No lo llames censura

10 Ago

No sé si será por la educación, por la ausencia de ciertos modales o por las uñas de Rosalía, pero la cuestión es que, de manera progresiva, nuestra sociedad adquiere unos modos de sostenimiento que se sustentan en muchos casos en la petición eterna de cosas por el hecho en si de ser públicas.

En algunos casos, incluso, se exigen cuestiones sin tener la base suficiente como para poder solicitarlo pues -o no es público- o simplemente por tener apoyo de una administración, no tiene por qué contentar o abastecer de cultura a todo el mundo.

Ante la más mínima limitación de “libertades”, el ciudadano medio salta -desde su sofá o el W.C. con el celular en ristre- para denunciar las injustas tropelías del sistema con denuncias públicas de recorte de libertades, de censura o de falta de democracia. Heavy Metal para el cuerpo pues, ante ese tipo de afirmaciones tan graves, uno pudiera pensar que vivimos en una sociedad arcaica propia de un país poco civilizado, sin normas y con una dictadura que oprime al pueblo.

Y es que es muy fácil montarse al carro de la denuncia y levantar la bandera de la anarquía pues queda modernísimo pero no se dan cuenta que roza lo patético ir de libertario con una cuenta de icloud, unos pantalones hechos por un niño en Pakistán y la camiseta progre fabricada en la China comunista.

Hace pocos meses, sin ir más lejos, en Málaga saltaban las alarmas porque, en una exposición en unas salas del Palacio Episcopal -con patrocinio público y privado-, se exhibía una pieza bautizada como “La Custodia del Cubata”. La misma era una reproducción de una Custodia del Corpus Christi, elaborada con vasos de tubo con bebidas alcohólicas dentro.

Se supone, digo yo, que en la mente del autor estaría el hacer un guiño trasgresor hacia la Iglesia Católica intentando, de una manera poco efectiva, lanzar un mensaje de anticlericalismo en la búsqueda de nuevas corrientes de pensamiento sustentadas en nadie sabe bien qué.

Pues para qué queríamos más. Minutos después saltaban las alarmas en los medios. Oh. Censura. Oh. Falta de democracia. Oh. Vivimos en una dictadura. Y claro, seguidamente las redes ardían y los clics a la noticia -abierta y sin pagar- daban gloria.

Pero nadie alzó la voz. Nadie quiso poner un mínimo de sentido común a que, en un lugar de la Iglesia, se pidiera por favor que no se expusieran piezas que pudieran ofender a creyentes. Lo lógico, vamos. Pero eso nunca se entendió. Porque resulta más escandaloso el otro sistema y por lo tanto vende más. Y es curioso porque, a mí por ejemplo, que no me ofendió lo más mínimo la obra y me parecía de una calidad nula, me resultó del todo impropia por estar expuesta en el sitio en el que estaba. ¿Harías un concurso de chistes de gitanos en la sede del Secretariado Gitano? Pues lo mismo.

Y es que, a día de hoy, parece resultar más divertido mear fuera del tiesto por proyectar de esa manera un poco de perfume anti sistema que roza, en la mayoría de los casos, el ridículo más espantoso.

La cultura, para este perfil de ciudadano, es un caramelito pues, ante el más mínimo meneo, tienen la oportunidad de alzar la voz desde su iPhone libertario.

Y con esas nos estamos topando estos días en los que salen noticias al respecto de cancelaciones de contratos a grupos y cantantes en las variopintas fiestas que alegran el verano patrio.

El último ejemplo ha venido de la mano del ayuntamiento de Bilbao donde han decidido no contar con la actuación de C. Tangana por cantar coplas con letras en las que la mujer tiene el mismo valor que un sacapuntas.

Segundos después, la palabra censura era trending topic en la boca de muchos pues, el munícipe y su equipo, habían decidido no pagar con dinero de todos algo que puede atentar contra la libertad intelectual de muchos de los asistentes a dicha jarana musical.

Y aquí es donde deberíamos volver a reflexionar e intentar usar conceptos tan graves como la censura o la democracia con historias tan banales y sencillas como ésta.

¿Qué sentido tiene que en un concierto pagado con dinero público se contrate a un cantante cuyas letras versan sobre el culo de la mujer como valor más importante del genero femenino? ¿Cómo se concilia la pancarta de cada semana por la muerte de una mujer en manos de un hombre y al mismo tiempo pagar a un señor para que cante que las mujeres son objetos sexuales y serviles a los mandos de un señor?

Pero igual que hablamos de machismo hablamos de cantantes o grupos que ponen música a mensajes en contra del Jefe del Estado, la libertad de todos o que definen qué está bien y qué está mal. ¿Eso debe ser censurado? Jamás en la vida. ¿Eso debe ser promocionado por ayuntamientos y administraciones públicas? Jamás en la vida.

Que cada cual escuche la música que le dé la real gana. Como si cantan sobre el Papa. A mí no me molestará jamás porque no me gusta, no lo consumiré y no me interesa. Pero sí pido que, con los impuestos que pagamos -tantos y tan grandes-, no se fomenten acciones culturales que no proyectan los valores necesarios para el buen desarrollo de una sociedad. Es comprensible y sensato que un ayuntamiento contrate a grupos de música y cantantes normales, con letras que no ofendan a nadie y que sean respetuosos. Ya el mundo ultra temático te lo pagas tú de tu bolsillo y así le llenas la cuenta bancaria al que escribe esas canciones tan específicas.

Si ya está la cultura corrompida por el mercado y los intereses, lo más patético es tener que escuchar soflamas ridículas que acaban pervirtiendo aún más el sistema y -lo que es más grave-, acaban bautizando como cultura cosas que, ni en mil vidas que vivan, tendrá esa categoría.

Libertad siempre. Cultura libre por sistema. Aperturismo non stop. Pero primero el respeto hacia todos y todo. No lo llames censura.

Que vais de libres y sois los primeros en venderos.

Viva Málaga.

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