Tan verdadero como cierto, Pitita me está llamando ¿pero cómo es posible, si, al salir, he olvidado el móvil en casa? Oigo la voz de Pitita cerca, muy cerca, tan cerca como si estuviese a mi lado y es que resulta que Pitita me está llamando por la calle.
Estamos ya tan acostumbrados a hablar con los amigos por guasap o por el facebook que el hecho de que nos hablen por la calle y, más aún, sin cita previa, nos resulta una posibilidad remota a no ser que dicho amigo tenga geolocalizador y tú lleves el móvil.
Pero Pitita es ubicua, omnipresente y está por encima de las tecnologías. Tiene el poder sobrenatural de saber dónde está cada cual en todo momento y, más aún, el de saber dónde estoy yo.
—¿Pero dónde te has metido, chica? Te he llamado miles de veces al fijo y al móvil y me saltaba siempre el contestador. A estas alturas, ya creía que sólo te iba a encontrar en la página de sucesos, menos mal que he traído de paseo a mi Beyoncé, que tiene un olfato de Sherlock Holmes y, en cuanto te ha olisqueado el rastro, se ha puesto a ladrar. No te puedes imaginar lo que te quiere esta criaturita y el disgusto que se iba a llevar si no…
Beyoncé para demostrar lo expuesto por su dueña, salta con sus robustas patitas hacia mis pantorrillas mientras mueve enérgicamente el rabo. Es una perrilla de raza pura pug, con cara aplastada de bulldog, ojos saltones, enormes y graves y cuerpo diminuto pero rechoncho, que parece el vivo retrato de Charles Laughton o de uno de esos tories ingleses que con unción aristocrática lee volúmenes de Chesterton frente a la chimenea de su nutrida biblioteca, aspirando y expirando el humo de su pipa.
Fría y objetivamente y, sin mediar ensoñaciones literarias , se podría decir que Beyoncé es horrorosa, pero hay que admitir que el pedigrí en los perros está muy asociado a la fealdad, y cuanto más feos resultan más valorados y caros en el mercado.
Beyoncé es como una señorita de posibles en época decimonónica, codiciada por la alcurnia, pero no tan grata a la vista. No obstante, es tan simpática y cariñosa que, en cuanto te brinda sus carantoñas, empiezas a encontrarle un tipo de belleza particular.
—Ay, nena, nena, esta vez no me puedes decir que no- asevera Pitita- vamos a celebrar el cumpleaños de Beyoncé y tú tienes que ser la primera en venir.
—¿Cómo? ¿El cumpleaños de Beyoncé?
—Pues claro, chica, ahora los cumpleaños de las mascotas se celebran. Todas mis amigas lo hacen, este tipo de eventos son lo más de lo más.
¿Cumpleaños de mascotas?- me quedo pensando sin saber qué contestarle- y sin poder evitarlo me vienen a la mente las imágenes de tantos niños anónimos que en los ambientes desfavorecidos de otros continentes no tan lejanos no conocen cumpleaños festejados ni aun lo que son las comidas diarias y sin tener que remitirme a ello, ni imaginar demasiado, me basta con el recuerdo de ayer: un inmigrante maduro y, sin duda, padre de familia, que rescata camisetas de un contenedor de basura. Están nuevas pero aquellos líderes de los equipos de fútbol deben estar caducados y el pecho de los alevines requiere otros.
Los niños del primer mundo están orientados hacia el éxito. Lo persiguen en los otros y en sí mismos a tal punto que no perdonan el mínimo desliz de sus ídolos del balón ni el descenso de sus likes en el Instagram. Los niños y adolescentes se desesperan también cuando comienzan a naufragar en el youtube y un porcentaje nada desdeñable opta por el suicidio. No por casualidad esta misma semana han tratado de este tema Carmen Posadas y Juan José Millás.
Hoy día se vive para una fama inmediata, insustancial y tan efímera que cambia de un día a otro los rostros de los héroes de la palestra. El éxito rápido y fácil lleva a un fracaso rápido y fácil también.
En tanto las fiestas se multiplican y se magnifican. Se celebran comuniones tan costosas y aparatosas como las bodas y las despedidas de solteros y solteras pueden hasta incluir una semana de estancia en el Caribe en hotel de cinco estrellas. Los salarios bajan como sube la precariedad laboral y, sin embargo, crecen los motivos para celebrar lo que sea; graduaciones, regraduaciones e incluso divorcios, como si asistiéramos a la borrachera festiva de la Venecia en crisis de Carlo Goldoni.
Cumpleaños de mascotas; el último grito de las celebraciones, mamma mia!!!
Pitita me sacude las meditaciones con una palmadita en el brazo:
—Venga, anímate, nena, que ésta no te la puedes perder. Beyoncé cumple tres años, ya es toda una señorita. Será como su puesta de largo. Anda, Beyoncé, dile algo…
Gime Beyoncé y me observa con una expresión suplicante de sus derramados ojos.
—¿Y dónde es el cumpleaños?
—En un chiringuito de Benajarafe, a espacio abierto para que puedan venir los amiguitos de Beyoncé. Es un lugar popular como los que a ti te gustan y, además, tocarán “Los Junlay´s” ; un grupo muy guapo de flamenquito. Va a estar superbien.
Pues bien, voy al cumpleaños de Beyoncé como determina la fatalidad con la concurrencia de muchos perros de pedigrí y amigos de Pitita, de pedigrí también.
“Los Junlay´s” tocan y cantan fenomenal y sus niñas, de entre seis y ocho años, unas morenitas de pelo larguísimo bailan, entre plantas tropicales, las rumbitas con una gracia conmovedora. A unos metros, susurran las olas de un mar sereno y generoso.
Tras las gafas de sol, quiero esconder unas lágrimas que me brotan sin remedio, cuando oigo el tema “Las cosas más pequeñitas” de Nolasco, que es un himno epicúreo a la horaciana. Beyoncé me observa con sus ojos de Charles Laughton, teñidos de compasión, y me da toquecitos en las rodillas con sus patas regordetas.
Sin duda, sabe por qué lloro y quiere consolarme. Le sobran los sentimientos y le falta la hipocresía. Todavía necesitamos aprender mucho de los animales.
Y cuánta Pitita
tenemos hoy día
como una pandemia
que no atiende a leyes
de la obsolescencia
Así se humaniza
cada día más
el buen sentimiento
del pobre animal,
de suyo contento,
sin las asechanzas
ni las hipotecas
del gran capital
que vive el momento;
mas todo se pega
menos lo bonito
y mucho me temo
que el animalito,
bien que inteligente,
tendrá que firmar
cantidad ingente,
letra sobre letra,
préstamo e hipoteca,
sonreír a su pesar
guardar la apariencia
por el qué dirán,
para terminar
humano a conciencia,
loquito de atar.
Chavela Vargas o Víctor Manuel cantaron aquellas primeras crisis existenciales
de la gente joven de occidente, a finales de los sesenta. Dudaron, por poco tiempo, los jóvenes de entonces…
En cuanto a perros humanizados,
Pancho lo ha bordado,
anda, dime tú, Panchito,
¿cuáles son los numeritos?
Yo te prometo otra vida
si me haces ganar
La Primitiva…