El coste de Jordi Évole

Parece extraño pero nadie lo dice. Y si lo dicen, nadie lo quiere escuchar.

Málaga va cortita en de todo. No hay dinero para nada. Cero. Menos diez. Y con respecto a la cultura somos de muelle fácil –yo el primero- a la hora de dar un brinco cuando a los dirigentes se les va un poco la mano con las pesetas.

Desde que Elías Bendodo -del pepé- cogió las riendas de la Diputación todo ha sido distinto. Tras los espacios de tiempo usados para largar a los anteriores y poner a los nuevos, se ha comenzado a menear el estilo de aquello. Estilo…bueno…maneras de hacer. Maneras…bueno…formas de pensar. Pensar…bueno…copiar. Copiar modus de quito al tuyo y pongo al mío. Resulta sorprendente que para trabajos donde lo importante es la profesionalidad, se incluyan únicamente a los de tu palo. Curioso. No sabía que el coche se lleva distinto si eres del PP o del PSOE o que las notas de prensa de los de izquierdas se mandan a unos mailing list diferentes.

Con La Térmica, la Diputación de Málaga le ha hecho ojitos a la ciudad. Le ha hecho un guiño y ha lanzado un besito. Ha sido un: Yo vivo por y para los pueblos pero cuidado… que a ti también te quiero. Nunca sabremos si es una forma de que el gran capitán de la Diputación ponga sobre la mesa sus capacidades para ser alcalde o si, simplemente, tenemos ante nosotros a alguien haciendo las cosas medioqué. Incógnitas.

Ante este nuevo espacio cultural, más de uno y de dos ha fruncido el ceño. ¡Jum! Cultura del PP. Uy uy… qué feo suena. Y es por eso que aparece el muelle al instante.

Los responsables de La Térmica entienden a éste como un espacio reservado para la cultura, la reflexión y el progreso. Un sitio nuevo que es antiguo. Un sitio que es Málaga de antes y de ahora. Cuidado y con estilo. Con suelo hidráulico y estructuras respetadas. Un fortín cultural donde se hacen cosas más allá que exponer. Donde se invita a pensar y que es, a día de hoy, la realidad de los espacios culturales que han sido referente en Málaga desde la sede de arte contemporáneo de calle Ancla. La cultura puntera en Málaga ha pasado siempre por Diputación. Da igual el color.

Conforme se ha ido estableciendo este espacio, las cosquillas a buscar han sido variadas. Los nombres propios que la gestionan eran objetivos prioritarios. Evidentemente todo el mundo tiene cosas malas. Gente perfecta en este mundo hay poca, salvo Antonio Banderas y un servidor- y por lo tanto es fácil recurrir al pasado. Igual de fácil o más que pensar que los que derriban construcciones fructíferas no son más que voceros del partido contrario.

Amén de los nombres propios, los grandes motivos para sospechar de este lugar encantador han sido dos: La provincia y los dineros.

Con respecto a la provincia, son muchos los políticos que hablan de dejadez en los pueblos pero atenciones en la capital. ¡Cáspita! No sabía que las grandes sedes culturales de las diputaciones se ponían en los pueblos. No hay más que hablar. La exposición de Javier Porto que se cuelgue en El Burgo. El curso de fotografía BlankPaper del tirón a Teba. Y en Villanueva de Cauche ponemos la conferencia de Mario Husillos. ¿Verdad? ¿Eh? ¿Verdad que ibas? Pues eso.

Tras dejar el calzones las críticas vacías sobre la capitá, llega la diversión: El dinero. “Andevá ío los der pepé can llevao ar peregrini y ar vardano con to los dinero”.

Nada más lejos de la realidad. Es cuestión de ponerse e investigar. O preguntar.

Pero piensen. Los que rascan hasta lo más profundo. Los que investigan hasta la última peseta no dicen cuánto cuesta la térmica. Eso se lo callan. Solamente gritan al cielo lo malo que es pero sin dar motivos. ¿Pur qué? Fácil. Porque cuesta poco. Muy poco.

El coste total de La Térmica es de 395.000 euros de los cuales 100.000 han sido destinados a la obra de rehabilitación y la puesta en marcha. Es decir, un año de La Térmica cuesta menos de cincuenta millones de pesetas. La cultura a ese precio. Y fresquita y bien servida.

Vaya por Dios. ¿Comparamos? ¿Sí? Porque podemos comparar con el millón y pico del Festival de cine –y series de televisión de antena tres- por una semana. O comparamos con los tres millones de euros del CAC –está muy bien pero sale caro- o lo comparamos con los siete millones de euros del Picasso. ¿Ni hablamos del Thyssen verdad?

¿Qué critican pues? ¿A qué viene chinchar en algo que es de lo poco bueno, barato y sensato que se hace en esta tierra? ¿Qué pretenden los del PSOE con estas micro campañas de malmete cutre? Es ganas de criticar lo único que hay digno.

Y aprovechan lo más mínimo para quedar en la cuneta de la sensatez. Y ha llegado con una conferencia. Una hora que fueron más de charla con el periodista Jordi Évole quien protagonizó una conferencia gratuita donde hubo cates por entrar. Porque era gratis. Y porque interesaba.

Desde que se supo, la gente de a pie pensó: Uy, esto a saber lo que vale –yo el primero-. Y ante eso, los amigos del PSOE se frotaron las manos. Era su momento. El de chinchar. El de empujar por detrás para meter cizaña. Pero sin decir lo que se sabía fácil. Lo que había costado. Pero no convenía.

El periodista de La Sexta cobró por venir. Como cualquier conferenciante. Y su coste es público -así me lo hacen saber los responsables de La Térmica-: 850 euros más un billete de tren y una noche de hotel normal. Sumen. Echen cuentas. Pongan unos mil euros en total. ¿Caro? ¿Barato?

Yo lo tengo claro. Prefiero una conferencia de alguien, cuando menos, entretenido, que ese dinero gastado en mandiles tuneados para la berza de una peña. Prefiero esos mil euros allí que en un almuerzo en Frutos para cinco comensales. Lo prefiero allí que en una fiesta de inicio de campaña multiplicada por cinco. Lo veo más lógico invertido en eso que en dar de comer al ganado de los partidos.

Ustedes verán. 850 euros. Lo demás, todo mentira. Y porquería. De unos y de otros.

Ojalá costara eso mandarlos a Etiopía con billete de ida.

Viva Málaga.