Como se roba en Benamargosa no se roba en ninguna parte. Y eso que en el latrocinio hay mucha competencia; que en este país (y en los otros) se ha robado en todas las variedades y estilos, siendo una práctica tan usual hasta en las más grandes élites y en las mejores familias que ya ni parece delito. Pero lo de Benamargosa es otro tema; una trama que parece inspirada en aquella inolvidable película, Rufufú, (I soliti ignoti) de Mario Monicelli o Atraco a las tres de José María Forqué. A tan alto nivel de chapucería ha llegado el ladrón que protagoniza los sucesos.
Por lo que leo, el delincuente se personó a primera hora de la mañana en la sucursal de Unicaja de la calle Arroyo Alpechín, ataviado con un mono de trabajo que lucía el nombre de una empresa muy conocida en la zona (sin remilgarse así de dar pistas) y, como complementos, un casco de moto en la cabeza y un antifaz con el que se cubría la cara. Visto así, podía parecer uno de esos que se disfraza para Halloween por estas fechas, pero el hacha que esgrimía en sus manos como arma intimidatoria disuadió a los empleados de que aquello en principio no era una simple cuestión de truco o trato y, de esa guisa, arrambló con un botín de 16.000 euros. Sin embargo como el incauto ladrón, que por despistado no tuvo previsto proveerse de una bolsa donde llevar el importe del robo, se metió los billetes como pudo en los bolsillos y, al darse a la fuga a la carrera, iba esparciéndolos por las calles.
“Su huida fue un desastre desde el principio- comentó un atónito vecino- el dinero se le caía por todos lados”. Puesto que el delincuente tampoco tenía vehículo para evadirse de la persecución ni cayó en la posibilidad de abandonar el pueblo por el cruce de caminos, prosiguió en su carrera a pie por el casco urbano, seguido por el propio director del banco.
Como a aquellas alturas, en un pueblo de 1.500 habitantes, todos sabían quién era el ladrón, los agentes locales tocaron a la puerta del domicilio donde el más que presunto bandido residía con su madre. Allí no estaba él, aunque había dejado a cambio todas las pruebas inculpatorias a la vista; el hacha, el dinero y la ropa utilizada en el atraco. Se ve que la carrera le produjo un gran sofoco y le faltó tiempo para irse a un bar del pueblo, donde un policía lo encontró tomándose un refresco.
Sería cosa de sorprenderse de la cachaza del ladrón si uno no conociese el tipo de naturalezas cachazudas que se dan por esa zona. Precisamente, mis más remotos ancestros proceden del pueblo malagueño de Benamargosa y conozco como experiencia familiar lo que es la calma anímica, el despiste en cualquier circunstancia y, por demás, el desmañamiento contrario a la “habilidad delincuente”. O sea, que podría decirse que si todos los ladrones fuesen de Benamargosa, bancos y arcas públicas a estas alturas no hubieran sufrido merma alguna.
Benamargosa tiene también su epopeya, la escribió mi tío, Javier Clavero, en una novela del mismo título que hablaba de un pueblo próspero por el comercio de la pasa, en el que se estableció el primer Clavero de Andalucía. Toda aquella prosperidad parece que se la llevó por delante la filoxera y tal vez una mala gestión. Ahora los Clavero que dio aquella rama andan dispersos por diversos puntos de España. Hace un tiempo, hablando con el célebre periodista y escritor, Vicente Clavero, me dijo que su abuelo era de Benamargosa, como mi bisabuelo, por lo que barrunté que debemos tener algún parentesco. Me gustó la idea, desde luego.
Benamargosa, como otros pueblos de la Axarquía, comenzó a despoblarse a favor de un éxodo masivo a la capital y toda la zona quedó empobrecida, mientras las poblaciones costeras se enriquecían con la llegada del turismo. Contra la idea de que Málaga ofrece sólo playas hay que atraer a los viajeros hacia estos lares con una oferta competitiva; hacer más visibles las ferias de productos agrícolas y ganaderos, acondicionar hoteles y casas rurales y promover la hostelería. Ya hay algunas asociaciones como La Almazara en Periana que organizan rutas y jornadas culturales, además de veladas poéticas y flamencas.
Hay que fomentar estas iniciativas tanto a nivel mediático como, a título personal, por las redes. Así descongestionaríamos la ciudad y los pueblos costeros de turistas para repartirlos por otros puntos de interés, donde reciban estos ingresos como agua de mayo.
No sabemos si el bandido de Benamargosa actuó de tan desmañada manera por mera majaronería o imperativa desesperación, pero como el delito no es deseable ni competencia de todos- por más que se prodigue- lo suyo es crear para los necesitados más honestas salidas.
De siempre y por tradición
no enriquece ni mantiene
lo mangado en estos fueros
ni paralelismo tiene
con la cuota de un Pujol
y de sus filibusteros;
no se sabe qué es mejor
si mediático bombardeo
invitando a entrar en lides
o comer pipas al sol
evocando al saltalindes
de nuestros pueblos y cortijos
que ahora tiene una casa
y antes tenía una mimbre,
mas para el caso es lo mismo
será que el tiempo no pasa
en la raíz ni en la base;
unos lo hacen revestidos
del dinero y de su “clase”,
otros lo hacen revenidos
de la historia y del “impasse”
Es hora de que esto cambie…