textos escritos o discursos hablados.
Cuando una persona dice o escribe algo, interpretar sus palabras fuera de contexto, es una tropelía. Puede llegar a la infamia. Y cuando no llega a ese extremo, desde luego se queda muy cerca, aunque se haga de manera no deliberada e inconsciente. Y por supuesto falsea lo que el otro dijera o dejara escrito. Un muy justamente galardonado maestro de nuestro actual panorama intelectual lo señala a propósito de unos versos de don Jorge Manrique, y razona, con tino y gran acierto, que aquello de “…cualquiera tiempo pasado fue mejor”, es algo que de ninguna manera podemos separar de lo que le antecede: “…cómo a nuestro parecer”, etc. Esto es: lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor no es una verdad absoluta en los versos del poeta y caballero del siglo XV, sino cosa que del sentir humano,
Y ahora, pensemos: ¿está la situación española actual, en todos sus órdenes, es decir, en lo económico, en lo educativo, en lo social…etc., precisada de que se pongan todos los agentes políticos y sociales, de partidos y de sindicatos, de empresas y de universidades y foros de culturas, etc., se pongan aquí y ahora, a laborar por el bien común y a sacar al país de la situación en que se encuentra? Sí, pensemos que sí. Y que esa es ahora nuestra infinitud y nuestra eternidad. Y no caigamos en la trampa de la literalidad: no se saca de contexto lo que escribió Unamuno, pero sí se sirve uno para “atraer a un aquí y ahora” lo que puede que tengamos a la vuelta de la esquina: rectificar, tras de pensar cuanto hoy pesa sobre nosotros. Y otro día, (pronto), hablaremos de “pensar” y “pesar”, mas hoy, pensemos. Y si no se hace, y se hace pronto, “Vae, victis!”, que proclamara el galo Brenno ante los romanos.