Hay cosas bien hechas en Málaga. Y el mercado central es una de ellas. Un espacio original que ha conseguido mantenerse aún estando expuesto a los designios de más de un político local –peligro-.
Atarazana es el nombre con el que se denominaban los espacios dedicados a la reparación de embarcaciones. Lugares donde se arreglaban barcos. Y eso es lo que se hacía en el lugar en el que ahora tenemos el mercado allá por mil cuatrocientos. Nuestra plaza de abastos principal es un lugar con historia –aunque de esa parte solamente se conserva el arco de piedra-.
Antes de convertirse en mercado, el central fue un hospital militar así como lugar destinado a acuartelamientos hasta que a finales del diecinueve se decide construir un mercado que en poco ha variado en su exterior hasta ahora.
Cabe mencionar que la gran estructura metálica que conforma gran parte del edificio se construye en calle San Vicente en la hermosa y hermana ciudad de Sevilla y que de aquél mismo taller salió la estructura del puente de Isabel Segunda de la capital hispalense también conocido como puente de Triana. O sea. Que nuestro mercado es de categoría –puede acercarse por la zona y buscar en los pilares externos la leyenda con su lugar de fabricación-.
En el año dos mil diez, el ayuntamiento decidió darle un lavado de cara a la plaza ya que se encontraba en un estado ciertamente desagradable. Tras completar la obra con éxito, goteras y el descontento de algunos puestos porque habían venido de la quinta puñeta a explicarles cómo poner los boquerones, la instalación se ha asentado con solvencia y a día de hoy disfrutamos de un lugar de nivel.
A pesar de los colorines de los puestos –que a mí no me gustan-, da gusto pasear por el mercado un día cualquiera y echar un ojo por sus puestos. Saludar a “El ruina” con las cigalas hembras cargaditas de huevas, pasar por “Medina” a por unas paletillas de chivo de Málaga o caminar hasta la verdura a por unos arenques y unas aceitunas de Álora recién aliñadas. Bravo.
Pero desde hace un año algo ha cambiado. Ha habido un antes y un después desde que se instalaron dos barecitos en unos puestos del mercado. La idea es básica y sencilla: vaciar un puesto tradicional, adaptarlo con una barra, colocar una pequeña cocina y servir pocas cosas y todas del día. Tan del día como que son del propio mercado. La idea es inigualable. Y lo es hasta tal punto que no hay sábado que se colapsen dos esquinas del mercado gracias al gentío que se acumula para tomarse una manzanilla fresca, una brocheta de atún de Barbate o unas conchas finas de las que le echas limón y se mueven. Una maravilla.
Y lo digo porque acudo con frecuencia. Y lo seguiré haciendo. En “Los Yernos” justo al lado de la salida de Sagasta. Y allí estuve hace unos días con mi amigo y presidente de “Daffari” Juan García Torres. Y el mercado se hizo mini Málaga. Y aparecía gente de todos sitios. Pasó la diseñadora gráfica Paula Villasana. Y brindamos por la Navidad. Y con aquello de las apreturas conocí a un matrimonio, Mari Ángeles y Joaquín, que contaba que venían desde Marbella únicamente para comerse unos platitos de pescaíto en el mercado. Porque era una maravilla. Y los minutos en ese rincón se hacían eternos mirando de reojo lo que comía cada uno. Todo bueno. Todo fresco. Y vas como quieres. Y apareció en bici la directora de Nany Poppins, Mar Rodríguez, y también brindó con nosotros. Y entonces llegó ella. Un china –decir chino es universal-. Coreana. Del Sur. Dando brincos de alegría porque había dado con un lugar bueno. Puro. De verdad. Y se hizo hueco como pudo –a codazos- hasta que cogió su poquito de barra y comenzó a pedir. No sabía ni papa de español. Pero no le hizo falta a Jei Jei para pedir hasta caer rendida. Que si boquerones. Que si almejas. Peregrinas. Gambas. Salmonetes. Pulpo. Brochetas.
Ella no paraba. A su lado su novio. Irlandés. Muy callado. Solamente comían, hacían fotos y preguntaban. Los demás mirábamos sorprendidos. Y ella muele que te muele. Con su pinchito de octopus y sus boquelone.
Aquel mediodía Málaga hizo gente. Creó referencias para clientes potenciales. Hizo caja de la buena y no hizo falta ninguna promoción, ningún cartel, ni anuncios, ni ruedas de prensa, ni políticos con carguillos ni nada de nada.
Instalaciones dignas. Con historia. Bien cuidadas y sin prostituir por el dinero. Del resto se encarga nuestra ciudad y su gente.
Vayan a tomar algo. Y si me ven convídenme a unas conchas o algo. Nos vemos en el mercado.
Viva Málaga.
Magnífico y emocionante articulo.
Gracias.
Esa idea ya llevaba mucho tiempo funcionando en el Mercado drl Carmen y en Madrid es lo que lleva reflotando la vida de los mercados desde hace unos años. Eso y abrir por las tardes, cuando el resto de los mortales podemos ir a hacer la compra después de trabajar. Está bien que Málaga siga buenos pasos, el resto, con su gente, viene solo.
Qué quiere que le diga Sr. León, no me gusta su gusto por lo rancio para defender a Málaga. Málaga ha tenido y tiene un aire más fresco que el que usted destila. A pesar de su juventud y la antigüedad de la ciudad. Ya sabemos que atarazana es un arsenal o astillero, dicho con origen árabe. Pero mercado es un recinto donde se vende de todo. ¿De qué se extraña? Mire, el “historicista” Mercado de las Atarazanas, bajo mi punto de vista está infrautilizado. Usted piropea el continente y el contenido. Yo solo piropeo el continente, el contenido no. Mire usted, vivimos un mundo donde se valora la alimentación como un bien para vivir, para tener salud, y hoy en día, para percibir placer en los sentidos. No se da cuenta que ni el horario del mercado va en consonancia con los tiempos. El Mercado de las Atarazanas de Málaga debe ser un centro de arte culinario y de calidad alimentaria. Defiende en su artículo que el mercado ofrece calidad sin publicitarse. Pero como puede defenderse esto, cuando no tiene ni una página web, que la tienen hasta los mercados de pueblo. El Mercado de las Atarazanas para empezar, creo yo, debe tener un horario más amplio y mirarse en el espejo de otros mercados como “La Boquería” de Barcelona, “San Miguel” de Madrid, Mercado Central de Valencia”, Mercado de La Victoria en Córdoba y el futuro e imitador sevillano “Lonja del Barranco”. Nosotros lo tenemos casi todo: el sitio, el edificio, los locales, los puestos, la calidad. ¿Qué nos falta? Horario y servicios higiénicos más amplios. Y esas minúsculas bondades que usted ve, se incrementarán por mil.
Creo que la vendedora de castañas de la Alameda, desde que tiene página web, tiwter y facebook, o como carajo se escriba, ha multiplicado sus ventas por diez. Me consta que va a abrir sucursales en Nueva York y Cártama Estación.
Saludos cordiales.