El sentimiento nunca muerde

23 Jul

LVMM
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El Málaga comienza un año más su pretemporada y lo hace con la mirada extrañada de sus seguidores, la pausa de aquellos que pudieran ir a abonarse y no van porque temen tirar su dinero y el desconcierto del seguidor en general.

Como en todo en la vida, hay clases. Y en el futbol pasa igual. Si eres malaguista a piñón acabarás cediendo e incluso mirando mal a aquél que no tiene su abono desde que la rosaleda era de dos filas y Martiricos todo campo. Y llega un momento en el que el simple hecho de opinar sobre el equipo de “tu ciudad” puede acabar convirtiéndose en una tarea de riesgo ante los posibles ataques de aquellos que llevan grabado a fuego el escudo propiedad de una sociedad privada de oriente.

Pero resulta que, para muchos, el fútbol local es algo que va más allá de lo meramente deportivo. Difícilmente muchas de las personas que acudirán este año a la Rosaleda lo harían si se tratara del juego de un grupo de amigos o si el equipo fuera de Alicante puesto que, sin saber mucho del asunto, en principio no parece que la plantilla actual sea de esas que ilusionan a cualquiera aunque no sepa ni papa de fútbol –como yo-.

Y es ahí donde entra la triquiñuela de la que jamás logra salir el aficionado: El sentimiento.

Con la nueva campaña que está realizando la entidad, se está quedando la ciudad preñada de carteles gigantes donde se imprime un lema: El sentimiento nunca muere.

Y es verdad. El sentimiento es algo que, salvo casos extremos, nunca acaba de desaparecer aunque pase el tiempo, haya borrascas o los soles no alumbren. Y ante este tipo de campañas que pretenden poner sensiblón al aficionado, no cabe otra que denunciar una y mil veces lo innecesario de ese tipo de asuntos por falta absoluta de lógica.

Me suena a engaño eterno intentar colar cuñas de sentimentalismo en algo que es meramente mercantilista, falto de arraigo y fuera de todo lugar. ¿Dónde está el sentimiento? ¿En Qatar o en Málaga? ¿Dónde hay que encontrar la fraternidad? ¿En el funcionamiento de pago de los abonos? ¿O en la nula inversión? El sentimiento nunca muere. ¿Eso quién lo dice? ¿El hombre mayor que sigue yendo a la Rosaleda con su gorra blanca y celeste o nos lo va a contar el muchacho, hijo del dueño, que han puesto aquí sin conocer de la misa la media?

Está feo jugar con nuestra identidad. Pero más feo está jugar con los sentimientos más locales. Habrá quien tome el futbol como el eje fundamental de su vida  y es, en esos casos, en los que nada se puede hacer. Si eres así de raro, para ti. Pero para la gran mayoría este divertimento resulta agradable porque mezcla un deporte sencillo de observar con el populismo sano de defender tu territorio.

Pero resulta que el Málaga no es de Málaga desde hace ya varios años. Tampoco quisiera que nuestro equipo fuera como el Athletic de Bilbao –que ojalá- pero al menos sería agradable que su funcionamiento e infraestructura fuera un poco más honesta.

No es justo usar los localismos para vender camisetas a ochenta y siete euros. No merece la pena ni dice mucho de nosotros cuando aplaudimos.

Pero la pelota se hace grande. Y se entremezclan sentimientos encontrados de aquellos que ven en la Rosaleda un pedazo de identidad malagueña. Y hacen bien porque sería estupendo que de ahí salieras cosas buenas. Pero a día de hoy es mentira. No hay nada ahí dentro salvo la reunión de miles de personas que, en su mayoría, participan y piensan en algo que los dueños no comparten.

Y seguirán el sistema. Y seguirá el engaño y el aprovechamiento mutuo. El del aficionado que mantendrá el auto convencimiento imposible de que aquello es la cuna del boquerón. Y el del dueño que, en base a eso, ha conseguido que, aún haciéndolo de pena en la ciudad y riéndose de mala manera de toda la provincia en más de una ocasión, haya personas que sigan ingresando sus dineros en las cuentas corrientes de la sociedad de Qatar.

Si extrapoláramos este asunto a la hostelería, estaríamos ante uno de los muchos casos de bares que se montan con un estilo regionalista siendo del todo falso. Imagina que eres un malagueño medio. Y entras en un bar franquicia, con dueño de Vigo, en el que te encuentras un atrezzo falso con fotos de Semana Santa con los nombres inventados, cabezas de toro de plástico y una camarera de Ecuador que te dice de manera forzada: Qué paza shiquillo.

Lo más normal en tal caso es que salgas corriendo y dando arcadas. Y tras el desenlace, al digerir el asunto, te des cuenta de lo injusto e innecesario por parte del empresario forastero a la hora de jugar con aquellos elementos con los que compartes sentimientos, aficiones y a los que guardas cariño.

De la misma manera que un cuadro falso de una Virgen malagueña te puede recordar a tu infancia y a esos días en los que tu abuelo o tu padre te llevaban a verla, puede suceder también con el futbol y en este caso con el Málaga.

Y es ahí cuando entra el dolor y la indignación.

Vale que te compres un equipo para ganar dinero porque para eso está el fútbol. Vale que lo hagas de pena y el resultado sea el descontento absoluto. Vale que te importe poco y pongas aquí a tu chiquillo y que suba fotos jugando con juguetes en el campo de futbol al que muchos guardan respeto. Vale que te tomes esto como tu casa porque para eso lo has pagado (¿) y sea la punta del zapato la que dirija el cotarro. Vale. Ya veremos nosotros cómo gestionar nuestra parte.

Pero lo que no vale es engañar a la gente para vender abonos y camisetas. Lo que no vale es usar un nombre y unos colores que sí nos representan a todos porque son nuestra ciudad. Apuesten por el modelo americano en el que se ha desvestido en gran parte todo ese regionalismo para darle personalidad propia a los negocios deportivos. Pero por favor, no jueguen más con la imagen del abuelo emocionado en su grada, el niño con su bufanda que le arrastra por el suelo y los estereotipos más básicos para tocar el corazón de los más débiles.

El sentimiento nunca muere. Pero tampoco muerde. Y los bocados que intentáis dar son de campeonato.

Un respeto por esta ciudad y sus colores.

A robar a Sierra Morena.

Viva Málaga.

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