Besos robados

9 Oct

 

El mural (ya borrado por el autor), donde las feministas agregaron su frase debajo de la de Aleixandre

 

A Málaga, la de Vicente Aleixandre, le han borrado su beso. Damas ignorantes han creído que el poeta las ofendía. La memoria está en los labios de dos bocas

Estas militantes del feminismo acérrimo usan el acoso como arma arrojadiza de una malentendida ofensa. Extraña que aún no hayan reaccionado contra Pablo Neruda, por aquello de ‘me gustas cuando callas porque estás como ausente”. El pintor del mural, Ángel Idígoras, ‘La esquina del beso’, imaginó una pintura que invitara a besarse de forma analógica, allí mismo; que, con foto, pusiera a las parejas de besadores (mujer/hombre, mujer/mujer, hombre/hombre, amo/mascota) en las RRSS del encantados de besarse. Todo en un barrio depauperado, que clama por la atención municipal. Tal vez una acción cultural, pensó su creador, ayudaría a enfocar la atención sobre esa zona urbana. Se ayudó con la imagen ‘El Beso’, de Robert Doisneau y el poema de Aleixandre: “La memoria de un hombre está en sus besos”. En mala hora, las feminazis/liberticidas no pasan una. En pie de guerra contra los hombres escribieron en el mismo muro: “Y la memoria de las mujeres, ¿dónde está?” Pues está en el mismo beso, queridas.

La lucha de las mujeres por conseguir la igualdad de derechos con los hombres lleva largo recorrido. Puede que comenzara en las mismas cavernas, cuando acabó su hegemonía matriarcal. El hombre empezó a imponer su fuerza y fue el patriarca absoluto. Todo tuvo que ver con ser el amo de las propiedades. El capitalismo comenzaba. Andando el tiempo, la revolución francesa tuvo a su heroína: Olympe de Gouges, quien redactó, en aquel París sin pan de María Antonieta, el primer manifiesto feminista, ‘Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana’, en 1791. Otro hito aparece en Inglaterra a finales del siglo XVIII. Mary Wollstonecraft, publica: ‘A Vindication of the Rights of Woman. Defendía la imperiosa necesidad de la educación. De esas dos obras bebe el movimiento feminista del siglo XX.

La revolución industrial necesitó de la mano de obra femenina, así como las guerras mundiales incorporó a la mujer a tareas propias de hombres. Es notable la participación en los frentes de batalla de la Segunda Guerra mundial de las mujeres soviéticas, y en todo tipo de funciones, algunas como oficiales al mando de tropas. La crónica está magistralmente escrita por Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de literatura 2015. Una de las primera banderas desde el siglo XIX es reclamar su derecho al voto. ‘Si la mujer trabaja, la mujer vota’. Otro manifiesto en pro de tal causa se debe a John Stuart Mill, quien abogó por la causa desde el Parlamento inglés, con su obra ‘El sometimiento de la mujer’. Rosa Luxemburg, en Alemania, crea el Día internacional de la mujer. La segunda mitad del siglo XX ha estado marcada por los movimientos de liberación de la mujer. Así, hemos llegado al mural del barrio malagueño. Es que hay que leer.

Como en toda lucha, las posiciones son varias: desde el extremismo radical, del ‘Me Too’; que condena el machismo made in Hollywood, hasta las firmes, pero moderadas francesas de Catherine Deneuve. Todo está traspasado por la ideología que alimenta a tales reivindicaciones. Nadie que defienda los derechos y deberes de los ciudadanos en sociedades democráticas, debería estar en contra de que cualquier mujer preparada ocupe un cargo directivo. Ante la ley su igualdad es incuestionable, otra cosa es la vida real. La proporcionalidad (listas cremalleras) se ha impuesto. Pero que una presión feminista extrema haya obligado al artista del mural a borrar su obra, parece un exceso inadmisible. Si la creación artística tiene que autocensurarse, por temor a la ira de la militancia femenina, estamos ante una sociedad enferma. Una cosa es la deseada y dilatada igualdad, otra la amenaza e imposición de las mujeres acusadoras sin pruebas fehacientes, como en este y otros casos.

Estas amazonas de la sentencia radical sin juicio ni discusión previa, imponen su sentencia final. Obligan a un supuesto barniz de igualdad en el uso idiomático, que lo emborrona. Lo políticamente correcto es una epidemia. No parece haber vacuna, ni tratamiento preventivo. Si alguien se atreve a cuestionarlas, es un machista, antifeminista y execrado social. La trayectoria de la liberación de las mujeres sigue su camino. Ahora toca la verdadera igualdad. Eso no se va a lograr sin la participación masculina. Esta lucha es paritaria. No se crea que los hombres estén liberados. Contra la violencia del macho alfa, que lesiona física y mentalmente a una mujer y la asesina, no puede haber excusas; toda el peso de la Ley. Es un problema que avergüenza a la sociedad contemporánea. Los que gobiernan y enjuician deben ser más firmes, sean estos hombres o mujeres, sentencias totales, las máximas posibles. El minuto de silencio no parece suficiente.

Y las que obligaron a borrar el muro del beso, deberían leer más detenidamente a Aleixandre, haber mirado esa pintura (ya borrada) con ojos de poetas. Y entender que esa condena a la cultura, al arte y a quien trabaja por mejorar un barrio degradado de la ciudad, necesita también de una mirada femenina capaz, solidaria y darse un beso o dos con quienes están de su mismo lado. En esos besos está la memoria de ambos sexos y todos los demás.

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