Al escudo de los Maristas le deben quitar Gibralfaro y ponerle la gasolinera de La Tana.
¡Cuidado con el perro! Clásico azulejo que la gente pone en su casa para advertir del daño que puede causar su bicho.
Tal y como están las cosas, no estaría mal que el Alcalde -antiguo alumno marista-, entre viaje y viaje –un saludo Rosa-, repartiera por según qué lugares un azulejo que rezara “¡Cuidado con Málaga!”.
El fin del mosaico sería el de hacer saber a ciertas entidades y personalidades que en sus manos está el devenir de buenas piezas de las que conforman la ciudad.
A día de hoy, uno de esos azulejitos bien debiera colocarse en la puerta del despacho del Superior de la provincia Mediterránea de la Congregación de los Hermanos Maristas. Motivo hay. Se llevan los Maristas de su barrio de la Victoria.
Los Hermanos Maristas van camino de cumplir los cien años asentados en Málaga. Poca broma. Allá por los años veinte del siglo pasado llegaban a Málaga los primeros apóstoles de San Marcelino Champagnat con el fin de asentar en la ciudad la institución educativa con el sello de su Congregación. Como era ¿Y es? habitual, gran parte de los centros educativos comandados por religiosos suelen ser de un nivel y prestigio considerables. Por algo será.
Con lo puesto, que no era poco, llegaron los Hermanos a Málaga donde conquistaron con éxito a una sociedad ávida de colegios buenos para los que tenían capitales. Cuestión de prioridades: El que había superado la barrera de comer a diario iba a por la siguiente, la de saber escribir.
Así, lo que comenzó como un desembarco de letras desordenadas acabó convirtiéndose en la instauración en Málaga de una casa por la que pasaron gran parte de los hombres que escribieron la historia moderna de la ciudad.
Los Maristas, antes de llegar al barrio de la Victoria, recalan en diferentes ubicaciones de la ciudad. A saber, la sede del antiguo seminario en Calle Santa María, Villa Tetuán en el Paseo de Sancha, el palacio del Marqués de Valdecañas en la Plaza de San Francisco y por último en “la finca de la marquesita” que hoy es la calle Victoria ciento ocho. Como se puede comprobar, los hermanos elegían siempre sitios malos. Al Bulto que se fueron a buscar… Qué traviesos.
En el año 1948 los Hermanos Maristas dan los buenos días al barrio de la Victoria. Su categoría y renombre tardan poco en convencer y en menos de diez años, el Colegio ya supera el millar de alumnos. Los Maristas empiezan a ser lo que son hoy.
Las peculiaridades del barrio de la Victoria son bien conocidas por los malagueños. Una de sus señas destaca del resto y es que, a pesar de ser un barrio donde buena parte de la gente no disfruta de una gran posición económica, sus vecinos tienen unos modales y educación generosos. Se respira distinto desde la Basílica al Astoria.
Y el pulmón del barrio tiene nombre. Es su colegio. Los Hermanos Maristas.
Desde que abren sus puertas, la escuela reparte sus trabajos entre la élite y los más desfavorecidos. Conocidos son por todos las salidas y entradas dobles del colegio. Unos salían por calle Victoria. Otros lo hacían por calle Agua. Distintas carteras las de los niños y también las de los padres.
Pero esa mezcla, objeto goloso para el más demagogo, hacía que unos y otros se enriquecieran de sus propias diferencias y disfrutaran al unísono de tan magna institución.
La madre buena siempre controla las junteras de su chiquillo. Si el niño es de los que muerde, la madre lo quiere mezclar con los más educados. Si el niño es un anciano de 12 años, la madre lo intenta animar con amiguitos avispados. Eso sabe a Maristas.
Con el paso del tiempo, el colegio se moderniza, unifica sus puertas y las diferencias sociales desaparecen de su fachada. Aún con esas, el nivel social de los muchachos sigue siendo de élite malacitana y son muchos los personajes que llevan imborrable en la solapa las tres violetas: humildad, sencillez y modestia.
No hay otra institución igual en Málaga. No hay otro sitio donde estudie el que tiene dinero sentado junto al que vive en la más digna de las modestias. No existe ni existirá más. Y es que han decidido extirparle al barrio de la Victoria su pulmón. El que lo hace respirar y filtra lo malo de esas calles para luego devolverlo puro.
Y se lo van a llevar. Y encima lo pondrán en la quinta puñeta. Donde da la vuelta el viento. Donde tienen hasta que hacer las calles pues no existen.
¿Y por qué?
La razón es clave. “Se hace por mejor”. Circunstancia compleja la de la mejora. Quieren cambiar un colegio con pátina de Málaga por un gran bloque a las afueras. Quieren sustituir la vigilancia de todo un barrio por el anonimato del campo.
Van a dar de lado al cuartel que les hizo hueco. Y van a dejar, los más importante, a muchos niños con recursos limitados sin la oportunidad de poder educarse en uno de los mejores colegios de España. Pero claro, se hace por mejor.
Por mejor se sustituye una clase con niños por un parking. Por mejor, se cambia un recreo por uno edificio de viviendas y por mejor, un local comercial se situará donde ahora reposa una Virgen de la Victoria. ¡Dónde va a parar! ¡La mejora es increíble!
Eso sí, aún no queda claro si el Colegio seguirá siendo concertado o pasará a ser privado en su totalidad. Da lo mismo. Al fin y al cabo, aún manteniendo el concierto, por cercanía solamente tendrán que aceptar como alumnos a una mata de romero, dos piedras y un gato cojo, que son las cosas más cercanas que hay alrededor de la finca.
