Pedro/Pablo: El pacto

16 Oct
Sánchez/Iglesias: Los socios felices que van a cambiar a España. No es lo mismo gobernar que estar en el gobierno

 

La sumatoria política hace extraños compañeros de viaje. Ha nacido un cogobierno. Un socialdemócrata y un neocomunista cambiarán a España

Carlos Pérez Ariza

Este gobierno, nacido en el Congreso de los diputados tras moción de censura al PP, está aliado con Podemos. Pedro Sánchez ha escenificado la firma de un pacto presupuestario con Pablo Iglesias, quien ha impuesto sus directrices al Presupuesto General del Estado (PGE). Falta que pase la aprobación de las Cámaras y que el ojo avizor de la UE dé su visto bueno. Las imágenes de ambas firmas dan fe del triunfalismo del líder podemita, así como de la satisfacción del presidente parlamentario. Ahora exhibe la llave que le permitirá seguir gobernando hasta el 2020. Sorprende, aunque no a algunos, que Sánchez esté en manos de Iglesias, un político recién llegado, que ha hecho gala de su admiración por el proceso revolucionario bolivariano de Venezuela, del que fue asesor. Ya actúa como si fuera el verdadero vicepresidente del actual gobierno socialista.

Este proyecto de PGE es expansionista, pues incrementa el gasto público en pro de mantener a flote el Estado del bienestar. Todo español desea que tal bienestar no desaparezca, para tal sueño se necesita dinero. Ahí reside la cuestión. El documento PSOE/Podemos contiene cambios en el Código Penal en relación a los delitos sexuales, a las injurias al Rey/Jefe del Estado, entre otros. El fondo del acuerdo presume alejarse de unas elecciones anticipadas. Ganar tiempo es una ley política que siempre se debe cumplir. El propio Iglesias, en un alarde de sinceridad, ha declarado: “El acuerdo es un punto de inicio a una nueva etapa en la política económica española, que creo que terminará con un gobierno de coalición”, parece que tal cogobierno ha comenzado ya.

Tanto la Patronal como la UE cuestionan el pacto presupuestario. Creen que el punto principal del presupuesto español –subida del salario mínimo a 900€-, puede ser contraproducente, en un país con una tasa de paro del 15% y una mano de obra en general poca cualificada. Si bien es cierto que el empleo creado en estos últimos años es precario y con bajos sueldos. A Bruselas, que revisará el paquete esta semana, le parece unas medidas sociales, sin duda válidas, pero sin medios financieros suficientes.

Sánchez navega en aguas turbulentas. Además de superar el escollo de la UE, que no le va a permitir un endeudamiento superior al que ya le han indicado (unos 5.000 millones/€), tiene por delante al Congreso sin una mayoría clara que le apoye. PSOE, Podemos, Compromís y los Canarios, suman 156 diputados. Si se les añade PNV, 161; necesitan de los parlamentarios catalanes y vascos. Es lo que tiene asaltar el poder sin mayoría parlamentaria en esta monarquía, donde el Congreso pone o quita gobiernos.

España está rota. El pasado viernes 12, día de la Hispanidad, no asistieron a los actos oficiales, ni el ‘socio’ Pablo Iglesias, refractario al estamento militar y a la monarquía (“al Rey no lo ha elegido nadie”); ni los presidentes de catalanes, vascos y navarros, ni los líderes políticos catalanes. El más reciente capítulo ha estado en el Parlamento de Cataluña, donde se ha reprobado al Rey. Estos antiespañoles que gobiernan allí no pueden ser más explícitos. La respuesta del gobierno nacional ha sido tibia y silente. La Moncloa parece una barca a la deriva. La crispación está servida. La fragilidad de Sánchez está en su minoría. El Ejecutivo está tocado. Ministros que renuncian, otros tres en averiguaciones. El partido Popular con mala digestión. Ciudadanos detenidos en su Cataluña originaria y apostando por Andalucía en elecciones. Vox levantando la voz. Los independentistas catalanes enfrascados en sus diferencias de poder. En fin, un carajal en esta piel de toro levantisca e invertebrada.

Sánchez, tan cerca de Iglesias, ahora sin duda el principal ‘socio’ de su gobierno, quien ha manifestado ser amigo de procesos revolucionarios fracasados, como el de Venezuela. Que ha proclamado que ‘asaltará el cielo’ de La Moncloa, que se mira a sí mismo como un gobernante contrario al actual sistema político de España. Que es proclive a refundar la actual Constitución del 78, porque cree concluida la Transición y convocaría, tan pronto pueda, una asamblea constituyente, para escribir una a su medida. A este joven, que vive ya como uno más de la ‘casta’ a la que odia, puede que convierta a este país en una Españazuela, donde la felicidad de los pobres de la Tierra sería vivir en costosas mansiones como la que él compró hace poco en un idílico paraje de Madrid. Un Paraíso neocomunista y republicano, sin hambre, sin deudas externas, sin bancos privados, sin euro, sin UE. Donde el Estado del bienestar sería solo para los elegidos por él.

Ante tal panorama, el centenario partido PSOE tiene una enorme responsabilidad ante todo el pueblo español, al que gobernó con acierto y errores, pero sin saltos al vacío. No puede valer todo con tal de seguir sentado en el sillón del palacio de gobierno. Ese ‘socio’ circunstancial puede ser el que, como en una tragedia teatral, le apuñale por la espalda. Estamos ante lo que el filósofo francés, Jean d’Ormesson, ha definido como la ineptocracia.

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