McLaga Cultural

6 Feb

LVMM

La comida rápida está buena. Sabe bien. Es sabrosa y enamora a tu paladar. Te hace tilín el estómago cuando la hueles. Pero luego te hace tolón. Porque no es sana. No alimenta. Su sabor es pasajero y prefabricado. No aporta nada aunque a simple vista lo haga. Es la mentira. Y así está Málaga con el asunto de la cultura oficial. La cultura suministrada y pre pagada que, supuestamente, debe ser buena, digna y de calidad.

Hay trampa. Es trampa. Y cartón. Hay cartón. Cartón del que se emplea en elaborar libros falsos que hagan que los estantes parezcan llenos de literatura. Pero son letras huecas. De atrezo. Somos la hamburguesería de la cultura. Somos la McLaga cultural. La reina del fast cool. Pero no todo es malo entre tanto hidrogenado. Hay productos que funcionan bien como el Museo Carmen Thyssen o la Fundación Casa Natal que tan alto pone el listón de la promoción cultural local entre tanto eco de parafernalia semi política –Ahora me leía yo un buen libro de Picasso. Qué pena no tener más-.

En el mostrador de McLaga puedes elegir de todo. Está el menú McCubo de cristal que nadie sabe bien qué lleva dentro pero su sabor es algo desconcertante. Tenemos la BigTérmica que está muy buena. La sirven calentita pues han conseguido crear ambiente cultural real y agradable en un sitio aparentemente frío. Te puedes pedir un menú HappyTabacalera que ahora de regalo trae coches aunque al principio llevaba gemas pero se les han agotado.

Es un negociazo cultural el McLaga porque todos salen ganando menos nosotros porque nos estamos intoxicando de alimentos que no alimentan. Pero somos felices porque miramos para otro lado. Total, para una vez que como… Total, para una vez que voy a un museo… ¿O no?

Qué desastre. Menudo lío el que se está montando aquí con tanta historia de la cultura. De tanto empacho didáctico nos vamos a embrutecer cada día más. Parecemos catetos. De los que se enteran que su chiquillo va de excursión a la laguna de Fuente Piedra con el colegio y aparece esa mañana el niño con la cantimplora, la brújula, un móvil por satélite para emergencias, sus botas de escalada, la ropa Gore Tex, crema para el sol, una gorra con placas solares para cargar el móvil anteriormente mencionado y setenta y cinco mil euros para gastos. Oye. Que está bien que el chiquillo vaya preparado, pero su amiguito llevará su malagueña con mortadela mina y su pulevita de chocolate y seguro que también se lo pasa bien.

¡Calma amigos! Cultura sí. Toda. Pero de la buena. De verdad. Sin mentirijillas. Porque de lo contrario vamos mal encaminados. O mejor dicho. Nos estáis intentando encaminar mal. Porque así no funciona el asunto. ¿Acaso os imagináis que alguien montara, por ejemplo así al azar, un barrio de artistas y cultura pero sin artistas ni cultura y poniéndole un nombre así pretencioso para aparentar? ¿Eh? ¿Eh? ¿Acaso a alguien se le puede ocurrir alguna tontería de ese calibre? Hombre por favor… ¡Qué disparate! Soho Málaga.

Pero hay un problema mayor y más grave que la propia desafección del personal a la cultura por sobreexposición. Y se trata del efecto llamada que este tipo de políticas tiene en ciudades tan faltas de estímulos como la nuestra. Y así pasa lo que pasa. Que llegan personas a montar franquicias en la tierra de la cultura con canon mensual. Y así, nos encontramos con negocios muy modernos pero que no dejan de ser falsas moneas. Ahora, por ejemplo, nuestra ciudad está preñando de manera alternativa y agradable lugares explosivos bastante interesantes como son las casas particulares convertidas en bunkers culturales. Hay desde salas de exposición hasta espacios dedicados al teatro o la poesía. La casa de mi amigo Pedro Okña. La de Pedro Alarcón y su Casa Sostoa o Carretería diecinueve con su espacio que huele a Málaga sin ningún cartel que lo pregone.

Pues ha pasado poco tiempo y ya tenemos a los del dinero corriendo hacia la ciudad para montar lugares estupendísimos y que luchan por la cultura. Ja. Un ejemplo es el de un espacio revestido de profundidad que se está montando en el centro y donde se alquilan por dinero espacios para microteatros. Una cosa muy bonita. Maravillosa. Bien por ellos. Pero por favor, no mezclen. No confundan y alteren. Que no es lo mismo el ocio que la cultura. Que no es lo mismo un bar con micro que un teatro. Que no es lo mismo una sala de exposiciones que un local con piscina de bolas aunque cuelgue cuadros de artistas modernos de esos que hacen cosas que no se entienden y por eso gustan. Que no. Que no va por ahí el asunto. Y así perdemos todos. Porque Málaga va a tener que comunicar la cultura real mediante plicas para que no venga nadie y la distorsione y venda.

Que la ciudad y su cultura es más propia de McLaga. Y así no vamos a ningún sitio. Que llega un momento que la mentira empieza a tambalear. Que no podemos tener tantas cosas culturales buenas y de verdad teniendo la ciudad como la tienen. Huele a chamusquina. Pero si no lo creen no pasa nada. Adelante. Sigan engullendo en masa en el McLaga cultural. Pidan sus deliciosos menús. Eso sí, siempre para llevar. Porque además lo que consumas se lo llevan los de fuera. Por cierto, ahora está en oferta el menú McJara, con extra de políticos. ¡Que no! ¡Que es broma! Eso sí, un consejo: No pidan el menú con agua. Que en McLaga el agua les cuesta el doble.

