La Málaga de La Opinión

19 Jun

Quince años cumple la criatura. Ya tiene bigotillo y le está saliendo nuez. La voz le va cambiando poco a poco pero sigue soltando algún gallo. Como es propio de su edad, suele hablar mucho y por lo tanto alguna que otra vez parece que dice lo que no debe, pero como suele pasarle a la gente honesta, nada de lo que comenta suele ser mentira.

Era yo un zagalillo cuando el nuevo diario aterrizaba en la ciudad. Cambiaba el formato de lo habitual y nos encontrábamos con algo que ya apuntaba maneras. La Opinión nunca fue un periódico de segunda ni tenía tatuada la dependencia eterna con ningún ente. De algo hay que comer, pero no es lo mismo buscarse las papas que esperar a que te las traigan para que te calles.

Etapas variadas para un grupo de personas que han conseguido, sin duda alguna, haber establecido en Málaga, con el permiso del resto, una redacción de información local que aventaja con mucho en cuanto a independencia se refiere.

En un sistema en el que se conoce al instante cualquier tipo de incidencia y noticia con tan solo encender el teléfono móvil, resulta del todo necesario, que los diarios se centren en lo local. En lo escondido. En la opinión efervescente y con sustancia.

Y eso, a fin de cuentas, es La Opinión en Málaga. Un periódico con gente sana, eficaz pero sobre todo amable. Muy amable. Es un clásico en la ciudad, el plantel de personas cercanas a los medios que son del todo antipáticos. Ya sea en una radio, en un diario o en la tele, hay ciertas personalidades que destacan por su antipatía rozando el amarillismo cada dos por tres.  Y qué cosas. Gente así se ve poca por aquí.

La comunicación cambia, y cada vez son menos los que acuden al diario para informarse y más los que se acercan para crearse ellos mismo un criterio propio en base a las opiniones ajenas. Es por eso, que resulta del todo necesario que la ciudad tenga ante sí a redacciones como la que reposa en calle Granada.

Redacción eterna. Humilde. Y especialmente curiosa por su aperturismo. Puertas abiertas para que entres si vales y cuentes si tienes algo que contar. Es el castillo con las puertas entornadas para que entre el fresco y no huela a carcoma.

Es la nave espacial que tiene que repostar cada cierto tiempo el combustible de la credibilidad que únicamente se sostiene con el trabajo de los de siempre la entrada de los nuevos válidos.

Me creo a La Opinión. Y son muy muchos los que lo hacen. Aquí no suele haber dudas sobre si esto o aquello se ha dicho por interés. No es el lugar del órgano oficial. No es el boletín de tal ni la gacetilla de cual.  Y eso, en realidad, no siempre es bueno.

Hay veces en las que es un rollo no ser el niño mayor. Esos momentos en los que a ti no te chivan primero. Esos instantes en los que se pide guardar silencio pero solamente si lo rompe fulanito no es castigado.

Yo me quedo con La Opinión que me guiña para escribir aquí. Me quedo con los valientes que cobran más o menos pero que no bajan el listón de su calidad.

Me quedo con mis amigos de calle Granada. Con los que más saben de la ciudad. Con las caricias con las que Alfonso Vázquez trata a Málaga. Con la cultura de la sensatez de Víctor Aguilar y con la frescura de lo rancio con la que interpretan nuestras tradiciones Miguel Ferrary e Ignacio Castillo. Me quedo con la Málaga escrita que únicamente tiene sus limitaciones en las coherencias y el sentido común para no perjudicar lo que viene a ser un negocio de la información.

La Opinión de Málaga es el sentido del Humor de Loma. Es el guiño travieso mirando hacia quien no cumple con su obligación en la ciudad. Un guiño pícaro y una denuncia constante.

No puedo más que agradecer a estas personas el detalle de imprimir el recuadro en el que dejo tantas y tantas tonterías. La Opinión de Málaga es la Málaga con Opinión. La que critica lo injusto. La que señala educadamente con el dedo en la dirección del culpable. Es la que cae mal a los tramposos. Es la que combina lo moderno con lo rancio pues en el equilibrio entre ambos está en muchos casos el sentir de nuestra tierra.

Gracias por la libertad. Gracias por dejarme escribir y por no impedirme jamás que se publique nada aún siendo delicadillo. Agradezco las deferencias por defenderme en su justa medida y por no asustarme si alguien ha ido con una sierra mecánica pidiendo mi pescuezo. Y de igual manera correspondo con mi gratitud por ser altavoz de aquellos que brillantemente han expresado su opinión sin ser primo de tal ni recomendado de cual. Habéis hecho cantera del futuro de la ciudad, siendo el papel en el que más de uno y de dos comenzó publicando artículos.

Gracias por quince años de una tierra con criterio representada en el papel que mancha las manos al sostenerlo. Verde esperanza, el color de la portada, para mis amigos de calle Granada.

Sospecha de lo que leen y aplauden los poderosos. Estará cocinado para ellos.

Viva Málaga.

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