Qué pena más grande debe ser que no te importe nada el arraigo y ser capaz de ultrajar la memoria colectiva de tanta gente. Qué lástima no ser capaz de valorar que los Maristas tienen una responsabilidad social adquirida con Málaga. Un compromiso personal con su barrio de la Victoria y una obra que siempre estará inacabada.
No conozco los motivos reales por los cuales se quieren marchar de la zona. Supongo que no serán las ganas de seguir creciendo. Ni serán las plusvalías sangrantes producidas por la especulación de los terrenos. No lo creo. Porque si lo son están poniendo piedras para volcar la balanza hacia el lado equivocado.
El problema, es que se van a quedar sin piedras para compensar lo que son en Málaga y su barrio. No sé cuántas harán falta, pero seguro muchas, para superar la coronación de la patrona de Málaga en sus patios. O para igualar el recuerdo de quienes aprendimos con Don Francisco Mena y Don Antonio Gaspar. Para que pese más que las visitas cada año al santuario de la Victoria de cientos de niños con sus flores. Qué de importante debe ser, para que se olvide a Don José Luis Ferrer en el Samoa con su copa de Soberano. Y al Hermano Leoncio asomado a la ventana vendiendo papel.
Qué distinta será calle Victoria sin los hermanos subiendo y bajando. Qué raro no ver a Torcuato. Qué feo debe ser aceptar que el eco de la chasca del Hermano Cabello se esfumará de la memoria.
¡Dónde va a parar! Mucho mejor allí, a lo lejos. Mucho mejor sin el paso de las Cofradías. Será fenomenal cambiar la relación con la Hermandad del Amor por una piscina o una pista de tenis.
¿Acaso alguien encuentra atractivo que tu hijo haga deporte donde se han formado grandes del baloncesto? Qué tontería… Mucho mejor una gran cancela de hierro para un colegio de postín.
Pobres de mente los que se preocupan por la cáscara de oro sin observar si la yema se puede pudrir.
Hasta ahora, los niños de Maristas se amenazaban con la clásica frase de: “A las dos en calle Agua. Gilipollas. Que te mato”. Con el cambio, lo más probable es que digan: “A la salida nos vemos en el parking, en la fase II de la zona reservada para el transporte escolar. Y ya, si vemos que encontramos el sitio, nos pegamos”. No hay color…
Al final, lo que está sucediendo con el Colegio no es más que un reflejo de la ciudad. Una Málaga donde el que manda se frota las manos con el de fuera para modificar a placer lo poco que aún tiene olor. Y mientras eso ocurre, la ciudad mira para otro lado entretenido por sonajeros hechos con migas de uvepeós de atrezo y ampliaciones de Colegios malos.
Que pasen veinte años y digas que estudiaste en Maristas. Te preguntarán: ¿Pero Maristas cuál? ¿El bueno o el ahora?
Viva Málaga.
Como ex alumna del colegio y exhabitante del barrio de la Victoria no me da ninguna pena que se marchen los Maristas. Dista mucho de ser el alma del barrio.
Gonzalo, no sé si fuimos compañeros o coincidimos, pero se me han caido dos lagrimones leyendo tu artículo. Ahora vivo en Granada. Pero durante dos años estudie en Maristas. Probablemente el mejor centro educativo que habían en Málaga, y uno de los mejores de España, sin duda.
¿Dónde lo mandan? ¿A qué plan parcial? ¿Con qué intereses? Aquí en Granada ha pasado lo mismo, tuvieron el patio empantanado dos años y construyeron un enorme parking en el subsuelo. También se cargaron uno de los símbolos del patio, una gran palmera, alta, que llevaba toda la vida. Tan simbólica como la buganvilla.
¿La decisión es inamovible? ¿No se van a movilizar padres, alumnos y profesores? ¿La gente del barrio?
Un abrazo grande y gracias por el artículo.
Pedro
¿No sabes por qué se marchan de esta zona? te lo digo yo, por lo que mueve siempre el espiritu Maristas
EL DINERO.
y que tenga que venir yo a decirlo….
El colegio Maristas es,de largo,el alma del barrio,nuriacabello.Aun le quedan años, pero el dia que se traslade se perdera a una gran parte de él,le pese a quién le pese.
Se van por la pasta que es lo que a los curas les gusta. Guardo muchos recuerdos de este colegio y los buenos no tienen nada q ver con la instituciòn Marista. Que menuda pechá de hostias me he llevado del Torcuato, anda y que le den. Es verdad que Don Antonio Gaspar era un crack pero el director q me llamaba cada año a su despacho para invitarme a abandonar el cole era otro cura,por que se ve q los niños de 5pelao no les hacian gracia. Tanto espiritu de enseñanza no tenian. El alma del barrio somos los que habitamos allí. No un edificio ni una pandilla de hermanos religiosos. El barrio de chupa y tira
Perdón… con el debido respeto… Creo que hablar de «los años veinte del siglo pasado» no tiene ningún sentido. La aclaración «del siglo pasado» es innecesaria. Si hubiese alguna posibilidad de confusión , sería con unos hipotéticos años veinte de este siglo, años que aun no han existido. ¿No sería más sencillo hablar de «los años veinte»?
Me he emocionado con tus palabras, aunque el recuerdo que tengo yo del hermano Leoncio no es vendiendo bolígrafos, sino paseando por la clase y deslizando su mano bajo la camisa de los compañeros del 6º curso de EGB.
Corregidme si me equivoco.