Pitita mira el mar como debió contemplar Virginia Woolf el río Ouse, entre transcendente y desesperada. Una tarde nublada de febrero en el paseo de Pedregalejo pone a la escena su puntito inglés.
Le he dicho a Quique que quiero una habitación propia- dice Pitita con gesto muy woolfiano.
-¿Y qué te ha respondido?
-Que ya tengo dos; el gabinete y el dormitorio, si se tiene en cuenta que siempre hemos dormido separados.
-¿Y?
-Pues le dije que entonces quería tres. La cosa es que si voy a ponerme a ser feminista, lo voy a ser por todo lo alto; una feminista de cinco estrellas con más habitaciones propias que nadie.
Figúrate, chica, yo creía que Quique lo iba a comprender, pero de eso nada; se puso hecho un basilisco.
-¿Tres habitaciones, Pitu? Eso es un disparate ¿No querrás echar a Nachito de la suya? Pobrecito, hijo mío, si es muy niño aún…
-Quique, Nachito tiene ya veintisiete años.
-Pues eso, es un chiquillo, no me digas.
-Te recuerdo, Quique, que con veintisiete años, tú y yo ya estábamos casados y éramos padres.
-Los tiempos han cambiado, nena, veintisiete años de hoy día no son nada. Espera, por lo menos, a que el muchacho termine la carrera.
-¿A que termine la carrera? Tú sabes tan bien como yo que no la piensa terminar nunca. Si te digo la verdad, no tengo muy claro en qué curso está.
-No te pongas ansiosa, cariño, mejor así. Imagínate que termina la carrera y con el poco trabajo que hay aquí, tiene que irse a trabajar a Alemania. Con el frío que hace en Alemania y lo friolero que es Nachito…
-Mira, Quique, tú de tu niño no sabes nada, como vienes tan poco por casa…pero te puedo asegurar que ha crecido y ha crecido fatal. El otro día iba yo a avisarle de que era ya la hora de bajar a cenar y me lo encontré grabando un vídeo musical en su cuarto para el Youtube.
Menudas pintas tenía. Llevaba un peinado rarísimo; casi toda la cabeza rapada, excepto una especie de tupé que parecía mismamente un buñuelo y, en su torso desnudo y musculado, lucía un montón de espantosos tatuajes. Imagínate qué impresión me llevé al verlo de esa guisa.
-Pero ¿qué haces, Nachito, por Dios?
-Calla, calla, mamá, que estoy en plan de grabar. Quédate ahí quietecita y escuchas mi temazo que es de los que te lo flipas.
Y dicho esto, se puso a cantar unas guarradas tremendas sobre las babys cachondas y el tamaño de los penes, haciendo unos gestos muy raros con las manos, que parecía como si me estuviese haciendo la peseta.
-¿Qué te ha parecido, mamá?- me preguntó al terminar.
-¿Que qué me ha parecido? Que si te da un aire, te quedas epiléptico ¿pero qué clase de estilo musical es ése?
-Soy trapero, mami- reveló él.
-¿Trapero? ¿Eso es lo que vienes a ser después de lo que tu padre y yo hemos invertido en tus estudios?
-No entiendes nada, mami, yo practico el trap, que es lo que está de moda. Es un ritmo caliente que viene de Colombia y Puerto Rico y les encanta a las pibas. Voy a hacerme de oro.
-No me lo puedo creer ¿A las chicas les gusta ahora que les digan esas cochinadas? Tú estás muy perjudicado. Es imposible que a ninguna mujer le vaya eso y menos en plan de que las arrastren y las agarren de los pelos…
-¿Cómo que no? ¿Y por qué os gustan tanto a todas «Las cincuenta sombras de Grey»?
-Eso es diferente; Grey es un sádico con clase, un millonario que…
-Vale, vale, vale, pues los jóvenes también tenemos derecho a ser sádicos y machistas y hasta millonarios. Mira lo bien que le va a Maluma y a Bad Bunny (Conejito malo) y hasta a Enrique Iglesias; todos ídolos del trap.
-¿Cómo? ¿Enrique, el hijo de Julio? Con lo fino que es mi Julio, pobre hombre. Le van a dar la vejez.
Pero Nachito no atendía a razones. Volvía a ensayar su tema y a bailar su ritmo epiléptico. «Soy el puto amo», gritaba de vez en cuando. Y, al verlo así, la verdad es que a mí que nunca le he puesto la mano encima, me daban unas tremendas ganas de darle un buen cachete.
-No es para tanto, Cuqui, está en la edad-dijo Quique- todos hemos tenido nuestras locuras de juventud.
-Ya, ya ¿pues sabes lo que te digo? Que se acabó, que estoy harta de vivir bajo el poder del patriarcado.
-¿Bajo el poder del patriarcado, Pitu? Si tú siempre has hecho lo que te ha dado la gana.
-Claro, pero mis ganas entran dentro de unos límites razonables, las vuestras, no. Estoy hasta los pelos de tu poesía roja y de las canciones guarrindongas de Nachito. Ya no quiero tres habitaciones, mejor me dejáis la casa entera y os vais por ahí o…
-¿O qué?
-O me tiro al mar.
Pitita mira al mar como Virginia Woolf al río Ouse. Luego me mira a mí y se pregunta en voz alta:
-El agua estará muy fría ahora ¿verdad?
Y dicho esto, se ajusta más sobre el cuello su pañoleta de Burberry y acongojada pero mullida en su plumón de marca, parece un entrañable osito de Tous.
¡Cuánto Nachito malcriado…!
Lo que empezó siendo un cielo
depositario de anhelos
y de regalos colmado,
llegando la adolescencia
hace perder la paciencia,
nadie estaba preparado
para tal desobediencia;
fue la alegría de la casa
sólo con verlo crecer
riéndole bien las gracias
sin más caso que atender
que tomárselo con guasa
– en el cole o a saber –
metiese o no la pata.
Hoy la cosa es muy distinta
desde que padres o abuelos
no miraron más al cielo
estando tan a la vista…
Mucho ánimo, Lola. No pasará nada,
no te deprimas, aquí estaremos todos, ¡forza!
Un abrazo para ti.
Papis, yo me quedo en casa,
con habitación propia y paga,
¿estudiar?, ay, qué cagada,
sin futuro, ni esperanzas,
no quiero irme a Alemania,
que eso es la gran chingada,
la Merkel da mucha caña
y hace un frío que te cagas.
Prefiero ser un triunfito,
medrar y estar calentito,
hacer selfies con morritos,
ser latino y ser vegano
y salir en Gran Hermano…
Podía la curiosidad
de ver mundo sin mirar
lo que pudiera ocurrir
más que un cierto porvenir
falto de toda sorpresa
reducido en las chicas
a la casa y bien atadas
a la pata de la mesa
(en Italia casa e chiesa)