Viva Málaga.

5 respuestas a «McLaga Cultural»

  1. Disculpe, mi buen señor, creo que ha cometido usted el tremendo error -si no es así, le pido disculpas- de hablar desde la más completa ignorancia en lo referente al mundo del arte en Málaga (al menos, al de las Artes Escénicas). Me encuentro estudiando en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, una Escuela Superior de Artes Escénicas (tenemos la suerte de estar entre las mejor valoradas de España, solo por detrás de Madrid y Barcelona). No sé si sabrá (quizá sí) que en esta ESAD se forman durante cuatro años alumnos de tres diferentes especialidades: Dirección escénica, Interpretación Textual e Interpretación Musical. ¿Sabe cuántos alumnos (futuros actores o directores de escena) entran cada año de TODA ESPAÑA en esta carrera? Pues nada más ni nada menos que unos (tirando por lo bajo) 100 alumnos, en total cada curso estudian en el centro 400 personas que quieren dedicar su vida a las artes escénicas. ¿Sabe, pues, cuántos jóvenes directores, actores y actrices caminan por Málaga todos los días? Eso sin contar a los que ya acabaron la carrera o que sin carrera se encuentran en Málaga intentando vivir de lo que les gusta: la interpretación.

    Quizá, querido amante de la cultura, sepa usted la situación laboral en la que España se encuentra actualmente. Quizá sepa usted, que a los actores y directores licenciados (ni a los que no están licenciados) no les sobra el trabajo. Más bien es casi inexistente (la subida del IVA de un gobierno que parece que odia la cultura y la retirada de muchas ayudas no nos hace ningún bien, como usted comprenderá). Puede que una compañía de teatro consagrada (véase la Compañía Nacional de Teatro Clásico, por ejemplo), conocida, subvencionada además por el gobierno (lo que faltaría es que también la eliminaran), tenga los recursos y el dinero suficiente cómo para pagar un teatro “de verdad”, cómo es el Cervantes, el Echegaray o el Alameda (y digo “de verdad” por hacerle a usted un favor), pero una compañía pequeña, recién nacida, o en crecimiento, no tiene recursos para acceder a estos teatros. Quizá alguna llegue a hacer algunas funciones (con mucho trabajo) en el Echegaray (menos mal!). Claro que me gustaría formar un grupete de amigos en mi escuela y pagar la suma que cuesta alquilar el Teatro Cervantes para entretener a un magnífico público y para compartir con ellos lo mejor que pueda darles cómo actriz. Por supuesto. Pero no todo es tan bonito, mi señor, por una sencilla razón: No tengo dinero.
    No tenemos dinero. Ni trabajo. Ni reconocimiento alguno. Por parte de nadie. Porque, en cierto sentido, en esta España que pisamos todos los días, hemos sido casi siempre unos parias. Pero hasta nosotros tenemos sueños. Puede incluso que tengamos más que nadie. Y de esos sueños, señor, nacen propuestas tan impresionantes como la que usted se encarga de “infravalorar”: el Microteatro, por dinero. Por dinero, por supuesto, porque yo no trabajo por amor al arte. Necesito comer y necesitaré comer toda mi vida. Yo le regalo a usted horas y horas de ensayo SIN REMUNERAR, algo de mi (o de nuestro) tiempo gastado en crear un espectáculo que merece la pena mostrar, algo que no le dejará indiferente, a cambio de no más de unas monedas (los precios son de risa).
    Me encantaría que usted pudiera verme, algún día en el Teatro Cervantes, o en la Gran Vía de Madrid, pero hoy por hoy la mayoría vemos eso como algo muy lejano y un poco onírico (ya le digo que somos muy de soñar despiertos). Ojalá una compañía con dinero (qué pena que todo lo mueva el dinero) apueste un día por mí, por nosotros. Pero hasta entonces, mi querido señor, y ya con esto acabo, tendré que pillar experiencia en salas alternativas que me pueda permitir, como este local de microteatro, cómo Escena Bruta y como otros muchos sitios que, a diferencia de usted, apuesta por el teatro. Porque estas salas, nos ofrecen algo que casi ningún lugar nos ofrece: que es poder COMUNICAR a un público un mensaje, nuestro trabajo, porque esa es nuestra función en la sociedad. Estas iniciativas nos lo permiten, y es teatro de verdad, se lo aseguro. Incluso si lo hacemos en la calle, con una gorra en el suelo, incluso entonces será teatro de verdad, y me atrevo a decir que es mucho más teatro que muchos de los espectáculos que puede encontrar en el Alameda o en el Cervantes.

    Cómo ya le he dicho: No tenemos dinero. Ni trabajo. Ni reconocimiento alguno. Por parte de nadie. Pero tenemos cultura. Muchísima. Quiera entenderlo o no.

    • Gracias por tu comentario Laura. Seguramente no me haya explicado bien pues descarto que no hayas comprendido lo que quería decir en este artículo. En cualquier caso intentaré contactar contigo y explicarlo. Saludos.

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