Dios está con nosotros

12 Jun

LVMM

Qué coraje da lo que le está pasando al Málaga. Bastante. Es una mezcla de pena, enfado, indignación y ganas de pegar patadas. Hasta ahí todos de acuerdo. Todos conformes y en la misma línea.

Con esta historia del fútbol, nuestra ciudad se acaba de quedar destapada. Ha quedado en evidencia que esta historia de la pelota, al margen de los sentimientos personales de cada uno, es simple y llanamente un gran negocio privado. Los reunidos en la mesa del dinero son variados. Hay marcas comerciales, los propietarios de los equipos, los medios que viven de contarlo y los grupos inversores que, como es normal, piensan únicamente en los dividendos. Pare usted de contar. En esa mesa del fútbol no participa el abuelo malaguista con su hijo. No participa el caballero que se recorre la rosaleda con una bandera gigante. No están presentes los que se dejan la voz gritando que viva Málaga ni tampoco los que dan botes y crean ese ambiente tan impresionante cuando la rosaleda vibra al unísono.

Mundos diferentes.

Con la decisión de los que organizan este juego de apartar al Málaga de las competiciones más bonitas, la gente se ha puesto triste. Normal. El equipo de tu ciudad, aunque sean la mayoría de los jugadores de Sebastopol, siempre tiene algo de tuyo y resulta sencillo verse inmerso en esa euforia colectiva cuando logra ser de los buenos.

Ante esta circunstancia de errores, uno suele recriminar al responsable del asunto. Si me compro un helado –por lo visto en calle Granada van a poner una heladería- y se derrite antes de tiempo o me lo quita un tercero voy al heladero y le pido explicaciones.

Si confío en una empresa y ésta incumple con los demás y le ponen multas… Voy y le doy un toquecito. Oye tú ¿Qué pasa aquí? Es lo normal.

Por razones extrañas, la gran mayoría de seguidores del Málaga, sienten cierta inquietud por actuar de esa manera y es que el dueño del club ha decidido comportarse como un frontón. Todo lo que le venga, rebota directamente en alguien.

Evidentemente, cada uno es libre de opinar lo que quiera. ¡Faltaría más! Ni que estuviéramos en un lugar sin democracia… Ejem. Pero hay algo que aquí no funciona o al menos no debe funcionar. El uso de los sentimientos malaguistas.

Tal y como están las cosas, el presidente de un equipo de futbol de masas como es el Málaga, no puede permitirse el lujo de hablar a las bravas como el que está en la barra de un bar. No. No se puede. El representante de una entidad de tal calibre, a sabiendas del compromiso que para muchos supone el fútbol a nivel personal, tiene que mantener un equilibrio emocional y una responsabilidad social.

Y eso en Málaga no se está cumpliendo. Y es grave. Porque es fácil manipular.

Desde la llegada de los nuevos dueños del equipo a Málaga, hemos percibido en ciertas ocasiones cómo la forma de hablar y la ligereza en acusar al prójimo se suceden con bastante frecuencia. Cabe recordar la rueda de prensa en la que Abdullah Ghubn decía que quien ataque al Málaga “Lo pasará mal”.

¡Pero qué dices muchacho!

Junto a este estilo, que transmite de todo pero nada bueno, se encuentre el del Jeque quien, a través de internet, suele soltar arengas a la ciudad, los aficionados y jugadores que en todo caso van en contra de alguien que no es él. Ha culpado al Ayuntamiento, ha culpado a la Junta de Andalucía, ha culpado a Diputación, ha culpado a la UEFA, ha culpado a la gente por ser racista. Racista. Sí. Este caballero suele usar con frecuencia el racismo como explicación de los patinazos del equipo de nuestra ciudad. Curioso. No pagar a tiempo es racismo. Deber hasta de callarse es racismo. Tener a los jugadores con la mosca detrás de la oreja es racismo. Y así hasta el infinito.

Es lo que hay y parece ser que no cambiará. Pero.. ¿Y nosotros? ¿Cambiaremos? Resulta muy peligroso que la gente se empape de ese odio absurdo a las administraciones públicas porque lo diga el dueño de un equipo de fútbol. De una empresa. Es peligroso, irresponsable y dice muy poco de nosotros.

No podemos ni debemos permitir que alguien contemple la posibilidad de usarnos a nosotros y a nuestros sentimientos más enraizados para beneficiarse en sus negocios.

¿Hay alguien que haya recibido dinero del Jeque? Yo al menos no. Evidentemente, si este caballero me diera millones yo iría con una pancarta, pero no. No es el caso. Y dan escalofríos leer y observar las reacciones de la gente mordiendo la mano de su hermano porque el vecino le ha dicho que es malo.

¿Seguro que es malo? ¿Y si la culpa es tuya? Piénsalo. Porque no es normal que pidas ayudas de las administraciones a una empresa privada. Porque no es normal que defiendas que se venda La Rosaleda con todas sus plusvalías por 3 millones de euros a un señor del quinto pino. Porque no es normal que en una situación de tanta gravedad como la actual seas capaz de salir a la calle por una empresa privada y no porque a tu abuela le quiten la ley de dependencia.

¿Nos estamos volviendo chalados? ¿O nos están?

El Málaga cada vez se aleja más de los aspectos bonitos del fútbol. De lo entrañable de ser algo propio de tu ciudad. De sentirlo y ser respetado. De ser fútbol, con sus mafias y chanchullos clásicos. Pero nada más. Sin intereses raros. Sin mensajes que parecen propios de un Sacerdote o un Imán más que de una institución deportiva. Memoria, compromiso y fe es el lema que se repite por todos lados en la Rosaleda. Y el presidente entre acusación y acusación dice que estemos tranquilos, que Dios está con nosotros. Y la gente va…y se lo cree. Palabra de Jeque.

Dios. Memoria. Compromiso. Parecemos talibanes. Se nos va el coco.

Viva Málaga.

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